sábado, 10 de diciembre de 2016

ENAMORAME: CAPITULO 20





Una vez que llegamos a la fiesta descubro que mágicamente Pedro tiene su lugar asignado en mi mesa. 


Seguramente mi madre hizo algo de su magia y logró que
lo incluyeran en la lista de invitados a último momento. 


Entramos y siento el peso de miles de ojos caer sobre nosotros.


Imagino los pensamientos de todos… “¿Quién es el bello hombre que acompaña a la cornuda?” Un pensamiento un tanto pesimista pero real.


Pedro toma mi mano ni bien cruzamos el umbral que da ingreso al salón. Su tacto me brinda seguridad y confianza, algo que necesito por kilos en este momento, sobre todo cuando mis ojos no paran de escudriñar el entorno intentando ubicar al hombre que me robó diez años de vida, junto a la bruja que fingió amistad mientras se apropiaba de mi hombre. Ni bien pienso eso, Pedro susurra en mi oído… “Eres la mujer más hermosa de la fiesta sin lugar a dudas” y es todo lo que necesito escuchar en este momento. Porque su comentario me baja a tierra y me hace sentir la mujer más afortunada del universo, y no puedo evitar pensar… «¡Je… Él es mío perras!» acompaño el pensamiento con una sonrisa de lado y mis brazos cruzados estilo matón de Hollywood.


Me sonríe dulcemente.«¡Que me lo como!» No puedo controlarme y le doy un pequeño beso en su mejilla y luego humedezco mi dedo pulgar en saliva para limpiar la marca que deja mi labial.


Pedro me sonríe tiernamente y no dejo de pensar que dentro de mi gran ogro Alfonso, se esconde un dulce y tierno hombre. De la mano caminamos hasta la mesa donde se encuentra ubicado mi clan. Mis hermanas no cierran la boca por la sorpresa de verme acompañada.


—¡Pero que escondidito te lo tenías manita! —grita Karina «la mayor de mis hermanas» mientras se pone de pie para abrazarme.


Me estrecha en sus brazos y susurra en mi oído —Ricardo se morirá cuando te vea tan divina y con ese machototote del brazo.


—Shh ¡Kari, por favor!


Sonríe y tiende la mano a Pedro para presentarse


—Mucho gusto. Soy Karina Chaves, hermana de Pau.


Pedro revelando años de caballerosidad y galantería, toma la mano de mi hermana e inclinando su cabeza besa el dorso de ella.


—Un placer conocerla, Karina, soy Pedro Alfonso el novio de Pau.


—¿Mi novio? —repito sorprendida de enterarme que eso es lo que somos y volteo para mirarlo de frente


—Lo soy —responde tranquilo.


—¿Lo eres? —estoy con esa sensación como cuando de niño tu padre frenaba el auto frente a la tienda de dulces, pero junto a ella, se encontraba el consultorio donde atendía tu dentista. Especulas si será lo que quieres o solo una triste ilusión.


—¡Por supuesto que lo soy! —. Remata, molesto ante mi insistencia.


—¿Tu novio? —esa es Macarena, otra de mis hermanas —pero mucho gusto caballero, ¡si es por mi hermana no nos enteraríamos de nada!


—Niñas tranquilas —solicita mamá para evitar que mi guapo ogro corra despavorido del lugar.


Más tarde y luego de las presentaciones ingresan los novios, el juez que está esperando, los casa y finalmente da comienzo la cena. Cada uno ocupa sus lugares y tras una, para nada disimulada mirada de mi madre, puedo intuir que vio a mi ex.


¡La cena es deliciosa! Salmon grillado con una guarnición de papas al romero y volcán de calabaza. Pero no puedo comer más de dos bocados. Realmente no me encuentro a gusto. 


Sé que debo controlar mi humor, pero se me está haciendo bastante pesado encontrarme en el mismo lugar que ellos y respirar el mismo oxígeno. Con el correr de las horas en vez de ir aflojándome esto solo empeoró… sobre todo cuando en una ida al baño choco con ella frente al espejo.


«Contra Samantha» la que un día fue mi amiga.


Intento ignorarla.


Juro que lo intento, pero no puedo.


—Hola —saluda poniéndose incómodamente a mi lado. 


Continúo aplicándome brillo labial.


—Hola, Samantha —respondo calmadamente.


Mi antigua amiga comienza a llorar muy compungida y yo que… mierda ¡no sé qué hacer! Imagino el motivo de su llanto «la culpa la carcome por dentro» … o ¿será vergüenza? Bueno, sea lo que sea no me gusta verla así y si dejo de actuar como lo haría la Pau de siempre, solo me estaría convirtiendo en algo que no soy. «Jamás pagues con la misma moneda» dijo siempre mi madre «sé diferente… incluso hasta llegar al punto, en que tus enemigos te caigan bien… porque solo ese día, sentirás que habrás dado vuelta la página por completo»


¡Y eso es lo que haré! Por tal motivo es que sin pensarlo mucho, en un gesto automático y muy mío… la estrecho en un cálido abrazo.


—Perdón, Pau… perdóname amiga mía —lloraba compungida contra mi cuello —ojalá pudiera volver el tiempo atrás y no sucumbir ante las estupideces de Ricardo.


—Ya te perdoné, Samantha. En este instante te estoy perdonando.


—¿De veras, amiga?


—¡No! —respondo bruscamente mientras la libero de mis brazos —“amiga” no. Eso ya no se puede reconstruir… confié en ti y me defraudaste, lo que significa que has perdido algo que es muy valioso para mí… y se llama confianza. Una vez que ella se va, ya no hay vuelta atrás.


—Entiendo —responde con los ojos hinchados y la nariz rojiza de tanto llorar —pero quiero decirte algo… en estos meses que llevo viviendo con Ricardo, jamás… pero ¡jamás! —recalca con énfasis —he podido igualar la sombra que dejaste Pau. Porque créeme, por más que fui una pieza clave en toda la desgracia que viviste, yo no dejo de ser “la otra” … además de una víctima de él.


Dejo escapar una risita, que se transforma en una gran carcajada.


— ¿Tú, una víctima?... no me jodas, Samantha, tú y yo sabemos que siempre fuiste una calienta braguetas y que te gusta más un chorizo de bípedo que la mantequilla de maní.


Su boca permanece abierta de asombro, ante la brusquedad de mis palabras. Esto se está poniendo bueno. Continúo…


—Y si te consideras una víctima porque Ricardo ya te está echando los cuernos a ti, déjame decirte algo “querida amiga” —realizo comillas con mis dedos — que quien duerme con niños amanece mojado… ¡sencillito! 1+1 son 2. Así como se metió en la cama contigo que eras mi mejor amiga ¡de la familia prácticamente!, no dudará en hacerlo con alguien más.


«¡Chan chan!» necesitaría un redoble o el triste quejido de un bandoneón para dar el drama necesario, al final de mi discurso.


Noto como su rostro lentamente se transfigura más y más y pienso que ya es suficiente.


—Eres muy dura, Pau.


—¿Cómo?... ¿dura? Ahh no, m’hijita, dura no… yo lo que soy es ¡REALISTA! —guardo mi brillo de labios y acomodo mi cabello sin mirarla, y antes de marcharme coloco la palabra “Fin” de una buena vez al doloroso pasado —adiós Samantha, fue lindo verte, y en el fondo estoy agradecida de que me sacaras a Ricardo de encima. Es que siempre cogió tan mal… —pongo cara de pensativa y sigo —ni hablar que también la tenía chiquita como un conito 3D —sonrío, guiño un ojo y me voy —¡bye!


Salgo con actitud triunfante y esa sensación como cuando de niña hacía una picardía y ésta salía bien. Admito que no es bueno pagar con la misma moneda… pero, ¡qué bien se sintió! Y más que merecido se lo tenía.


En medio de mis reflexiones choco contra mí amado ogro Alfonso quien se encuentra con dos copas de champaña en su mano, aguardando al final del pasillo.


«Tan lindo»


Me entrega una de las copas y sin mediar palabras brindamos. La cena ha finalizado y la pista de baile se encuentra en su apogeo. Pedro toma mi mano y tira de
mí hasta que quedo pegada a su cuerpo. Huele de mil amores y una sensación de orgullo y miedo recorren mi cuerpo… orgullo de encontrarme junto a este hermoso y
elegante galán de cine y miedo… terror… ¡pánico! de que esta “relación” dure lo que un suspiro y me deje rota por completo. No puedo evitar pensar en esos puzzles de 5000 piezas que armábamos en invierno con mi madre y hermanas, donde todo el maldito puzzle era una pradera verde y solo alteraba el paisaje, algunas flores silvestres de colores. Siempre nos pasaba lo mismo… noches y noches de arduo armado, hasta llegar al clímax… “¡solo faltan colocar 4 fichas y lo completamos!”


Gritaba Karina y la aguafiestas de Macarena arruinaba la diversión “pero solo quedan 3 fichas” Así era señores… siempre nos faltaba una ficha, nunca supimos si el vendedor era un despiadado anciano que se regodeaba pensando en la desgracia de todos nosotros, o si la aspiradora se la había tragado en la limpieza o como pensaba yo… que el ratón Pérez las llevaba para decorar su cueva. Y puede que algo similar me ocurra a mí… cuando crea que todo se encamina en mi vida… «plaff» que falte la última pieza y se vaya todo a la mierda.


Si eso ocurre, seguramente me mude a una pequeña cabaña en el bosque, donde cocinaré los animales que cace con mi rifle y una docena de gatos serán mi única compañía.


Pedro desliza su dedo pulgar por mis labios y se inclina hasta que nuestros ojos quedan a la misma altura.


—Tardaste mucho dentro del baño… ¿todo está bien? —susurra tiernamente y yo estoy que me derrito en sus brazos —¿dime en que piensas? —ordena.


Sonrío…


—Pienso que nunca tuve tanto miedo en toda la vida —últimamente mis malditos sentimientos tienen vida propia y han dejado de obedecerme.


—Somos dos —dice para mi sorpresa —pienso que no sé qué sería de mí si un día decides marcharte. — Besa mis labios lentamente y el sonido de la puerta del baño al abrirse, corta el pequeño hechizo en el cual nos encontramos. Mi ex amiga sale del toilette con la cara rojiza de llorar.


Nos observa, mejor dicho… observa a Pedro «¡a mi Pedro!» y noto cuando ella mete panza y cuadra sus hombros «zorra al cuadrado» la observo por un instante y vuelvo mis ojos al atlético y guapo caballero que me acompaña.


—¿Vamos? —solicito —y tomando mi mano, Pedro me dirige a la pista de baile donde la familia se mueve al son de una bella y conocida melodía del músico Marc Anthony… Flor Pálida.



Hallé una flor un día en el camino.
Que apareció marchita y deshojada,
Ya casi pálida ahogada en un suspiro,
Me la llevé a mi jardín para cuidarla.
Aquella flor de pétalos dormidos,
A la que cuido hoy con toda el alma.
Recuperó el color que había perdido,
Porque encontró un cuidador que la regara.
Le fui poniendo un poquito de amor,
La fui abrigando en mi alma,
Y en el invierno le daba calor,
Para que no se dañara.
De aquella flor hoy el dueño soy yo,
Y he prometido cuidarla.
Para que nadie le robe el color,
Para que nunca se vaya…


«Mierda con esta melodía»


Pedro mantiene una de sus manos en mi espalda baja mientras que con la otra sostiene mi muñeca contra su pecho. Se mueve bien, y eso me sorprende mucho… porque nunca imaginé que mi bello ogro llevara el ritmo en su sangre.


—Muy apropiada es esta letra señorita Pau —susurra en mi oído y noto que la proximidad de nuestros cuerpos ha despertado cierta parte de su anatomía.


«Ohh»


—¡Señor Alfonso! —Comento con fingido enfado —es usted todo un pervertido.


—¡Ni lo digas mujer! En cuanto lleguemos a casa te desnudaré y hablaremos al respecto.


—¿Necesita desnudarme para que hablemos? —pregunto dejando un lugar entre nosotros y cruzando mis brazos cuando a mi espalda escuchamos un molesto…


—Ejem… Pau ¿podemos hablar?


Reconocería ese tono de voz a un millón de kilómetros de distancia.


«Mierda»


Giro y lo veo.


Guapo y elegante como siempre. Vistiendo un impecable traje gris, con su habitual cabellera de príncipe Valiente y el peor caso de cara de cordero degollado, visto por el ser humano.


Inesperadamente toma una de mis manos, y pese a mi resistencia la lleva hasta sus labios besando mis nudillos como lo hacía frecuentemente en el pasado. Creo que, si presto atención, puedo escuchar el chirrido que producen los dientes de Pedro al contener su furia.


—¡Deja ya mismo a mi mujer imbécil! —ese piropo es regalo de mi ogro Alfonso.


Retiro rápidamente mi mano de sus labios y seco el resto de baba que dejó contra mi vestido. Parece importarle poco y nada la amenaza de Pedro cuando prosigue…


—Pau, yo… —eleva sus húmedos ojos en alto parpadeando repetidamente y sorprendiéndome por segunda vez en fracción de segundos, no solo toma nuevamente una de mis manos entre las suyas, ¡sino que toma las dos! —gordi… estoy muy avergonzado de cómo me comporté. Fui realmente un estúpido al desaprovechar lo mejor que la vida me puso frente a los ojos. ¡No escuché cuando me rogabas que pasáramos más tiempo juntos!, o que hiciéramos un viaje romántico, tampoco cuando me pedias tener un bebé y yo… estoy muy arrepentido. Estás tan hermosa que solo pienso en llevarte a casa de una buena vez, quitarte ese
vestido y hacer un hermoso y regordete bebé. Pau yo de veras… lo lamento mucho cariño.


—¿Cariño?... ¿bebé? —repito indignada —de verdad si es una cámara oculta ya no es gracioso —forcejeando por la libertad de mis manos, aunque es inútil. Esto es lo más vergonzoso y patético que viví en mi vida.


—Suéltala ya mismo idiota —gruñe Pedro dando un paso adelante. Calculo que debe estar frenando el impulso de golpearlo porque me encuentro en medio de ambos.


Pero a Ricardo parece no importarle cuando redoblando la apuesta planta mis palmas en su corazón. Es inevitable que en ese momento me pregunte…


«¿Qué cojones hago yo en este lugar?» Nunca tendría que haber venido a esta boda.


Pedro deja caer el peso de su brazo y apoya fuertemente una de sus manos en el hombro de Ricardo.


—¡Suéltala ya! —y el tono que usa es tan firme y sereno, que haría cagarse en los pantalones hasta al marinero más macho de todos los machos.


—¡Silencio, Alfonso! Tú no te metas mientras hablo con mi mujer.


—¿Tu mujer? —repetimos a coro Pedro y yo, cuál de los dos más indignado que el otro.


—Te dije que la sueltes ya mismo o…


—¿O qué?... ¿acaso vas a golpearme otra vez?


—¿Otra vez? —repito mirando a mi ogro directo a los ojos.


—Exacto amor, tu amiguito me rompió el tabique de la nariz de un puñetazo fuera del juzgado.


—¿Lo hiciste? —necesito confirmar tal información.


—¡Claro que lo hice! El hijo de puta cambió las llaves de tu negocio provocando que un desgraciado ¡por poco te viole!


Una gran, enorme… ¡gigante! Sonrisa de amor y admiración por este hombre comienza a formarse en mi rostro, haciéndome olvidar por completo que me encuentro con mis manos contra el pecho del que un día pensé amar.


La fiesta se encuentra en su apogeo y los novios bailan muy melosos en el centro de la pista. A lo lejos veo los agudos ojos de mi madre como dos rayos laser fulminarme, pero no te preocupes ma… no soy vengativa, pero tengo buena memoria.


Finalmente decido que ya es tiempo de ponerle punto final a las estupideces y viendo que, por las buenas, Ricardo parece no entender, creo que el plan “b” es la mejor opción.


—¿Me vas a soltar sí o no? —pregunto con la esperanza de que se retire solito por donde vino y por la sombrita.


—Jamás Pau… ¡tú eres mi gordita hermosa!


Evidentemente el universo conspiró para que, en ese preciso instante, un fallo en la discoteca produjera un perfecto silencio.


Primero fue un pequeño crujido, similar al de dos huevitos rompiéndose. O mejor dicho… al de los huevos de Ricardo rompiéndose contra mi rodilla. Porque si de algo me sirvieron las clases de defensa personal a las que mi madre nos obligó a ir en la adolescencia fue para esto... ¡Gracias ma! 


Pienso mientras observo a Ricardo realizar unos extraños movimientos en cuclillas, y balbucear insultos entre dientes a mi progenitora. Entonces decido que es hora de darle el tacle final a la situación y mandar al “macho de América” que se cree que es, a dormir la siesta al ático.


—Querido Ricardo… lamento mucho tener que haber llegado al punto de golpearte, porque ambos sabemos muy bien… que no hay segundo round entre nosotros. Primero que nada, porque metiste tú sucia, aburrida y pequeña verga en la vagina de mi ex mejor amiga —suelto el aire de mis pulmones y dejo caer mi cabeza hacia atrás —¡te regalé diez años de mi existencia! ¿y tú qué haces?... ¡me jodes la maldita existencia sin ningún tipo de consideración! Y segundo… una vez que pruebas el mejor salmón ¡ya no quieres volver a comer un vulgar pez gato de río como tú! Antes de comer eso nuevamente, ¡prefiero volverme vegana!


—¿Esa metáfora fue respecto a mi pene, Pau?


Puedo escuchar alguna risotada entre medio de los “ohhh” de las mujeres de la familia, pero afortunadamente no me importa. Mi prima sabía en lo que se metía al juntarnos a todos en su boda… ¡joder!


—¡Claro que no Ricardo! No hacía referencia a tu pene cuando mencionaba al delicioso y firme salmón que tengo el honor de comer en esta etapa de mi vida… en realidad esa metáfora engloba a todo tu ser.


—¿Me estas llamando simplón?


Y todo se resume a esto… ¡a su puto ego! Noto como su orgullo se ha resentido y de un minuto al otro pasa del te amo al te odio.


—¡Claro que no te estoy llamando simplón! —Manifiesto enérgica y parece aliviado —lo que intento decir… es que luego de conocer a Pedro y de haber hecho el amor con él, nunca… ¡pero nunca! dejaría que me toques un pelo nuevamente, y en el fondo creo que es lo mejor para ambos. Porque luego que eso estuvo aquí (señalo la entrepierna de Alfonso y luego la mía) lo tuyo querido amigo ¡bailaría!


Su rostro comienza a ponerse rojizo, llegando al punto de temer por mi integridad física. Gracias a Dios en cuanto se me viene encima Pedro se interpone y para nuestra sorpresa mamá se coloca frente a Pedro haciendo frenar en seco a su ex yerno.


Con sus manos en jarra y el mentón en alto deja algo del encanto italiano de nuestra familia…


—Fuera de mi vista bobalicón de mierda, o juro por Dios que donde sigas molestando a mi niña… te cortaré los dedos uno a uno con un alicate y luego esa lengua tan larga y mentirosa que Dios te dio y haré un escabeche con ello, para que coma tu dulce noviecita.


—Ex novia, querrás decir Silvia.


Y esa fue Samantha señores y señoras, así es… el tipejo se está quedando sin el pan y sin la torta.


«Excelente»


Ricardo voltea sobre sus talones y sale del salón dando un gran portazo. Minutos más tarde lo hace mi ex amiga, justo en el instante en que la música vuelve a sonar.


Y como si nada hubiese ocurrido, la familia y amigos vuelven a la pista con sus respectivos tragos en mano, a menear las caderas al ritmo del mambo.


—Vamos muchachos… —insta mamá —¡bailen y disfruten!
Que esos payasos no puedan empañar jamás esto tan bello que está creciendo entre ustedes.


Pedro toma mi mano y me arrastra a la pista.


—Vamos, hermosa… —susurra seductor.






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