jueves, 2 de marzo de 2017

APUESTA: CAPITULO 35





Pedro se sentía realmente estúpido, y no precisamente porque los organizadores le hubieran hecho ponerse un esmoquin y pajarita, sino porque acababa de decirle a Kieran que iba a dejarle el camino libre y a esperar entre bastidores. 


«Genial, simplemente genial, Alfonso», se dijo con una mueca de disgusto.


Cinco minutos antes de que diera comienzo la subasta tomó una decisión: iba a buscar a Paula y a decirle lo que sentía por ella, de una vez por todas. Sabía que sería incapaz de mantener la palabra que le había dado a Kieran. No podía dejar que se la llevara sin hacer nada, no podía. Y con la sonrisa en los labios del que al fin ha visto claro lo que tiene que hacer, se abrió paso por entre las personas que estaban en el pasillo detrás del escenario.



***

—¿Cómo te atreves? ¿Que vas a perdonarme? —exclamó la joven indignada.


—Paula, por favor…


La voz de Kieran se vio ahogada por la música de rock que salió de los altavoces para anunciar el comienzo de la subasta. Bajaron un poco las luces del salón, y se encendió un foco en el centro del escenario para iluminar al primero de los solteros que se «subastaban».


—Hola, soy Tom, y les aseguro, señoras, que valgo cada penique de los que piensen ofrecer.


Algunas mujeres entre el público lo jalearon, y hubo un estallido de risas.


Kieran alzó la voz.


—Paula, por favor, piénsalo.


Otro soltero subió al escenario.


—Hola, soy Gerard y estoy buscando a una chica con ganas de pasarlo bien.


Kieran volvió a apretarle la mano a la joven.


—Quiero decírselo a Nieves esta noche, Paula. No creo que sea justo seguir dándole esperanzas.


A Paula le hervía la sangre. ¿Cómo podía estar diciendo aquellas cosas? Ella no se había arrojado en brazos de Pedro como sugería por una especie de curiosidad cuasi incestuosa, ni el sentirse sola, ni el echar de menos los viejos tiempos. ¡Y tener la caradura de decir que la perdonaría!


—Olvídate de mí, Kieran. Estoy enamorada de él.


Kieran se quedó de una pieza, boqueando como un pez.


—¿Qué?


Un tercer soltero subió al escenario.


—Hola, me llamo Patrick y…


Paula alzó los ojos hacia Kieran y repitió lo que había dicho con voz clara y firme:
—Estoy enamorada de Pedro.


—No, Paula —dijo Kieran negando con la cabeza y tomándola de la otra mano—. Claro que lo quieres, pero como a un amigo, como a un hermano… vamos, Pau, estamos hablando de Pedro, por amor de Dios… No puedes estar enamorada de él.


—¡Pues lo amo, Kieran, lo amo! Lo amo precisamente porque es Pedro, mi mejor amigo, y la persona que ha estado siempre a mi lado, y… —esbozó una sonrisa— y mi amante —le dijo soltándose y dando un paso atrás—. Y si voy a ser honesta contigo y conmigo misma, te diré que probablemente llevo toda mi vida enamorada de él, solo que había estado tan ciega que no me había dado cuenta hasta ahora.


Kieran seguía mirándola, inmóvil, como si se hubiera convertido en piedra.


—Eso no es verdad, Paula, tú lo sabes…


Pero la joven sacudió la cabeza.


—Es la verdad, Kieran. Cada vez que venía de visita y volvía a marcharme, sentía que era como dejar atrás una parte de mí, y finalmente, aún sin saberlo, he vuelto para quedarme, porque ya no soportaba seguir separándome una y otra vez de él.


—Entonces ya hace años que querías acostarte con él, ¿es eso? —masculló él con puro veneno en la voz—. Quizá incluso antes de que cortáramos.


Paula lo miró dolida. No había sido así, no era algo premeditado como él pretendía sugerir, no había sido algo orquestado entre ellos para traicionarlo. No, Pedro había entrado en su corazón de puntillas, sin que ella se percatara de su presencia.


—Te equivocas. Ha sido algo gradual, algo involuntario, pero ahora sé que lo amo. Lo amo con toda mi alma, y, al contrario que tú, no pienso cometer un error tan grande como para perder la felicidad ahora que la he encontrado.


—¿Por qué tratas de engañarme, Paula? ¿Y por qué tratas de engañarte a ti misma? —replicó él, sacudiendo la cabeza—. ¿Es que no lo ves? ¿Por qué habrías estado ocultándome lo que hay entre vosotros si no fuera porque aún te importo?


—Claro que todavía me importas, Kieran. No puedo borrar de mi corazón lo que fuimos el uno para el otro, y me duele ver que no has logrado superar nuestra ruptura —le dijo dando un paso hacia él—, pero si no te he dicho nada, ha sido porque no quería hacerte daño. Lo nuestro no tenía razón de ser, Kieran, sencillamente no estábamos hechos el uno para el otro como al principio creímos.


Los ojos de Kieran relampaguearon de furia.


—Oh, ¿y Pedro y tú sí? —le espetó. Paula dejó escapar un profundo suspiro.


—Sí, Kieran, aunque te duela, estoy convencida de que sí.


Él se quedó callado, mirándola a los ojos, como esperando ver en ellos que le mentía, y entonces, súbitamente, la empujó contra la pared. El grito de protesta de Paula quedó ahogado por los labios de Kieran, y, aunque trató de apartarlo, empujándole el pecho con las manos, no sirvió de nada.






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