miércoles, 22 de marzo de 2017

PROBLEMAS: CAPITULO 18






Octavio le alcanzó a su hermano un sándwich de la bandeja que Patricio había preparado aquella mañana, antes de salir de compras con su hija Allie. Pedro aceptó el sándwich, le dio un bocado y lo dejó sobre la servilleta junto a su lata de cerveza.


Trató de fijar su atención en el televisor, donde su equipo favorito de béisbol estaba haciendo progresos. Pero mientras miraba a Claudio Chaves, el lanzador estrella del
equipo, sólo podía pensar en la hermana pequeña de Claudio, en la mujer que quería desesperadamente, en la mujer a la que había apartado de su vida para siempre.


-¿Quién iba a pensar que Claudio acabaría siendo una estrella del béisbol? -dijo Octavio.


-Siempre fue un buen atleta. Mejor que cazador y pescador, como sus hermanos y yo -dijo Pedro.


-¿Cuándo lo viste por última vez?


-Hace dos o tres años -Pedro cogió su cerveza, la vació de un trago y aplastó la lata en la mano-. Fui a Atlanta a ver un partido y luego Claudio me llevó a visitar la ciudad.


-¿Cuándo vino él por última vez a Crooked Oak?


-Sólo ha vuelto una o dos veces desde que terminó sus estudios. Volvió para el funeral de Claude. Sé que llama a Paula bastante a menudo y que ella va a verle algunas veces al año.


Octavio apoyó la espalda en el gran sofá de cuero en el que estaba sentado junto Pedro.


-Cuando los Chaves se fueron lo hicieron definitivamente, ¿no?


-Eso parece -dijo Pedro-. Pero mírate, hermanito. Cuando tú te fuiste de Marshallton juraste que no volverías y ahora eres uno de los ciudadanos más importantes de la ciudad. Quién sabe. Puede que uno de estos días los tres Chaves vuelvan a sus raíces.


-Si tienen una razón tan buena como yo para volver -el sonido del teléfono interrumpió a Octavio. Inclinándose hacia un lado del sofá, cogió el teléfono portátil-. ¿Hola? Sí, está viendo el partido conmigo. Por supuesto, un momento -Octavio se volvió hacia Pedro-. Es Solange Vance -dijo, alcanzándole el teléfono.


-¿Solange? Hola, soy Pedro Alfonso. ¿Sucede algo? ¿Está bien Paula?


-Estaba bien hace media hora, cuando ella y Susana se fueron -dijo Solange-. No sabía qué hacer. He tratado de hacerlas desistir pero no han querido escucharme.


-¿A dónde han ido? ¿De qué has tratado de convencerlas?


-Susana recibió una llamada anónima de alguien diciendo que Lobo Smothers iba a poner trampas nuevas en los bosques de Kingsley hoy.


-¡Diablos! -Pedro supo sin necesidad de preguntar a dónde habían ido las dos mujeres y el grave problema en el que podían meterse si se topaban con Lobo Smothers.


-Paula se llevó la cámara de fotos. Ella y Susana están decididas a sacar fotos de Lobo mientras pone las trampas.


-¿Se ha llevado a Solomon? ¿Ha cogido su rifle?


-Solomon estaba en el coche con ellas y creo que sí ha cogido el rifle, pero no estoy segura -contestó Solange, evidentemente preocupada-. He tratado de ponerme en
contacto con Mike, pero ha tenido que salir con la grúa a por un coche accidentado. No sabía qué hacer, por eso te he llamado. Podría sucederles cualquier cosa en el bosque con un hombre como Lobo.


-No te preocupes, Solange -dijo Pedro-. Yo me haré cargo de todo.


Cuando dejó el teléfono, Pedro golpeó con el puño uno de los cojines del sofá.


-¿Qué ha hecho Paula ahora? -preguntó Octavio.


-Ha ido a Kingsley Woods para tratar de atrapar a Lobo Smothers poniendo trampas ilegales. Y se ha llevado a Susana Williams con ella.


-Supongo que irás a...


-Voy a llamar a Lorenzo Redman para pedirle que se encuentre conmigo en el antiguo camping junto a la ensenada -Pedro cogió el teléfono y martilleó los números con fuerza brutal. Si Lobo Smothers tocaba un sólo pelo de la cabeza de Paula lo mataría.



****


Paula y Susana se deslizaban entre la tupida masa de árboles y matorrales seguidas de Solomon. Hacía casi dos años que el departamento del sheriff trataba de ayudar al guardabosques a atrapar a Lobo Smothers con las manos en la masa. Pero todos los avisos llegaban tarde. Lobo siempre parecía ir un paso por delante y Paula sospechaba que alguien le ponía sobre aviso.


-Escucha -Susana se detuvo en seco.


-Silencio -dijo Paula, dirigiéndose tanto a Susan como a Solomon.


Paula se acercó lentamente hacia el sonido producido por las hojas al ser pisadas y el cling-clang del metal. Cuando llegaron hasta un pequeño claro, Paula y Susana se agacharon, ocultándose tras un grupo de matorrales.


-Es él -susurró Susana.


Paula vio a Lobo Smothers, sus ancha espalda inclinada sobre una trampa de metal. Tiras de sudor empapaban su camisa. Largos mechones de cabello pelirrojo castaño caían sobre su fuerte cuello. Paula tuvo que contenerse para no lanzarse directamente sobre él. Aquel rufián no mataba sólo por el dinero, sino también por el placer que le producía hacerlo, indiferente al sufrimiento de los pobres animales que morían lenta y dolorosamente en sus trampas.


-Me revuelve el estómago verle colocar esos terribles aparatos -Susana cerró los ojos.


-Te dije que no vinieras, ¿no? Yo podía haberlo hecho sin ti.


-No podía permitir que vinieras sola -dijo Susana-. Puede que sea un tanto remilgada, pero no soy ninguna cobarde.


-Sólo tienes un corazón demasiado blando -Paula dejó la escopeta en el suelo, descubrió el objetivo de la cámara que llevaba colgada al cuello y la apuntó hacia Lobo Smothers.


-Tú tienes el corazón tan blando como yo.


-Sí, pero yo crecí junto a un áspero abuelo y tres hermanos mayores y tuve que endurecerme con el paso de los años; sin embargo tu creciste con tu tía soltera y todos sus animales.


Paula empezó a disparar foto tras foto. Estaban lo suficientemente alejadas de Lobo como para sentirse seguras. Los teleobjetivos de la cámara facilitaban las cosas.


-¿Qué hace ahora? -susurró Susana.


-Ya ha terminado -Paula volvió a cubrir el objetivo de la cámara-. Se moverá de aquí en cualquier momento. Vamos a seguirle para ver qué más hacer.


-Pero ya le has fotografiado poniendo las trampas, ¿no?


-Sí, pero tengo la sensación de que va a comprobar las trampas que ya tiene puestas -cogiendo a Susana por el brazo, Paula la ayudó a levantarse y luego recogió
la escopeta-. Si crees que tu estómago no va a soportar la visión de un animal atrapado en una trampa será mejor que vuelvas al coche y me esperes.


-¡Ni hablar! Voy contigo -Susana siguió a Paula tan fielmente como Solomon-. Si tienes algún problema quiero estar cerca para ayudarte. ¿Estás segura de que va a comprobar sus otras trampas?


-Sólo hay una forma de averiguarlo.


Las dos mujeres siguieron al cazador a una distancia discreta. Al cabo de cinco minutos, Lobo volvió a detenerse. Un pequeño zorro atrapado por la pierna en una de sus trampas había tratado de roérsela antes de morir. La desagradable visión del pobre animal hizo que el estómago de Paula se revolviera. Cerró los ojos.


-No mires, Susana.


-Oh, Dios mío -gimió Susana, dando un paso atrás y apoyando ambas manos en un árbol cercano.


Paula se acercó a su amiga. Sabía que había sido una equivocación dejar que su amiga fuera con ella. Susana no estaba hecha para aquello.


-¿Te encuentras bien?


-Saca las fotos -susurró Susana-. No te preocupes por mí -llevándose las manos al estómago Susana se dejó caer de rodillas y vomitó.


Paula se acercó un poco al lugar en el que Lobo estaba recogiendo su presa.


Sacó varias fotos. Esperaba que aquello bastara como evidencia para meter a Lobo entre rejas.


-¿Se ha ido ya? -preguntó Susana cuando volvió junto a Paula.


-Sí, supongo que va a ir de trampa en trampa.


-¿Vamos a continuar siguiéndole?


-Sólo una trampa más -dijo Paula.


-No he visto hacia dónde ha ido -Susana miró a su alrededor-. ¿Y tú?


-Hacia el este. Vamos.


Paula no tardó mucho en darse cuenta de que había perdido a Lobo. En algún momento del trayecto había vuelto sobre sus pasos. ¿Se habría dado cuenta de que lo estaban siguiendo? Paula conocía bien aquellos bosques, pero Lobo los conocía aún mejor y estaba acostumbrado a cazar y pescar, a seguir a sus presas y captar todas las señales del bosque.


-¿Qué sucede? -preguntó Susana cuando Paula se detuvo junto a un tronco caído.


-Ha desaparecido. Puede habernos oído, o visto, o tal vez halla sentido que alguien le seguía.


-¿Qué vamos a hacer?


-Vamos a salir de aquí cuanto antes -Paula sonrió mirando a su amiga, pero vio que esta había perdido el humor hacía rato.


-¿Crees que vendrá a por nosotros? -Susana deslizó las manos arriba y abajo por sus caderas, inquieta.


-Lo dudo -mintió Paula.


Al cabo de unos minutos llegaron casi sin aliento al primer lugar en el que se habían detenido.


Paula oyó que Solomon gruñía. Volvió la cabeza y vio a Lobo Smothers apoyado contra un gran roble. Una desagradable sonrisa torcía el gesto de su sucio rostro.


-¿Qué hacen dos muñecas como vosotras en el bosque?


Susana cogió la mano de Paula.


-¿Paula?


-Disfrutando del paisaje -contestó Paula.


-¿Sacando unas fotos? -Lobo señaló la cámara que colgaba del cuello de Paula-. No habrás hecho fotos de mí y de mis trampas, ¿no?


-Tenía entendido que no utilizabas trampas -Paula apoyó la mano en el cuello de Solomon, sabiendo que tal vez tendría que darle la orden de ataque en cualquier momento. La escopeta que llevaba estaba cargada, pero no la utilizaría más que como último recurso. En esa ocasión no estaba cargada de perdigones y si disparaba contra Lobo podría matarlo.



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