jueves, 5 de enero de 2017

CHANTAJE: CAPITULO 28




TRAS hacer las maletas, Paula decidió que no quería reunirse con los demás en casa de Kouropoulos, así que tomó el sendero de la playa y fue hacia la cala azul donde vivía la abuela de Pedro.


No tenía ni idea de dónde estaba Pedro. Estaba enfadada con él por haberse ido sin decir nada.


Paula supuso que Pedro había dado por hecho que entre Tomas y ella había algo. ¿Cómo podía estar tan ciego?


Le entraron unas terribles ganas de llorar, pero no lo hizo porque se dijo que no merecía la pena llorar por Pedro Alfonso.


Era un hombre egoísta, patológicamente celoso y... ¡lo quería tanto!


Todo había salido mal por culpa de Marina.


Otra vez.


Al ver una silueta conocida, se quedó helada.


-Si vuelves a abrazar a Farrer estando medio desnuda, no respondo de mis actos.


Paula se giró hacia él con lágrimas en los ojos.


-Te has ido y me has dejado allí sola.


-Me he ido porque estaba enfadado y no me fiaba de mí mismo.


-¿Por qué cuando estás conmigo no utilizas el cerebro? ¡Todo ha sido urdido por Marina! Desde el mismo momento en el que dijiste que no nos íbamos a divorciar, ha estado tramando algo y tú lo sabías.


-Sí, lo sabía.


-Entonces, ¿por qué estás enfadado?


-Porque te he vuelto a encontrar en brazos de Tomas.


-Dios mío, Pedro, es mi amigo.


-No me lo recuerdes -dijo Pedro pasándose los dedos por el pelo-. ¿Cómo te crees que me siento sabiendo que fue él quien te consoló después de que yo te hubiera destrozado?


-Pedro...


-¿Y cómo te crees que me siento ahora sabiendo que ha venido a recoger de nuevo los pedacitos?


- Tomas ha venido porque Marina lo ha llamado. Ella sabía que su presencia aquí causaría problemas y así ha sido -le explicó Paula-. Siento mucho lo de la isla -añadió con tristeza.


-La isla me importa un bledo -le aseguró Pedro mirándola a los ojos.


-Pero querías comprarla con toda tu alma...


-Eso creía yo, pero he descubierto que hay algo que deseo mucho más.


Paula se quedó mirándolo fijamente, incapaz de hablar.


-Cuando vi a Farrer, sentí miedo de que te fueras con él -le explicó Pedro yendo hacia ella.


-¿Tuviste miedo?


-Probablemente, ha sido la primera vez en mi vida, pero, sí -confesó Pedro-. Él siempre ha estado a tu lado mientras que yo ... yo no he hecho más que hacerte la vida imposible. Te he tratado muy mal. agape mou, y te pido perdón por ello.


¿Pedro le estaba pidiendo perdón? Paula no se lo podía creer.


-Todo eso que dijo Farrer de que me quieres tanto que estarías dispuesta a hacer cualquier cosa por mÍ... ¿es verdad?


Paula asintió.


-Me alegro porque lo que más deseo en el mundo es que me perdones -dijo Pedro tomándola entre sus brazos-. Quiero que me perdones por haberte hecho daño, por no confiar en ti y por aparecer en tu vida y chantajearte.


-Me alegro de que me chantajearas -sonrió Paula-. Si no lo hubieras hecho, ahora mismo no estaríamos aquí sino divorciándonos.


-Jamás te hubiera concedido el divorcio -dijo Pedro.


Por fin, Paula reunió valor para preguntarle lo que más deseaba saber.


-¿Por qué?


-Porque te quiero -contestó Pedro-. Porque te quiero -repitió con una gran sonrisa-. Es la primera vez que le digo estas palabras a alguien.


-¿Estás seguro?


-Completamente seguro. Creo que siempre te he querido, pero no me había dado cuenta. Tal vez, no quería verlo. Hace cinco años, me daba miedo lo que sentía por ti. Supongo que por eso te aparté de mi vida con tanta rapidez.


De repente, a Paula le entraron ganas de reír.


-¿Por qué me has traído aquí contigo?


-Porque quería tenerte vigilada y no quería dejarte con Farrer -contestó Pedro-. Mi instinto me decía que era arriesgado desde el punto de vista empresarial. pero decidí hacerlo de todas maneras.


-¿Por qué era arriesgado?


-Porque estabas furiosa conmigo y podrías entorpecer la venta. Mi abogado se quedó verde cuando le dije que te venías conmigo.


-Desde que me contaste que querías comprar la isla porque se lo habías prometido a tu abuela, sólo he querido ayudarte a conseguirla. Te aseguro que jamás habría sido un obstáculo.


-Lo sé. Eres una persona buena y generosa y yo te he tratado muy mal.


-Confieso que yo no tendría que haber intentando ponerte celoso.


-Conseguirlo te tendría que haber hecho comprender que estaba enamorado de ti -sonrió Pedro-. En cualquier caso, Farrer tiene razón. Soy un canalla egoísta y probablemente lo mejor que podrías hacer es alejarte de mí. Sin embargo, yo no soy tan generoso como tú. Lo siento, pero no te voy a conceder el divorcio. Eres mía y quiero pasar el resto de mi vida recompensándote por haberme portado tan mal contigo.


Paula sintió que el corazón le daba un vuelco, pero no pudo evitar desafiarlo.


-¿Y si yo quiero divorciarme?


-No quieres -contestó Pedro abrazándola.


-¿Cómo está usted tan seguro, señor Alfonso?


-Porque sé por qué te casaste conmigo en realidad hace cinco años. De haber sido por dinero, te habrías gastado algo, pero no gastaste absolutamente nada.


-Lo único que yo quería de ti no estaba en venta. Quería que me quisieras.


-Y te quería, pero, entonces, me cegaron los celos. Ahora lo veo claro. Tendríamos que haber hablado y haber aclarado la situación. Lo cierto es que fuiste la primera mujer en mi vida que me hizo pensar en el amor y estaba aterrorizado.


Paula alargó la mano y le acarició la cara.


-Tu padre tuvo mala suerte, Pedro.


-Sí, no como yo, que soy un hombre muy afortunado -contestó Pedro mirándola a los ojos.


-¿Y qué hacemos ahora? -preguntó Paula pasándole los brazos por el cuello.


-¿Qué te parece si te quedas a mi lado para toda la vida?


Emocionada, Paula lo besó.


-Me parece la mejor idea del mundo -contestó-. ¿Cuándo te diste cuenta de que estabas enamorado de mí?


-Cuando me sorprendí a mí mismo contándote cosas de mi vida personal que no le había contado a nadie nunca.


Paula sonrió encantada.


-Eres una gran distracción, ¿sabes? -sonrió Pedro-. No puedo estar cinco minutos sin ti. No sé qué va a ser de mis empresas. A lo mejor, me arruino -rió-. Cuando le he contado a Kouropoulos que quería seguir casado contigo, no lo tenía premeditado, me ha salido así. Supongo que te lo he dicho delante de los demás porque me daba miedo decírtelo a solas por si me decías que no.


-Lo que es una pena es que te hayas ido así porque, tal vez, si te hubieras quedado, Kouropoulos se habría dado cuenta de que me quieres de verdad y te habría vendido la isla.


-Efectivamente -comentó Kouropoulos a sus espaldas-. Entonces, ¿este matrimonio es de verdad o no? -añadió divertido.


Pedro miró a Paula a los ojos.


-Es de verdad -contestó-. Completamente de verdad -añadió besándola.


-En ese caso, la isla es tuya -dijo Kouropoulos.


-¿De verdad? -sonrió Paula encantada.


-De verdad -contestó Kouropoulos mirando Pedro-. Sabía lo de la promesa que le habías hecho a tu abuela y sabía que no podrías cumplirla durante los primeros años porque estabas montando tu empresa, así que esperé porque yo también había hecho una promesa. Le prometí a tu padre que solamente te la vendería a ti.


Pedro lo miró sorprendido.


-¿Hablaste con mi padre de este tema?


Kouropoulos se encogió de hombros.


-Tu padre quería que la isla volviera a la familia y tenía fe en ti, sabía que tú te harías cargo de la empresa y que la convertirías en un imperio del que él habría estado orgulloso.


-¿Pero por qué me pusiste como requisito para vendérmela que cambiara de imagen?


-Porque tu padre se sentía muy culpable, creía que por su culpa no confiabas en las mujeres. Él lo único que quería era verte enamorado -sonrió Kouropoulos-. Si te viera ahora, estaría feliz. La isla es tuya, Alfonso. Bienvenido a casa, Pedro -concluyó girándose y alejándose por la playa.


-¿Qué vas a hacer con la isla? -quiso saber Paula.


-Exactamente lo que le he dicho a Kouropoulos --sonrió Pedro-. La quiero para mi esposa y para los numerosos hijos que vamos a tener, agape mou.







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