miércoles, 18 de enero de 2017

UN SECRETO: CAPITULO 9






Sentada en el asiento del acompañante del BMW, Paula apoyó la cabeza en el reposa cabezas y miró a Pedro.


El funeral había terminado.


—¿Estás cansada? —preguntó él.


—Un poco —contestó ella.


En realidad estaba agotada. Tenía dolor de cabeza y los pies la estaban matando debido a haber estado tanto tiempo de pie con tacones. Había vuelto a sentir náuseas y pensó que debía comenzar a comer mejor, tanto por el bebé como por ella misma.


Iba a utilizar el hecho de estar tan cansada para dormir en la habitación de invitados, como a veces hacía Pedro para no despertarla. Tenía que encontrar la fortaleza de terminar su relación.


No volverían a hacer el amor nunca más. Jamás.


—¿Sobre qué discutías con mi padre el día del accidente?


Aquellas palabras golpearon el cerebro de Paula como si fueran un mazo.


—¿Perdón? —dijo, sintiendo que el corazón le latía rápidamente. Había deseado que Pedro nunca supiera nada sobre aquel horrible enfrentamiento.


—Discutiste con mi padre en el aeropuerto. Quiero saber por qué.


Había sido por él, por Pedro. Pero Paula no se lo iba a decir. 


De todas maneras, seguramente no la creería. Por mucho que ella detestara a Enrique Alfonso, Pedro lo idolatraba y quería seguir sus pasos, aunque sospechaba que en realidad lo que había querido era su respeto.


—No fue precisamente una discusión —contestó—. Sólo estábamos hablando.


—La persona que os vio me dijo que parecía algo muy personal… muy emotivo. Como si os conocierais muy bien.


Paula pensó que aquella conversación era lo último que necesitaban en aquel momento, ya que lo que Pedro tenía que tener eran buenos recuerdos de su padre.


—¿Quién te dijo que estábamos discutiendo? —preguntó, andándose con rodeos.


—Eso no importa —contestó él, dirigiéndole una fugaz mirada mientras conducía.


Ella apartó la vista y miró por la ventanilla. Durante los anteriores dos años había vivido en un sueño. Aunque no había esperado una propuesta de matrimonio cuando se había mudado al ático de Pedro hacía un año, sí que había soñado con que él llegara a amarla. La pasión entre ambos había sido tan intensa desde el principio que había estado segura de que el amor no tardaría en llegar.


Ella lo amaba, por eso había aceptado solicitar el puesto de gerente en la tienda de Sidney ante la insistencia de él… aunque había sospechado que sólo había conseguido el puesto porque se estaba acostando con el jefe. Sidney era la última ciudad en el mundo en la que había querido vivir, pero se había mudado para poder pasar más tiempo con él. 


Aunque nunca habría sospechado la insistencia de Pedro de mantener su relación en secreto.


Él nunca invitaba a nadie a la casa… ni siquiera a su hermana. Tenía su propia vida social, sus propios amigos con los que se reunía para comer en lujosos restaurantes… una vida que no compartía con ella.


Pero en aquel momento había un bebé en el que pensar, un niño que se merecía algo mejor que una vida al margen de la de su propio padre.


—Estabas teniendo una aventura con él —sentenció Pedro, interrumpiendo los pensamientos de Paula.


Ella frunció el ceño y trató de comprender lo que había oído.


—¿Quién estaba teniendo una aventura?


—¡Tú! —espetó él, enfadado—. Tú estabas teniendo una aventura con mi padre.





1 comentario:

  1. Uyyyyyyyyy, cómo la embarró Pedro con semejante acusación. Ahora se va a armar

    ResponderBorrar