lunes, 27 de febrero de 2017

APUESTA: CAPITULO 24




Un par de horas después yacían aún juntos en la cama, abrazados el uno al otro, y finalmente Pedro levantó la cabeza del pecho de Paula y la miró a los ojos.


—Buenos días —murmuró con una sonrisa seductora. Paula no pudo evitar sonreír también.


—Será más bien «buenas noches» —dijo señalando la ventana. Fuera ya había oscurecido.


—Mmm… Pues yo me siento como si hubiera despertado a un nuevo y maravilloso día —dijo él besándola.


De pronto, sin embargo, se oyó el ruido de un coche deteniéndose frente a la casa, cómo se abrían y cerraban sus puertas, y las voces de Nieves y Kieran. Paula se separó de Pedro y abrió los ojos como platos.


—¡Oh, cielos! ¡Ya han vuelto! Tienes que irte, Pedro.


—Mmm… ¿y si no quiero? —murmuró él juguetón.


Paula se bajó de la cama y fue a ponerse la bata.


—No seas ridículo, Pedro, no pueden encontrarnos así. Además, Ya hablamos de esto, ¿recuerdas?


Él rodó hasta el borde de la cama, y empezó a recoger su ropa con parsimonia.


—¡Date prisa, Pedro! —siseó la joven nerviosa, yendo a abrir la puerta del dormitorio.


Sin abrocharse los vaqueros, Pedro se echó la camiseta sobre el hombro y se quedó mirándola.


—No hemos hecho nada malo, Paula. ¿Por qué vamos a tener que escondernos como dos adolescentes? Lo digo en serio.


Paula gimió desesperada.


—Ahora no, Pedro, por favor… —masculló empujándolo al pasillo—. Ya hablaremos de eso mañana.


Pedro se detuvo obstinadamente en el quicio de la puerta.


—¿Y por qué no ahora?


Se escuchó la llave girando en la cerradura de la puerta principal y, tras lanzar una mirada nerviosa a las escaleras, la joven lo miró, y la sorprendió la expresión que vio en su rostro. ¿Acaso sentía que lo estaba rechazando de alguna manera? ¿Cómo podía pensar eso después de lo que acababa de ocurrir entre ellos?, se preguntó parpadeando confusa. Si había estado de acuerdo en que aún no podían decírselo a Kieran, ¿cuál era entonces el problema?


Pedro —siseó—, ¿es que quieres que nos pille?


—Bueno, no, pero…


—¿Pero qué? —lo cortó ella desesperada.


Paula volvió a girar la cabeza hacia las escaleras, y Pedro se quedó mirándola, observando encantado que sus cabellos aún estaban revueltos y sus mejillas teñidas de rubor. 


Contuvo el aliento en su pecho, recordando lo que acababan de compartir, y de pronto, como si hubiese tenido una revelación, supo que estaba enamorado de ella. O quizá, le susurró una vocecilla en lo más hondo de su alma, quizá siempre lo había estado. Dios, ¿era eso posible?


Cuando Paula volvió de nuevo la cabeza hacia él, sus ojos verdes le imploraban que entrara en razón.


—Por favor, Pedro, ¿no podemos discutir esto luego? No querría que arruinásemos ya lo que acaba de suceder.


Los dos dieron un respingo al escuchar un crujido en el primer escalón y, tras mirarla un instante, Pedro finalmente asintió.


—Nada podría arruinarlo —murmuró.


—Lo sé —dijo Paula, sonriendo con dulzura—. Se lo diremos, Pedro, juntos, pero no ahora, ¿de acuerdo?


Él pareció dudar de nuevo por un instante, pero volvió a asentir con la cabeza.


—De acuerdo.


Paula apenas esperó a verlo cerrar la puerta de su dormitorio antes de cerrar la suya, y segundos después escuchaba los pasos de Kieran y Nieves por el pasillo.


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