martes, 21 de marzo de 2017

PROBLEMAS: CAPITULO 17




El cálido aire de la noche golpeó el rostro de Paula en cuanto salió del Pale Rider. Aspirando profundamente, buscó en el bolso las llaves del coche. La mano derecha le dolía mucho y tuvo que utilizar la izquierda para abrir el coche.


Una vez dentro, apoyó la cabeza en el volante. La razón le decía que no había sido culpa suya que Eric Miller no la dejara en paz, que él había provocado la situación y Pedro se había metido en medio. Pero sus emociones le recordaban que los problemas parecían perseguirla. Sobre todo cuando Pedro Alfonso estaba cerca para poder sacarla del lío.


¿Era culpa suya o él destino trataba de gastarle una broma cruel? Lo último que quería era causarle más problemas a Pedro, ver su nombre unido al de ella en los periódicos.


De pronto oyó que alguien golpeaba en la ventanilla y se volvió. Pedro estaba en el lado opuesto del coche, mirándola por la ventanilla. Paula se inclinó y abrió la puerta. Pedro entró.


-Déjame ver tu mano -Pedro alzó la mano de Paula en la suya-. Mmmm, no tiene muy buen aspecto, cariño. Le has dado un buen golpe.


-¿Qué estás haciendo aquí, Pedro? Creí haberte dicho que...


-Como dijiste, cuesta enterrar los viejos hábitos. Supongo que estoy acostumbrado a preocuparme por ti -Pedro metió la mano en su bolsillo, sacó un pequeño envoltorio blanco y la colocó sobre la mano de Paula.


Ella la apartó instintivamente.


-¡Está frío!


-Es una bolsa de hielo.


-¿Qué voy a hacer contigo, Pepe?


-Creo que eso suelo decirlo yo, ¿no? -dijo Pedro.


Cuando Paula vio la sonrisa en su rostro, parte de sí misma quiso abofetearlo, otra parte quiso ponerse a llorar y otra quiso besarlo y besarlo sin cesar.


-Antes o después vas a tener que poner una denuncia contra Miller -dijo Pedro, mirándola a los ojos.


-Probablemente tienes razón. Pero no creo que Eric suponga un verdadero peligro. Sólo tiene esa... esa especie de obsesión por mí.


-Es grande, fuerte y decidido. Y es un borracho. Esa combinación lo hace peligroso -Pedro deslizó la punta de su pulgar por la muñeca de Paula-. Esta noche estás sola, Paula. Sin escopeta, sin Solomon... No estás cuidando bien de ti misma.


-Ya hace un mes que sucedió lo de los disparos. Nadie me ha molestado desde entonces. Y lo de esta noche con Eric ha sucedido frente a docenas de personas. Si no hubieras intervenido, los gorilas del club se habrían hecho cargo del asunto.


-No podía quedarme cruzado de brazos mientras Miller te molestaba -Pedro se inclinó hasta que su aliento acarició el pelo de Paula-. Tu no querías que te tocara, y Dios sabe que yo tampoco.


-Pepe, esto es una locura y ambos lo sabemos.


-¿Qué es una locura? -preguntó él inocentemente-. ¿Que te haya traído una bolsa de hielo para tu mano herida? ¿Que me preocupe por lo que te pasa? ¿Que me haya vuelto loco esta semana pensando en cómo estarías, tratando de buscar cualquier excusa para llamarte o ir a verte?


-No puedo creer que esto esté sucediendo -Paula apartó la mano de él, dejando que el paquete de hielo cayera-. He pasado los últimos ocho años persiguiéndote y tú los has pasado huyendo de mí. He utilizado cualquier problema que tuviera para atraerte a mi vida y tú te has hartado de decirme cuánto deseabas librarte de mí.


Pedro recogió la bolsa de hielo y volvió a colocarla sobre la mano de Paula.


-¿Y? ¿Qué quieres decir?


-¿Cómo que qué quiero decir? -Paula bufó-. Quiero decir que tú y yo habíamos quedado en que no tenemos futuro juntos. No estamos hechos el uno para el otro. Nos hacemos daño. Yo quiero casarme, tener hijos y una casita con una valla blanca rodeándola. Soy una chica sencilla y anticuada. No podría cambiar. No podría dejar de ser yo misma -hizo una pausa y miró a Pedro, esperando por si tenía algo que
decir.


-¿Y?


-Y tú eres un hombre complicado con un sofisticado estilo de vida, que finalmente ha reconocido sentirse atraído por mí, ¿no?


-Sí -asintió Pedro.


-Pero tú quieres tener una aventura -Paula tragó-. Quieres que nos acostemos para poder librarte de la obsesión que produce el deseo insatisfecho.


-Hablas como si fuera un hombre sin corazón, como si no sintiera ningún cariño por ti -Pedro apoyó la palma de la mano en la mejilla de Paula, deslizando el pulgar por su labio inferior.


-No podemos tener una aventura, Pepe. Estropearía tus posibilidades de presentarte a gobernador y me rompería el corazón.


Un agudo sentimiento de culpabilidad y remordimiento se apoderó de Pedro.


Durante todos aquellos años se había dicho que era a Paula a la que protegía manteniendo una relación con ella totalmente alejada del sexo. Pero se había estado engañando a sí mismo. Lo había hecho tanto para protegerse a sí mismo como a ella.


Siempre había pensado en sí mismo primero, en lo que más le convenía. Como su padre. Exactamente igual que el senador Mariano Alfonso.


Incluso esa noche había tenido más en cuenta sus sentimientos que los de Paula.


Ella tenía razón. Era él el que había cambiado la reglas en medio del juego porque se había cansado de las antiguas. La noche que le habían disparado tenía intención de hacerle el amor a Paula, a pesar se saber que no era la clase de mujer que se contentaría con tener una aventura.


-Debes pensar que soy un auténtico bastardo -dijo.


-Creo que eres maravilloso -dijo Paula, sin mirarle directamente-. Siempre he pensado que eres maravilloso.


-¿Cómo puedes decir eso después de cómo te he tratado?


-Ahora mismo estás confuso, eso es todo. Has llegado a una encrucijada en tu vida y tienes miedo de tomar la decisión equivocada. Yo creo que formo parte de esa confusión que sientes. Si no fuera la hermana pequeña de los Chaves, la jovencita que se enamoró de ti a lo dieciséis años, ya me habrías llevado a la cama.


-¿Tanto se me notaba? -Pedro creía haber ocultado sus verdaderos sentimientos durante aquellos años, pero era evidente que no.


-Me he dado cuenta últimamente -admitió Paula-. Me deseas y sientes cariño por mí pero no encajo en tu vida. Y tú tampoco encajas en la mía -Paula rió y el sonido de su risa se mezcló con las lágrimas-. Si tenemos una aventura los periódicos encontrarán una mina. Y no podemos casarnos. No me amas, y la gente no votaría por un hombre cuya esposa...


Pedro cubrió los labios de Paula con su dedo índice.


-Ah, Paula, ¿sabes lo que más temo en esta vida? Tengo miedo de volverme igual que mi padre. De convertirme en un bastardo frío y sin corazón que pisotea a todo el que se interpone en su camino, que no tiene en cuenta lo que otras personas piensan o necesitan. Ya soy bastante parecido a él. Octavio me odió durante unos años porque pensaba que era una fotocopia de mi padre.


-Tú no eres tu padre -Paula se quitó el hielo y cogió el rostro de Pedro entre sus manos-. Puede que te parezcas a él en algunas cosas, pero tú eres tú.


-¿Sabes que llegué a pensar en pedirle a Donna Fields que se casara conmigo porque sabía que sería la perfecta esposa para un político? No la amo y ella no me ama a mí. Esa es la clase de cosa que habría hecho mi padre. De hecho, dudo que amara a mi madre; sólo le interesaba el dinero de su familia y sus conexiones sociales...


-Deja de mortificarte -Paula le acarició el rostro con ternura-. Eres fuerte, inteligente y cariñoso. Serás un gobernador estupendo. El mejor que haya tenido nunca este estado.


-Sólo dices eso porque...


-Porque te quiero. Sí, lo sé. Y si una gran chica como yo te quiere debe significan que no eres un mal tipo.


-Paula...


Ella le besó con labios cálidos y tentadores. Pedro le devolvió el beso, cogiéndola por la nuca con la mano y atrayéndola hacia sí. Pero terminó el beso antes de que se le fuera de las manos, antes de perder el control.


-No voy a romper tu corazón, Paula. Voy a salir de tu vida antes de hacerte más daño -Pedro abrió la puerta del coche, salió y luego se inclinó junto al asiento de pasajeros-. Prométeme que te cuidarás.


-¿Pepe?


-Adiós, Paula Chaves. Voy a echarte de menos -Pedro cerró la puerta y se alejó.


Paula permaneció allí sentada interminables minutos, sintiendo que su corazón agonizaba. Esa vez había acabado definitivamente. No había duda. No volvería a ver Pedro Alfonso.




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