lunes, 27 de marzo de 2017

SUS TERMINOS: CAPITULO 11




—No lo sé. Me gustaba el fucsia.


—Demasiado rosa para tu pelo rubio.


—El dorado era sexy…


—Venga ya. Parecería la estatuilla de los Osear… 


Paula siguió discutiendo mientras miraba la ropa de su tienda vintage preferida. En circunstancias normales, salir de compras con sus amigas y tomar café con ellas era lo más parecido al paraíso que se le ocurría. Sin embargo, su concepto del paraíso había cambiado. Y de repente, encontrar el vestido perfecto se había vuelto más importante que nunca. Pedro le estaba arruinando hasta los vicios.


—¿Qué te parece éste? —preguntó Lisa, enseñándole un vestido azul de estilo años setenta.


Paula se limitó a encogerse de hombros. No era lo que estaba buscando. Faltaba poco para que asistiera a su primera fiesta con multimillonarios irlandeses, y necesitaba algo muy especial, algo que la hiciera sentirse segura.


Lisa dejó el vestido en su percha y preguntó:
—¿Qué te pasa?


—No me pasa nada.


—Por supuesto que sí. ¿Has discutido con Pedro?


Paula suspiró y el resto de sus amigas se acercaron.


—No, no he discutido con Pedro.


Gracie le puso una mano en el brazo.


—Si ha resultado ser como Dylan, dínoslo. Iremos a su casa, abriremos sus armarios y cortaremos su ropa en pedacitos.


Paula sonrió al imaginar la escena.


—No ha resultado ser como Dylan, os lo aseguro.


—Menos mal… ¿dónde has dicho que iba a estar este fin de semana? No se ha ido a Galway, ¿verdad?


Pedro no se había marchado a Galway, pero la mención de aquel sitio tampoco contribuyó a tranquilizarla. Era el primer fin de semana en más de un mes que no iban a estar juntos, y ya lo echaba de menos; pero se dijo que era culpa suya: se había acostumbrado a su compañía porque ahora se quedaba los viernes, los sábados y un par de días laborables en su piso. Incluso había llevado un cepillo de dientes y ropa interior.


—Se ha marchado al norte en su barco —respondió—. Pero volverá mañana por la noche.


—Ahora comprendo que esté tan moreno —comentó Lou—. Lo único que pasa es que lo echas de menos… te sentirás mejor cuando haya vuelto.


Paula alzó los ojos, desesperada. Hasta sus amigas se habían dado cuenta. De haber podido, habría encerrado a Pedro en un bolso. En uno muy pequeño.


—Haz caso a Lou. Sabe de lo que habla —dijo Gracie, moviendo su rubia cabellera.


—Sería normal que te enamoraras de él —intervino Lisa—. Está para comérselo…


El resto de las mosqueteras asintieron.


Paula caminó hasta otro perchero de ropa y dijo:
—Enamorarme de él sería absurdo. La relación de una Chaves y de un Alfonso no puede terminar bien.


—¡No digas eso!


—¿Por qué no puede terminar bien? Y no me vengas con que es demasiado bueno para ti, por favor…


—No, no se trata de eso. No tiene nada que ver con nosotros.


—Si no tiene que ver con vosotros, ¿cuál es el problema? Hasta donde sabemos, vuestra relación no forma parte de un trío; sólo estáis él y tú.


—No mantenemos ninguna relación. Es sexo, nada más.


—Tonterías…


Paula dejó un vestido que le había llamado la atención y se giró hacia sus amigas.


—Escuchadme un momento —declaró—. Me conocéis y conocéis a mi familia… ¿de verdad creéis que yo encajaría en la dinastía de los Alfonso? Y no me vengáis con excusas. Sabéis perfectamente que una relación seria implica mezclar a las familias. En algo que no se puede evitar.


Sus tres amigas la miraron en silencio durante unos segundos. Pero no fue por lo que había dicho, sino por su tono; sus palabras tenían un fondo de desesperación.


Lisa, que siempre había sido la más sincera y tajante de todas, inclinó la cabeza y arrugó la nariz mientras miraba hacia el techo.


—Bueno, debo admitir que sería una boda muy… interesante.


Paula suspiró.


—Por fin encuentro a alguien que me entiende. ¿Os imagináis a mi madre con Arturo Alfonso? Sería ridículo. Él le hablaría sobre premios internacionales de arquitectura y ella soltaría algún discurso sobre el arte del yoga tántrico.


Una de sus amigas soltó una carcajada, pero otra le pegó un codazo y cortó su risa en seco.


—No sería tan grave —declaró Lisa—. Interesante, sí, sin duda; pero no tan malo como lo imaginas…


—Lo sería —insistió.


—Estás preocupada porque vas a conocer a sus padres. Eso es todo, aunque nadie puede culparte por ello.


—No me preocupa conocerlos. Todos los días me presentan a alguien. ¿Sabéis lo que me preocupa de verdad? Que resulten ser tan maravillosos como Pedro.


Paula vio un vestido que le gustó y se alejó hacia él. Lisa la siguió.


—Sí, comprendo que eso sería preocupante… —ironizó—. Paula, nunca te había visto tan alterada; ni siquiera cuando te enteraste de lo de Dylan. Pero aunque no estés dispuesta a admitirlo, creo que ese hombre es perfecto para ti.


—Sí, claro.


Paula se acercó a un espejo y se puso el vestido contra el cuerpo. Era justo lo que estaba buscando. Pero sonrió con tristeza.


—Ese es exactamente el problema.



1 comentario:

  1. Ayyyyyyyy, pero esta Pau, hueso duro de roer jajajaja. Está buenísima esta historia.

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