sábado, 4 de febrero de 2017

LA VENGANZA DE UN HOMBRE: CAPITULO 29




—¿Te has vuelto a casar? Deja que te dé la enhorabuena —dijo Alessandro abrazando a Pedro.


—Gracias —dijo Pedro comenzando a sentirse relajado.


—Llevas mucho tiempo desaparecido, Pedro.


—Sí, sé que debería haber venido antes a visitarte.


—Nunca llegué a entender por qué no aceptaste mi ofrecimiento de ayuda. Te hubiera conseguido los mejores abogados del mundo.


Pedro se encogió de hombros, pensando en lo estúpido que había sido al creer las mentiras de Roberto Chaves.


El pensar en un mundo sin Paula lo hizo estremecerse.


—Lucia no creyó en mi inocencia, así que, ¿qué sentido tenía tratar de demostrársela a un puñado de desconocidos?


Pedro, sólo te diré esto una vez. Tienes una vida por delante. Olvida a Lucia. Recuerda lo que tuvisteis, pero no la idealices.


—No quiero olvidarla, Alessandro —dijo Pedro, deseando poder dejar atrás el dolor.


—Lo sé. Yo también quería a mi hermana y la echo de menos. Pero no estaba ciego a sus defectos. No pienses que no sé que podía llegar a ser muy cabezota.


Pedro rió ante las palabras de Alessandro.


—Sí, a veces lo era.


—¡Muchas veces! Tenía tendencia a la depresión y era muy insegura. Recuerdo lo celosa que era, siempre le preocupaba que te enamoraras de una mujer más joven.


—Eso es absurdo —dijo Pedro mirando sorprendido a Alessandro.


—Es cierto. ¿Por qué crees que estaba tan furiosa de aquel desastre? Era su peor pesadilla hecha realidad.


—La amaba y nunca me sentí tentado por ninguna otra mujer —dijo Pedro, enfadado de que su lealtad y su honor fueran puestos en juego.


Aunque en el fondo, se sentía culpable. Se había sentido atraído por aquella joven de dieciocho años llamada Paula, aunque nunca habría traicionado a Lucia.


—Lo sé —dijo Alessandro dándole una palmada en el hombro—. Nunca dudé de ti ni por un instante y se lo dije a Lucia. Pero quería hacerte sufrir —añadió dejando escapar un suspiro—. Y ahora, aquí estás, enamorado de nuevo.


—Yo no... —comenzó a decir Pedro, pero se detuvo.


Alessandro tenía razón. Tenía una nueva oportunidad para ser feliz. Había llegado el momento de decirle adiós a Lucia.


Entonces, su teléfono móvil comenzó a sonar insistentemente y miró la pantalla. Al ver que era un número de Auckland, su corazón dio un vuelco.


—¡Pedro!


Al comprobar que era Roberto Chaves, sintió que las rodillas se le doblaban. Lo siguiente que le dijo, hizo que su cabeza comenzara a dar vueltas.


—Oye, ¿estás bien? —preguntó Alessandro preocupado, poniendo una mano en el hombro de Pedro, una vez colgó.


—Mi esposa ha sido secuestrada —contestó tratando de no mostrar el dolor que sentía.





No hay comentarios.:

Publicar un comentario