sábado, 28 de enero de 2017

LA VENGANZA DE UN HOMBRE: CAPITULO 5





Nada más entrar en el estudio de su padre, Paula percibió la tensión. Sus ojos se posaron en el desconocido de anchos hombros. Estaba de espaldas a ella, con las piernas separadas y con el cuerpo ligeramente ladeado. A pesar de estar en minoría, era evidente que tenía el control de la situación.


Una rápida mirada a su alrededor, le confirmó que conocía a los demás presentes. Su padre parecía desesperado; Arturo, el jefe de seguridad, se veía algo más calmado mientras que David, el asesor económico, mostraba la cara de póquer que solía poner cuando trataba de dar solución a un enigma. El joven que Arturo había elegido como vigilante y de cuyo nombre no se acordaba, se veía perdido.


Volvió su mirada al desconocido. Los otros cuatro hombres lo miraban como si fuera un animal peligroso. Deseó ver la cara de aquel hombre, leer sus ojos y entender qué era lo que lo hacía destacar entre los demás.


Paula parpadeó para borrar su poderosa imagen, pero no pudo evitar reparar una última vez en aquel imponente cuerpo bajo la camiseta y los vaqueros negros que llevaba. 


Era sólo un hombre más, se dijo, aunque muy atractivo.


Tenía en la mano un sobre y algo más. Un segundo más tarde, se giró. Su corazón se detuvo al ver su perfil y se sintió confusa. Algo brilló en sus ojos al reconocerla y, rápidamente, guardó lo que estaba viendo dentro del sobre y lo dejó.


Pedro Alfonso.


Una sensación de furia se apoderó de su corazón, pero mantuvo la expresión calmada para que no se percatara del odio que sentía por aquel hombre. Su estómago dio un vuelco y respiró hondo, tratando de mantener su habitual tranquilidad.


—¿Qué está pasando, papá? ¿Por qué ha vuelto? ¿Qué quiere? —dijo mirando el rostro de cada uno de los presentes en busca de respuestas, deseando que alguien se hiciera cargo y lo sacara de allí—. ¿Y por qué no habéis llamado a la policía?


—El motivo no importa —contestó su padre a regañadientes.


—¿Por qué?


Los ojos de Pedro Alfonso se encontraron con los de ella. Se le veía arrogante y divertido. Paula estudió la curva de sus labios y el brillo de sus ojos y vio algo más. Parecía enojado.


 ¿Por qué lo estaba? Era el canalla que tanto daño había hecho a su hermana. ¿Por qué estaba allí, en su casa?


Desconcertada, miró a su padre.


—Tengo que llamar a Catalina.


Quería advertir a su hermana y salir de aquella asfixiante habitación.


—Catalina ya lo sabe, ella es la razón por la que ha vuelto.


Paula tosió. Su cabeza daba vueltas y se sintió mareada.


—Siéntate, Paula.


Apenas oía las palabras de su padre. ¿Cómo era posible? 


Cuando Pedro Alfonso abandonó el país cuatro años atrás, se había sentido muy aliviada al saber que nunca más volvería a hacer daño a Catalina. Pero ahora había vuelto y estaba mucho más atractivo de lo que lo recordaba.


—Siéntate hija antes de que te desmayes.


Sin pensar, obedeció la orden de su padre y se sentó frente a él.


Unos segundos más tarde, el cojín de su lado se hundió bajo el peso de un cuerpo mucho más grande y pesado. Giró la cabeza y se encontró con la peligrosa mirada de Pedro Alfonso.




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