lunes, 27 de febrero de 2017

APUESTA: CAPITULO 25





Cuatro años antes


—Kieran todavía no lo ha superado.


Paula suspiró ante las palabras de Pedro. Ya hacía dos años que había dejado atrás Irlanda y su relación con Kieran.


—No lo creo.


—Bueno, es normal, Paula, él te amaba. ¿Es que a ti no te está costando seguir adelante?


La joven se cambió el teléfono de mano antes de contestar.


Pedro, yo lo amaba, pero… no lo suficiente, eso es todo.


—No te escudes en eso, Paula. En el amor no puede haber medias tintas. O se ama, o no se ama —replicó su amigo.


Paula se removió incómoda en su sillón.


—Pues yo sí lo amaba, pero simplemente no salió bien —concluyó en un tono algo áspero.


—Ya, ¿y qué hay de ese tío con el que estás saliendo?


Paula frunció los labios.


—Se llama Brad, y para tu información es muy agradable.


—Pero no es el príncipe azul, ¿verdad? —adivinó Pedro—. Tal vez ya lo habías encontrado y lo dejaste aquí en Irlanda.


Paula suspiró.


—Escucha, Alfonso, sé que es tu mejor amigo, y créeme que yo también siento que lo nuestro no funcionara, pero eso no significa que me vaya a pasar el resto de mi vida lamentándome, ni que no tenga tanto derecho como cualquiera a buscar la felicidad junto a otra persona.


—Perdona. Tienes razón, y yo quiero que seas feliz. Espero que algún día encuentres a esa persona.


Se quedaron los dos en silencio un buen rato, antes de que Paula le preguntara:
—¿Y qué me dices de ti?


—¿De mí?


—Sí, de ti. ¿Crees en el amor verdadero y todo eso?


—No sé. No estoy muy seguro de que haya alguien predestinado para cada uno de nosotros. 


Paula sonrió al otro lado de la línea. 


—Pues espera y verás, Alfonso. El día menos pensado llegará una mujer que te robe el corazón delante de tus narices.


—Y viviremos felices para siempre en un palacio encantador —concluyó Pedro echándose a reír—. Seguro.


Paula se rió también, pero volvieron a quedarse callados, y finalmente la joven se decidió a retomar el tema que hacía unos momentos había evitado. Pedro era su mejor amigo.


 ¿Con quién si no podría hablar de ello?


—Hablé con él… el otro día. 


Pedro siguió callado un instante. 


—¿Con Kieran? 


—Sí.


—¿Y qué tal fue? —inquirió Pedro, conteniendo el aliento.


—Bien, supongo —murmuró ella—. Al menos pudimos hablar como dos adultos. 


—¿Te pidió que volvieras?


—Alfonso, por favor, no insistas sobre eso —le rogó ella frunciendo el ceño—. Lo nuestro está acabado, y no hay vuelta atrás.


—Entonces, ¿por qué lo llamaste, después de todo este tiempo?


La joven exhaló un profundo suspiro. Por el tono exasperado de Pedro comprendió que no estaba preparado para oír la verdad de lo que había ocurrido. Era mejor así. Sí, prefería que creyera que la culpa de la ruptura había sido enteramente de ella.


—Kieran me escribió una carta… —murmuró—. Y, después de leerla… bueno, había cosas a las que tenía que contestarle, asuntos que teníamos que tratar, eso es todo.


Pedro frunció el entrecejo extrañado, pero no hizo ninguna pregunta al respecto. No quería entrometerse.


—Pedro, yo… también lo siento por ti, que te quedaras en medio. Debe de ser muy incómodo para ti.


—Eh, vamos, Pau, no seas boba, no vayas a preocuparte ahora por mí —la cortó él sonriendo—. Además, os aprecio a ambos por igual, y no voy a tomar partido por ninguno de los dos, te doy mi palabra.


—Gracias, Pedro.



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