sábado, 10 de diciembre de 2016

ENAMORAME: CAPITULO 19





Tomo asiento dispuesto a esperar a Pau mientras se cambia para la famosa fiesta.


Se encuentra un tanto reticente a ir, y en parte la entiendo. 


Supuestamente su ex esposo va a estar también, junto a la que fue su amiga.


«Hijos de puta»


Entiendo la situación y comprendo que debe de ser de lo más incómodo, pero como le dije, yo estaré allí para apoyarla… «En todos los sentidos que lo necesite»


Busco mi teléfono móvil para poder responder unos cuantos mails que tengo sin ver y ocupar el tiempo muerto mientras la mujer de mis más dulces sueños y pesadillas se apronta.


Mi boca cae abierta del asombro cuando la veo desprender su pequeña falda de mezclilla y la deja caer al suelo.


«Puta, dolorosa y automática erección»


Luego retira por sobre su cabeza la preciosa blusa de seda roja que usa, la cual es de lo más provocativa, ya que tiene el cuello amplio permitiendo de esa forma admirar uno de sus bellos hombros.


Queda de espaldas a mí usando únicamente ropa interior… ¡de color negro!


Con parsimonia camina hasta el guarda ropa y pasado unos minutos regresa con dos perchas y vestidos colgados de ella.


Uno es de color negro con un hombro descubierto y el otro de un furioso tono rojizo, con pequeñas manguitas y cuello Mao.


Pero mis ojos no pueden apartarse de ella, de la sensualidad que desprende con tanta naturalidad. ¿Me pregunto si es consciente de ello? Su cuerpo me grita que la tome y mi corazón que la ame hasta el final de los días. Compré todos los números de la lotería y no pienso irme sin el gran premio final… «Paula Chaves»


Se detiene frente a mí con los dos vestidos colgados esperando mi opinión.


Con mi mirada clavada en sus dos hermosas esmeradas manifiesto:
—El negro.


—El negro será —. Revela con una perfecta ceja en alto y sin rodeo voltea lentamente, desprende su sostén y lo deja caer a un lado de sus pies.


Estoy frenético, aferrándome al apoya brazos de la silla con tanta fuerza que no dudo lo rompa en cualquier momento y a punto de darme un ataque de locura.


Pero tendré que controlarme porque debemos de llegar a una fiesta. Por lo que habré de reservar el postre para cuando regresemos.


Una vez que el vestido se amolda a su cuerpo, Pau sube sobre unos sensuales y altísimos zapatos de tacón color rojo y camina hasta donde me encuentro.


—¿Me permite caballero?


—Suyo, señora —. Respondo con galantería poniéndome de pie.


Ella ocupa el lugar frente al espejo del tocador y con una admirable gracia toma una buclera la enchufa y comienza a modelar su sedoso cabello.


Observo mi reloj y puedo ver que tan solo han pasado siete minutos. Pero disfruto atormentarla, adoro sus respuestas cuando la pongo bajo presión.


—Le quedan 8 minutos, señorita Pau.


—Con cinco, me es más que suficiente.


«Ella y su boquita rápida»


Se aplica algo de maquillaje y deja que su rojizo cabello caiga en cascadas con las recientes ondas que acaba de marcar. Brillo de labios, el cual nuevamente despierta a mi palpitante amigo, que se encuentra aullando debajo de mis pantalones. Y yo estoy que muero de amor.


—¿Lista?—pregunto y me encuentro maravillado por la velocidad de esta mujer en aprontarse. Otro punto a su favor, detesto la impuntualidad de las mujeres cuando deben aprontarse y esto solo confirma que la señorita Pau es perfecta para mí.


—Casi—responde—pero falta lo más importante.


¿Joyas?... «pienso» ¡pero no!


Toma un frasco de perfume y realizando un grácil movimiento con su cabello, despeja su cuello del mismo y se aplica una cautivante fragancia, luego un toque más sobre sus muñecas, deja nuevamente el frasco sobre la mesa.


—Ahora si…—exclama sonriente y da una vueltita sobre si misma—¡lista!


No puedo con mi genio y la tomo en brazos. La apretó contra mi cuerpo e instintivamente mis manos viajan hasta su trasero. Lo estrujo, lo masajeo y mi nariz recorre su cuello aspirando su cálido aroma.


—Eres la mujer más hermosa del mundo —. Sonríe y se sonroja a la vez. Me estas volviendo loco mi amor —. ¡Vamos! —susurro en su oído y la tomo de la mano para salir de la habitación.


Pero antes de salir freno y pregunto:
—¿Recordó guardar algunas almendras y Gatorade en su bolso?


—¿Almendras? —pregunta descolocada entrecerrando sus ojos.


—Exacto… porque tengo pensado hacerla sudar unas 500 calorías luego de la fiesta.


«Oh» exclama y para mi sorpresa soy recompensado con un fogoso beso. Limpia mis labios de su rastro de rouge y bajamos.


Saludamos a los niños y nos marchamos a la fiesta en el auto familiar, que conduce José, mi chofer. Tengo por regla general, no conducir si tomo, aunque solo sea una copa de vino… la conducta, ante todo.


José es más que un chofer, es una especie de conserje. 


Conduce el coche para llevar y traer a los niños al colegio, se encarga de la jardinería y de paso vigila la casa durante las horas en que yo no me encuentro en ella. Soy un tanto maniático y no me gusta que las mujeres queden solas con mis hijos.


La noche está preciosa y es perfecta, sobre todo por la compañía que tengo a mi lado. Últimamente no he parado de pensar y planear locuras que jamás habían pasado por mi mente. Sé que es pronto para algo tan radical, pero también sé de memoria, que el tiempo no asegura nada. Lo que tenga que ser… será.


Llegamos al lujoso hotel donde se celebrará la ceremonia y noto que Pau cambia su comportamiento por completo. La noto inquieta y con la mirada perdida. Por tal motivo pienso que es el momento ideal para darle mi sorpresa.


Introduzco mi mano dentro del bolsillo interior de mi saco hasta dar con la caja.


José detiene el coche y baja para abrir nuestras puertas, pero con mi mano le indico que me dé un minuto de tiempo. 


El comprende al instante y aguarda fuera del auto mis instrucciones.


—Pau… esto es para usted.


Ella voltea sorprendida y observa con los ojos muy abiertos el pequeño estuche de terciopelo azul que tengo en la palma de mi mano. Observa mi mano y luego mis ojos


—¿Para mí? —susurra con temor.


—Hace poco rompí el único y feo anillo que lucía su hermosa y delicada mano… por tal razón, me tomé el atrevimiento de comprar otro, para resarcir mi arrebato.


Frente a su asustada mirada abro la delicada caja, revelando la sortija que mandé hacer especialmente para ella.


Cubre su boca con ambas manos y los ojos se le llenan de lágrimas.


—¡No llores mi amor! —susurro aproximando mis labios a los suyos —no ahora cielo, por favor acepta mi regalo y prométeme que permitirás que te cuide por el resto de mis días y que jamás te marcharás de nuestro lado.


Entre lágrimas suelta una pequeña sonrisa y salta sobre mi regazo rodeando mi cuello con sus brazos.


—Jamás me marcharé de tu lado… amo mucho a esos pilluelos como para no verlos más.


—Ohh… —respondo con un fingido tono de indignación —¿Eso quiere decir que te quedarás únicamente por Sara y Felipe? —hago un pequeño mohín con mis labios y ella comienza a negar con la cabeza.


—No, no digas eso Pedro, últimamente me he hecho adicta a ti… pero temo que me rompas el corazón y luego ya no poder rearmarme nuevamente.


Para mi horror y sorpresa mi boca se desconecta de mi cerebro y parece tener vida propia cuando suelta un sincero


—Te amo —aunque rápidamente retomo el control —¡Vamos, hermosa! Entremos a la fiesta, luego que termine, aclararé cada una de tus dudas. Pero te aseguro que nadie… nadie jamás, produjo tantas sensaciones en mí. Nadie. —repito.








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