domingo, 26 de febrero de 2017

APUESTA: CAPITULO 21




Durante los últimos días, Paula y Pedro habían estado besándose a escondidas como dos adolescentes. La joven no quería que Kieran los pillara in fraganti y se enterara, pero por alguna razón aquello lo hacía más excitante, y no podía dejar de sonreír maliciosa cada vez que imaginaba la escena. ¿Qué podrían decirle entonces?: «Lo sentimos, Kieran, pero es que hasta que no pasáramos un par de semanas juntos en la cama no podíamos decidir si esto es solo atracción física o algo más, así que entretanto pensamos que era mejor no contarte nada».


Nunca había experimentado un deseo semejante por nadie. 


Solo con pensar en los veinte minutos que habían pasado en la oficina de Pedro a la hora del almuerzo ese día, no podía dejar de sonreír de felicidad. Era maravilloso, era como ser dos adolescentes que estuvieran descubriendo el sexo. 


Nunca antes le había parecido que tocarse y besarse pudiera resultar tan delicioso. Pero, aun así, suerte que la puerta del despacho de Pedro tenía pestillo.


Mientras Paula recordaba todo aquello con expresión soñadora, su amiga Cata llevaba un rato observándola llena de curiosidad, hasta que ya no pudo aguantarse más:
—Pareces una niña con zapatos nuevos. Lo habéis hecho, ¿verdad?


—¡Cata!


Su amiga puso los brazos en jarras y enarcó una ceja.


—No soy tonta, Paula. Conozco muy bien esa expresión, es la expresión de una mujer totalmente satisfecha.


—No digas bobadas —replicó Paula airada mientras colocaba unos folletos sobre el mostrador.


—Es la verdad.


—No, no lo es —insistió Paula.


Pero Cata no estaba convencida.


—Entonces, ¿por qué no haces más que sonreír?


—No sé, me gusta mi vida, supongo —murmuró Paula esbozando otra sonrisa y ladeando la cabeza.


—Ya, seguro —respondió su amiga frunciendo los labios—. ¿Y significa eso que las cosas van bien con Pedro?


—No te rindes, ¿eh? —suspiró Paula.


—No, soy tu amiga y me importas. Solo quiero saber cómo te va, eso es todo.


Parecía dolida, y Paula se sintió mal.


—De acuerdo, de acuerdo… Las cosas van bastante bien con Pedro, gracias.


Cata sonrió de oreja a oreja.


—¡Ja! ¡Lo sabía!


—Pero no empieces a enviar invitaciones de boda ni a encargar la tarta —advirtió Paula levantando el índice—. Aún no sabemos hacia dónde va esto.


—Lo sé, lo sé, pero entonces estáis juntos, ¿no?


Paula miró en derredor, como para asegurarse de que no había espías en su propia tienda, y murmuró en voz baja:
—Sí.


Cata también miró en derredor y bajó también la voz, imitando a su amiga.


—¿Y por qué no quieres que se entere nadie?


Paula arrugó la nariz.


—Um… bueno, es que es algo… complicado de explicar.


Cata enarcó las cejas sorprendida.


—¿En qué sentido? ¿No tendrá Pedro una esposa secreta escondida como el señor Rochester en Jane Eyre?


Paula apenas pudo reprimir una sonrisilla.


—No, no es nada de eso.


—Pues deberías saber que toda esta intriga no me conviene en absoluto, no, en absoluto. Acabaré teniendo un parto prematuro, ya verás.


Paula se echó a reír.


—De acuerdo, es que… —se aclaró la garganta—, bueno, no queremos que Kieran lo sepa.


Cata se quedó mirándola anonadada, y como desaprobadora, pero no dijo nada.


—¿Qué? —inquirió finalmente Paula.


—Bueno, no irás a decirme que estamos aquí cuchicheando como colegialas solo porque te da miedo que tu ex se entere de que estás acostándote con su mejor amigo, ¿verdad?


Paula frunció el entrecejo.


—No estoy acostándome con Pedro.


—Aún —puntualizó Cata.


—Además, tal y como lo has dicho suena de lo más idiota, y no es tan simple.


Cata dejó escapar un dramático suspiro.


—Bueno, entonces trata de explicármelo.


Cata volvió a asegurarse de que no había moros en la costa: bien, solo un par de turistas curioseando.


—Es que preferiría que Kieran no se enterara todavía. Además, ¿quién nos asegura que esto no es más que una mera atracción física? Quizá se esfume en un par de semanas. Si Kieran se entera podríamos acabar como el rosario de la aurora. No sé cómo reaccionaría si supiera que hay algo entre Pedro y yo.


Kate se quedó mirándola un momento.


—Pero, ¿por qué estás tan segura de que lo vuestro no funcionará?


—¿Quieres decir en el sentido de «fueron felices y comieron perdices»?


—Sí.


Paula suspiró.


—Pues porque… No sé, piénsalo: ¿por qué precisamente ahora? Nos conocemos desde hace años. Entonces, ¿por qué nos está pasando esto precisamente ahora? ¿Por qué no nos habíamos sentido atraídos nunca el uno por el otro?


Cata se encogió de hombros.


—Bueno, tal vez este sea el momento preciso. Tal vez hasta ahora no hayáis estado preparados para esto.


—¿Estás sugiriendo que esto es cosa del destino?


—Algo así, sí.


Paula resopló y sacudió la cabeza.


—Bah, yo al principio también creía en todo eso del amor verdadero y todas esas chorradas, pero después de lo de Kieran… No sé, Cata, no todo el mundo tiene finales felices como lo tuyo con Paul. Eres muy afortunada.


—Paula Chaves, nunca te hubiera tenido por cínica. A Pedro le importas más que ninguna otra persona. ¿No crees que eso debe significar algo?


—A mí el también me importa, Cata, pero nunca pensé que pudiera… bueno, que pudiera llegar a sentirme atraída por él en un sentido… físico —concluyó sonrojándose ligeramente.


Cata pareció sorprenderse ante aquella afirmación.


—¿Nunca?


—No, nunca.


—¿Estás de broma?


—Oh, vamos, Cata, solo porque tú estuvieras colada por él en el instituto no significa que a mí vaya a pasarme igual.


—No es eso. Tú nunca miraste a Pedro de ese modo porque lo tenías delante de tus narices todo el tiempo. No te atraía porque no había ningún misterio en él, ni implicaba un reto, porque siempre estaba a tu lado, te era incondicional. En cambio Kieran te parecía inalcanzable, y querías que te hiciera caso a toda costa cuando tenía chicas alrededor todo el tiempo.


Paula se había quedado de piedra. ¿Podía tener razón su amiga? La sola idea le daba vértigo. Si era cierto, tendría que reconsiderar por completo sus sentimientos, todo lo que había tenido por auténtico de repente tal vez no lo había sido. ¿Su amor por Kieran solo había sido fascinación? ¿se había dejado deslumbrar por él y no se había dado cuenta de que era a Pedro a quien…?


—Eh, Paula… ¿estás bien? —murmuró Cata apretándole suavemente el brazo y sacándola de sus pensamientos.


Paula parpadeó y esbozó una pequeña sonrisa.


—Sí. Es solo que… me temo que el hablar de ello no me está ayudando demasiado.


—Lo siento, Paula, no quería hacerte daño, yo…


—No, no pasa nada —replicó Paula sacudiendo la cabeza—. Es que hasta ahora Pedro había sido la única constante en mi vida, y estaba tan convencida de que éramos solo amigos, que la idea de que esto pudiera estar destinado a ocurrir desde hace tiempo y yo haya estado dándole la espalda…


—Lo entiendo, estás asustada.


—Sí, lo estoy, pero lo peor es que no puedo detener esto que hemos comenzado, así que no me queda más remedio que dejar que las cosas sigan su curso y esperar a ver en qué dirección sopla el viento.


—Y preferirías que las cosas no se complicaran más evitando que Kieran se entere —comprendió Cata al fin, asintiendo con la cabeza.


—Si Kieran lo supiera se convertiría en la voz de la duda: me diría que no tiene sentido, que estoy confusa y por eso me estoy dejando llevar… No querría que él me influenciara. Además, podría herirlo vernos juntos, aun después de todo el tiempo que ha pasado, y Pedro se sentiría tan culpable como yo.


Cata negó con la cabeza.


—Kieran nunca te mereció. Incluso después de lo que te hizo, sigues preocupándote por él.





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