jueves, 2 de marzo de 2017

APUESTA: CAPITULO 34




Sentada en una mesa con Paul, Cata, Kieran y Nieves, Paula miró en derredor y se sorprendió de la cantidad de féminas que habían llenado el salón de repente. Su amiga, al verla fruncir el ceño contrariada, sonrió maliciosa y le dijo guiñándole un ojo:
—Cuánto público para la subasta, ¿eh?


—Mmm —murmuró Paula, fingiendo que no le importaba.


Sin embargo, justo en ese momento vio a Maura Connell unas mesas más cerca del escenario, y se descubrió a sí misma conjurando pensamientos asesinos en su mente. Se sonrió ante lo irónico de la situación: nunca se habría creído capaz de una reacción del tipo «mantente alejada de mi hombre».


—Me parece que voy a tener que hacer una visita a los aseos —murmuró Cata poniéndose al borde de la silla y apoyando las manos en los riñones.


—Te acompañaré —se ofreció Paula. La ayudó a levantarse, tomo su bolso, y le dijo a los otros—: Volvemos enseguida.


Tras dejar a Cata en el lavabo, Paula se escapó al pasillo que había detrás del escenario. Lo que no se esperaba era encontrar a Kieran allí.


—¿Vas a ver a Pedro? —le preguntó con los ojos entornados.


Paula lo miró cautelosa. ¿Acaso sospechaba algo?


—Sí —respondió tratando de mantener la calma—, quería desearle suerte. El pobre debe de estar pasándolo fatal. No sé cómo no te ha matado.


Kieran esbozó una sonrisa.


—Bueno, es la clase de bromas que solíamos gastarnos en la universidad.


Paula sacudió la cabeza.


—Te pasas cada día deseando que tu vida volviera a ser como entonces, ¿eh?


La sonrisa se borró de los labios de Kieran.


—¿Acaso tú no? Aquellos fueron los mejores años de nuestra vida. Lo pasábamos tan bien…


Paula se quedó mirándolo un instante. Sentía lástima por él. 


Era cierto que habían sido tiempos muy felices, pero en parte se debía a que en aquella época apenas tenían preocupaciones, y todo era mucho más simple.


Durante los años de universidad, el magnetismo de su personalidad había hecho que Kieran estuviese siempre rodeado de compañeros y amigos que lo admiraban, que buscaban su consejo y su apoyo. Tal vez esa era la razón por la que ella se había sentido atraída por él, se dijo Paula, porque Kieran era todo lo que ella no era: vivaz, seguro de sí mismo… Quizá había pensado que al estar a su lado, al conseguir su amor, algo de esas cualidades se le pegaría.


En ese momento Cata regresaba a la mesa, y los vio allí al pasar. Lanzó una mirada interrogativa a Paula, pero esta sonrió levemente y le hizo un gesto con la mano para que no se detuviera.


—Ve a sentarte, Cata. Nosotros vamos ahora mismo.


Kieran apenas esperó a que Cata se hubiera alejado para decirle a Paula en un tono acusador:
—Has estado evitándome, ¿no es cierto?


Paula suspiró.


—Sí, Kieran, he estado evitándote, porque todo esto es una locura y tenía la esperanza de que lo olvidaras.


—No puedo olvidarlo. Pau, no puedo olvidarme de ti. Es necesario que averigüemos si aún queda algún rescoldo de lo que había entre nosotros. Tienes que saber que en todo este tiempo no he dejado de amarte, Paula. Lo único que pude hacer cuando te fuiste fue aprender a vivir sin ti.


Paula se giró hacia él.


—Entonces hiciste lo que yo esperaba que hicieras: seguir con tu vida, igual que yo he hecho con la mía.


Kieran tomó la mano de la joven en la suya.


—Una vez fuimos felices, Paula, y podríamos volver a serlo, estoy seguro.


—Kieran, no…


—Sé lo tuyo con Pedro.


Las palabras de Kieran la dejaron paralizada. ¿Lo sabía? ¿Pero cómo…? Y entonces recordó haberlos visto hablando a los dos en la barra del bar momentos antes.


—Te lo ha dicho él… —murmuró incrédula. ¿Por qué no la había esperado? Habían acordado decírselo juntos…


—Sí, y me ha dicho que no se interpondrá.


La joven lo miró boquiabierta.


—Dame otra oportunidad, Paula, dejemos atrás lo que nos separó y volvamos a empezar —dijo apretándole la mano—. No tienes que sentirte avergonzada de lo que ha surgido entre vosotros. Yo lo entiendo, porque sé mejor que nadie lo que es tener una debilidad momentánea, y te perdonaré, igual que tú lo hiciste conmigo. Es comprensible que tuvieras curiosidad. Has estado viviendo varios meses con él, te sientes sola, te recuerda los viejos tiempos… Además, en el fondo yo siempre pensé que era una espinita que tenías que arrancarte para poder centrarte en nosotros.








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