jueves, 5 de enero de 2017
CHANTAJE: CAPITULO 27
Aquella tarde, mientras Pedro ultimaba la venta con Kouropoulos, Paula se quedó en la piscina de su villa.
-No me lo digas. Te ha vuelto a dejar y estás intentando ahogarte -dijo una voz mientras nadaba.
Al mirar, vio que era Tomas.
-¿Qué haces aquí? -le preguntó saliendo del agua, secándose y abrazándolo.
¿Cómo había sabido dónde estaba?
-Sí, eso, Farrer, cuéntanos qué haces aquí -dijo Pedro apareciendo de pronto.
-Estaba preocupado por Paula y quería ver qué tal estaba.
-Pues ahora que la has visto, ya puedes irte por donde has venido -le espetó Pedro furioso.
Entonces, Paula vio a Marina, que sonreía muy satisfecha en compañía de su jefe.
De repente, comprendió cómo había sabido Tomas dónde estaba y por qué había ido a buscarla.
-No hacía falta que vinieras, Tomas -le dijo girándose hacia él-. De verdad, estoy bien. Es mejor que te vayas.
Había sido Marina. Sabía que la presencia de Tomas allí era lo único que podía sacar a Pedro de sus casillas.
-No pienso irme sin ti, Paula -contestó Tomas-. Sé que sólo has venido para ayudarlo a cerrar la compra de la isla y creo que ya has hecho bastante por él.
- Tomas, por favor.
-No pienso dejar que le vuelvas a hacer daño -insistió Tomas mirando a Pedro-. Está tan enamorada de ti que hace locuras por ti. Cuando estás cerca de ella, se vuelve loca.
-Tomas... -gimió Paula.
-Cuando la abandonaste, se quedó tan hecha polvo que tenía que ir todas las mañanas a su casa a sacarla de la cama para que viniera a trabajar. Fui yo el que estuvo a su lado.
-Lo sé -contestó Pedro.
-No pienso dejar que la vuelvas a hacer daño -le advirtió Tomas dando un paso hacia él con los puños apretados-. Si quieres la isla, consíguela sin fingir que estáis juntos.
Kouropoulos frunció el ceño y miró a Pedro.
-Así que Marina tenía razón. Todo esto de la reconciliación era mentira, era una farsa para convencerme de que te vendiera la isla -lo acusó-. Alfonso, no vendo.
Pero Pedro ni siquiera lo miró. Sus ojos estaban fijos en Paula y en sus labios había una sonrisa que ella no alcanzó a interpretar.
A continuación, sin decir una sola palabra, se giró y se metió en la casa.
-Desde luego, qué pena -comentó Marina.
Aquello hizo que Paula perdiera la compostura.
-¿Cómo te has atrevido? ¿Te das cuenta de lo que has hecho? -le espetó furiosa.
Marina dio un paso atrás.
-Yo no he hecho nada -se defendió-. Todo ha sido culpa de Pedro y tuya por querer engañamos y no haber parado de mentir desde que habéis puesto un pie aquÍ.
-Yo no he engañado a nadie. Estoy enamorada de Pedro y siempre lo he estado. Nuestro matrimonio se acabó hace cinco años por tu culpa y ahora lo has vuelto a estropear todo -la acusó.
-No sé de qué me hablas.
-Claro que lo sabes, pero ya da igual. Ahora, lo único que importa es que has impedido que Pedro cumpliera su promesa. Pedro no quiere comprar esta isla para hacer dinero sino porque se lo prometió a su abuela cuando era un niño.
-¿Tú lo sabías? -le preguntó Kouropoulos.
-Sí -contestó Paula-. Le costó mucho decírmelo porque no confía en las mujeres por culpa de mujeres como ella -añadió mirando a Marina-. Eres una serpiente.
-Parece que lo defiendes con el corazón -dijo Kouropoulos.
-Haría cualquier cosa por él -admitió Paula.
-¿Tanto lo quieres?
-Sí, lo único que quiero es verlo feliz -contestó Paula mirando a Tomas-. Ya sé qué crees que estoy loca...
-No puedes evitarlo -le dijo su amigo pasándole el brazo por los hombros-. Ya has hecho suficiente, haz las maletas y vámonos de aquÍ.
Paula sintió unas ganas terribles de llorar, pero se controló.
Ahora que la venta no se iba a realizar, era obvio que Pedro ya no la necesitaba, así que lo mejor que podía hacer era volver a Inglaterra con Tomas.
El hecho de que Pedro se hubiera ido sin decirle nada hablaba por sí solo.
No la quería a su lado.
-No hay vuelos hasta esta noche -le dijo Kouropoulos a Tomas-, así que vente a casa con nosotros mientras Paula hace el equipaje y... lo que tenga que hacer.
¿A qué se refería?
No había nada que pudiera hacer excepto volver a casa.
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