martes, 17 de enero de 2017
UN SECRETO: CAPITULO 6
A Paula se le encogió el corazón al ver la tensa expresión de la cara de Pedro. El último mes había sido difícil para él.
Por lo menos, al haber enterrado ya a su padre y al haberse leído el testamento, su vida debería volver a recobrar cierto equilibrio. Pero entonces recordó el comentario que había hecho sobre que quizá hubiera un nuevo testamento.
Lo que era evidente era que el Pedro que se estaba acercando a ella no estaba muy tranquilo. La aprensión se apoderó de su estómago. Cuando él llegó a su lado, le murmuró al oído…
—El rumor era cierto: Enrique cambió su testamento, ¿verdad?
—Sí —contestó él, pasándose una mano por su pelo negro—. Ha desheredado a Karen.
—Oh, no —dijo Paula, llevándose una mano a la boca para reprimir un grito de horror—. Pero tú… ¿estás bien?
La mirada que le dirigió Pedro reflejaba furia y dolor
—Mi padre le ha dejado el treinta por ciento de las acciones de la empresa a mi hermano.
—¿A tu hermano? —repitió Paula, parpadeando y tratando de comprender—. Pero tu hermano está…
—¡Muerto! —la interrumpió Pedro—. Mi padre fue el único que jamás lo aceptó. Nunca perdió la esperanza de encontrar a Dario.
—¿Lo encontró? —preguntó Paula, sintiendo un nudo en la garganta.
—No —contestó Pedro, esbozando una sombría expresión—. Pero, según Garth, mi padre estaba exultante antes de su muerte. Pensaba que tenía una pista. Dario desapareció hace treinta y dos años. Me cuesta creer que mi padre estuviera perdiendo su tiempo por algún charlatán de tres al cuarto.
Paula sintió mucha pena por Pedro y se acercó un poco más a él. Deseó que estuvieran solos para poder darle el abrazo que él necesitaba en aquel momento, abrazo que no podía darle en público ya que nadie debía saber que eran amantes. Ni siquiera aquel día.
No pudo evitar sentir compasión por Enrique Alfonso, un hombre al que siempre había despreciado en silencio. Pensó que era terrible perder a un hijo, no ser capaz de enterrar sus restos y despedirse.
Sólo el hecho de pensar en perder el bebé que llevaba en sus entrañas la llenó de angustia. Se preguntó cómo podían haberlo soportado Enrique y Úrsula.
—¿Qué ocurrirá ahora? Si no hay ningún hermano que reciba la herencia, ¿quién heredará las acciones de tu hermano muerto?
Pedro rió sin humor.
—En seis meses se nos entregarán a Raul y a mí a partes iguales. A eso hay que sumarle el treinta por ciento que hemos heredado cada uno bajo las cláusulas del nuevo testamento.
—Entonces así acabarán las cosas, ¿verdad? —supuso Paula, mirando las bellas facciones del hombre al que había llegado a amar tanto.
Aquellos ojos verdes, aquella fuerte nariz y preciosa boca…
Boca que en aquel momento estaba esbozando una dura mueca que le otorgaba a la casi perfecta cara de Pedro una expresión de dureza.
—Yo creo que esto nunca terminará. Cuando Dario murió, mi familia se rompió. Él era su primer hijo. Su heredero —comentó él.
—¿Tú trataste de ocupar su lugar, de ser el hijo que tu padre quería?
—Jamás lo seré. Y no fui el único que trató de agradar a mi padre. Karen también trabajó duro. Ambos sacábamos unas notas excelentes, yo fui admitido en los equipos de rugby y de cricket y competí en muchas carreras. Hice todo lo que pude para… —Pedro dejó de hablar y apartó la vista.
Entonces suspiró—. ¿Qué importa? Mi padre está muerto.
Paula concluyó que Pedro sentía que nunca había estado a la altura de las expectativas de su padre. Ello le hacía comprender al hombre del que había sido amante durante los dos años anteriores, le mostraba una parte de su carácter que él había mantenido oculta. Una parte que quizá ella jamás hubiera descubierto a no ser por el nuevo testamento.
Se preguntó si aquélla sería la verdadera razón por la que mantenía cierta distancia emocional con ella y se planteó si él pensaba que no era digno de ser amado.
—Pero por lo menos mi padre no le dejó la mayor parte de las acciones a Raul —dijo Pedro con una leve satisfacción reflejada en la voz.
Paula se apartó. La intensa rivalidad que existía entre los dos hombres, y la manera en la que ésta consumía a Pedro, siempre la había preocupado.
—Ahora que tu padre se ha ido, Karen, Raul y tú tenéis la tarea de dirigir Alfonso Diamonds.
—Raul no es un Alfonso. Yo soy el único hijo varón que vive. Bajo mi dirección, los beneficios de las empresas han crecido enormemente. He demostrado que valgo. El control de todo debería ser mío.
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Muy buenos los 3 caps.
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