jueves, 8 de diciembre de 2016

ENAMORAME: CAPITULO 15




—Pau… Pau…


Escucho susurrar en mi oído.


Aún estoy adormilada, apenas logro abrir los ojos y veo dos caritas mirándome.


Sara y Felipe se encuentran en mi cama uno a cada lado. 


Sonrío con ese dulce despertar y extiendo mis brazos para que se acurruquen junto a mí.


Beso sus coronillas y no es nada nuevo que se cuelen debajo de mi cubrecama. No es la primera vez que lo hacen, pero si es la primera vez que al dejar la puerta entornada el señor Alfonso puede vernos.


Lo pesco de pie en la puerta observando nuestra interrelación. Usa jean y camisa blanca por fuera, mantiene una de sus manos dentro de su pantalón, mientras que con la otra sostiene una humeante taza.


—Buenos días —saluda.


Muero de vergüenza. Me siento desubicada y atrevida al encontrarme con sus hijos en mi cama como si fueran míos. Pero la verdad es que adoro a esos niños, y me emociona ver sus caritas de alegrías ante lo mínimo que pueda darles.


—Buenos días, señor Alfonso —respondo. Por un instante pienso en salir de la cama, aunque luego recuerdo que me encuentro con un pijama de short y musculosa «no apropiado para usar frente a mi jefe»


Sara y Felipe al escuchar a su padre comienzan a reír, luego se meten debajo de las mantas y gritan… “no estamos aquí papito”


Yo sonrió ante las cosquillas que me hacen y tomo asiento en medio de la cama. Alfonso ingresa lentamente y mi corazón se desboca. Todo él es hombría y sexo.


Y tenerlo dentro de la habitación, hace que mis fantasías…«esas que solo salen a la noche cuando nadie me ve» surjan en este preciso instante y acaloren mis mejillas.


Alfonso desprende sensualidad y alguna especie de feromona, seguramente, la que activa mis neurotransmisores… o como sea que se llame esas “cositas” de mi cerebro, las que hacen que mi cuerpo se ponga loquito.


—Ustedes sí que la pasan bien señorita Pau. ¿Es frecuente este tipo de relación entre ustedes?


«Mierda está enojado»


—Bueno, ejem… —aclaro mi garganta —en realidad, ellos no siempre entran aquí, solamente cuando quieren pedirme algo y… —palabras, palabras y ningunas de ellas logran armar una frase con sentido. ¿Qué le digo?... Que últimamente los niños se pasan para mi cama a charlar. «No puedes Pau… eres del personal de esta casa, eso no estaría bien» y ya me imagino su discurso… “señorita Pau, no le pago para que juegue a la niñera, usted es la cocinera y debe limitarse a eso… ¡a cocinar!”


—Pienso que son muy suertudos—suelta luego de mi malogrado discurso.


—¿Disculpe? —digo sorprendida.


—Ellos pueden hacer algo que yo no. O debería decir, que ellos hacen algo que yo no he hecho, aún.


Me ahogo como una estúpida y comienzo a toser. Necesito distancia, necesito alejarme de este hombre como sea, porque la cosa viene de desafío y claramente mi cuerpo responde ante todo su ser. ¡Vade retro Satanás!


Me pongo de pie y camino al baño. Siento como me mira. No volteo, pero puedo intuir que los ojos de Alfonso me comen con la mirada.


—Bajo en unos minutos niños —grito desde dentro, y debo tomar asiento en el borde de la bañera para no caer de culo al suelo.


«¿Se quiere meter en mi cama?»


Vamos Pau… no te hagas la tonta. «Esa es mi consciencia» sabemos que el hombre esta loquito por ti. En parte es verdad, puedo darme cuenta que el hombre se siente atraído desde que la otra noche en un arrebato de furia se metió en mi habitación y me rompió la boca de un beso.


Pero…


«Siempre hay un pero»


Y en este caso es nada más ni nada menos que ¡mi salud mental y emocional! Él me gusta… y yo le gusto, hasta ahí vamos bien, pero nadie me asegura no terminar con el corazón más roto y triste de lo que ya se encontraba hace un par de meses.


Y continuemos, él es mi jefe y yo su empleada y no solamente nos vincula una relación contractual, sino que ¡vivo en su casa!


Si hablamos de tener un “approach” con el jefe, no solo pondría en juego mi corazón, también mi reputación como empleada, y necesitaría buscar un lugar donde vivir.


Lo mire por donde lo mire, un encuentro intimo con el señor Alfonso no entra en mis planes «Pienso con amargura»


Salgo de la ducha y camino derecho al dormitorio para vestirme.


Cuando lo hago, algo en la esquina llama mi atención.


Un movimiento… una persona.


—¿Mamá?


Mi madre se pone de pie y me da un apretado abrazo. Sin soltar mis hombros me aleja de ella unos cuarenta centímetros y suelta su tan característico…


—Anoche se lo comenté a tus hermanas… ¡Has perdido mucho peso!… ¿te encuentras bien?


—¡Naaa! —aúllo.


Y es que para ella… delgadez es sinónimo de enfermedad, en cambio a los tan odiados kilitos en las caderas y mofletes rechonchos le gusta llamarlo “lozanía” y es que luego del divorcio… y no me pregunten el por qué perdí unos diez kilos, no solo me siento mucho mejor, ¡si no que parezco cinco años menor! ¡Gracias Ricardo, gracias Samantha!


—¿Qué haces aquí?


—¡Vine a quedarme unos días con mi nena! — exclama llena de energía —y de paso compartir con los niños.


—Pero mami, tú no puedes venir a instalarte como si esta fuera mi casa y los niños tus nietos.


—Ojalá lo fueran, son tan dulces.


Asiento de acuerdo con su pensamiento, pero de todas formas no puedo permitir que se quede. El terreno no es seguro y con Alfonso la tensión puede olerse a kilómetros y seguro “la sabueso” de mi madre, se dará cuenta al instante que nos sentimos atraídos el uno para el otro.


—Ese hombre se siente atraído por ti hija.


¿Ya lo olfateó? «¡Joder con mi madre!»


—No mami, el tan solo es mi… es mi… jefe.


—Puedo intuir que tiene otras intenciones —dice mientras comienza a sacar su spray para el cabello, cepillo y maquillajes sobre mi tocador.


Camino hasta ella y tomo nuevamente las cosas que acaba de desempacar y una a una las guardo de nuevo en su bolso.


—Mamá, esta no es mi casa, tan solo es mi trabajo y tú no puedes invitarte, así como así.


—Pero, si Pedro me invitó querida. Él mismo fue quien me sugirió venir a quedarme unos días contigo.


—¡Oh! —. Quedo muda ante su comentario. “Pedro me invitó” ¿lo llama por su nombre antes que yo?... ¿y él la invita a nuestra casa? Digo... ¡A su casa!



Socorro, su casa, y que Dios me ayude.


—Además… mañana a la noche tenemos la fiesta de tu prima, y pensé que podríamos arreglarnos juntas—. Aplaude feliz su gran idea.


—No iré mami. Ricardo y Samantha estarán allí. No hay chance de que me presente por nada en el mundo.


Toma asiento en la cama y apoyando su mano sobre el cubre me indica sin palabras que me siente junto a ella. Lo hago y apoyo mi rostro en su pecho. Me acaricia el cabello de una forma muy suya, miles de personas podrán hacer lo mismo, pero reconocería las manos de mamá a kilómetros.


—Pronto el amargo sabor quedará en el olvido, cuando llegue tu verdadero amor, ese que cure tus heridas y sane a tu corazón.


—¿Quién dice que Ricardo no era mi verdadero amor, má?... porque yo sí estaba enamorada.


—¿O creías estarlo?


Pienso por un momento y no estoy segura de ello. Tampoco estoy segura si me dolió más la traición de Ricardo o la de mi mejor amiga.


—No lo sé. Sea lo que haya sido, yo no iré, no estoy preparada para verlos y mucho menos para que me vean ellos a mí.


En la cocina, mi jefe desayuna con los niños cuando bajamos. Me vestí con unos gastados jeans, los que no me podía prender desde hacía tiempo, pero para mi asombro, ahora calzan perfecto, realzando mis piernas y trasero. No es que me los ponga a propósito para provocar a mi jefe ¡no qué va!







2 comentarios:

  1. Hermosos los 3 caps. Me encanta la relación que Pau tiene con los chicos jajaja. Y la madre genial.

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  2. Ay me encanta!! Que Pau vaya con pedro!!!

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