miércoles, 7 de diciembre de 2016
ENAMORAME: CAPITULO 12
Hay cosas que se fueron arraigando en mi vida en casa de los Alfonso.
Una de ellas es preparar pan casero para el desayuno, todas las mañanas. Otra es mi estadía en la casa principal, y la tercera y peor de todas… mi café de la noche con el dueño de casa.
Y es que últimamente se nos hizo costumbre compartir una taza de café cuando todos se fueron a dormir. Primero fue casualidad encontrarnos a media noche cuando uno o el otro no podía dormir. Pero con el correr de los días se fue convirtiendo en una costumbre… ambos huyendo de los fantasmas de la noche llamados “soledad”, nos fuimos refugiando en la compañía del otro.
Ya no es novedad que me vea de pijama y bata de dormir, sin maquillaje y con el pelo prolijamente despeinado.
Al principio me dio un poquitín de vergüenza que me encontrara de esa forma. Él tan elegante y meticuloso con su cuerpo y vestimenta y yo tan… tan, ¡opuesta!
Creo que su amigo y socio de la oficina, es más que eso… es un “amigo íntimo” hablan horas por teléfono y a cualquier hora, pasa por casa a cenar regularmente y es otro muy dedicado a su aspecto físico. Concepción parece una adolescente cuando André llega a la casa, se ruboriza, tartamudea y repentinamente se vuelve sumamente torpe, botando y rompiendo todo a su paso. Sin dudas está loquita por él.
Una pena, pienso con pesadumbre. Dos bellos especímenes masculinos que podrían hacer maravillas en este cuerpo necesitado de afecto.
¿Monja o lesbiana? Pienso las opciones que me quedan, y es que… cada día se ven menos hombres solteros y heterosexuales en la calle.
Por más que adoré a todas las monjitas del colegio al que fui, no dejo de pensar que la palabra monjita es igual a: vida de sacrificio, ayuno y… ¿nada de sexo?
«¿Sin comida ni sexo?»
Seguro me inclinaría a la segunda opción… mi vida no fue hecha para el sacrificio de los pecados y placeres. ¡Dios no lo permita!... ¡Qué ironía! ¿verdad?
Sé por Concepción que a Rita le molesta que no me haya mudado a la residencia del personal, pero, juro que lo intenté una y mil veces… pero Pedro Alfonso siempre tuvo una objeción. Cuando no era por la lluvia, era por los niños, o porque repentinamente el cuarto que sería el mío, estaba infestado de arañas y debían fumigarlo.
Lo que es seguro, es que llevo cuatro meses viviendo en la casa principal. Cada día que pasa me encariño más con los niños y temo que cuando me toque partir sea desgarrador.
Incluso peor que mi repentina separación.
Son poco más de las 7.30 de la mañana cuando escucho pasos bajando de la escalera.
—Buenos días señorita Pau—saluda Alfonso gentilmente como todas las mañanas.
—Buenos días —respondo —¿desayuna aquí o en la oficina?
—Aquí por favor. Ese pan huele de maravillas.
Sonrío. Es muy gratificante cocinar y que guste.
—Pan de plátano y nuez —comento mientras paso por su lado y dejo un platito sobre el mantel individual.
Antes «en mi anterior vida» mi otra yo cocinaba prácticamente para nadie. Ricardo siempre estaba a dieta libre de carbohidratos y azucares, por lo que no probaba nada hecho por mí; su desayuno consistía en un batido de Whey protein y un par de huevos. Yo odiaba eso, pero como buena cornuda que siempre fui, lo acepté sin decir nada. En cambio, aquí es tan diferente… todos aman mi comida, los niños a la noche me preguntan qué prepararé para el desayuno y muchas veces entre los cuatro planeamos el menú.
—¿Su madre vendrá hoy señorita Pau? —consulta mi jefe.
Y yo no dejo de asombrarme por ese don que posee de retener detalles. Verdaderamente lo admiro, creo que ciertamente escucha cada uno de mis disparates.
—Sí señor, es que quiere ver a los niños. Al parecer le prometió a Sara algo y la pequeña no ha parado de preguntar por ella.
—Déjele mis saludos si no la veo.
—Serán dados.
Deposito el café a un lado del pan de plátano y nuez, tal como sé que le gusta en las mañanas… grande, negro y fuerte.
—Recuerde que la semana próxima tenemos fecha para la última conciliación por su divorcio.
Dejo de moverme. Cada vez que escucho algo referente al pasado es como que me tiraran un balde de agua helada en la cabeza.
—No me presentaré señor. Me han asesorado y resulta que si no me presento a la audiencia el trámite saldrá más rápido.
—¿Me está siendo infiel con otro abogado señorita Pau?
Pone en esa oración todo el encanto y sensualidad que le queda tan bien, y que hace aflojar el elástico de mis calzones a pesar de todo.
—Un pelín solamente —. Respondo sonriente.
—Recuerde que mis servicios son muy exclusivos señorita, y resulta que yo no comparto… ¡jamás comparto!
No sé por qué, pero noto algún mensaje encriptado en lo que acaba de decir… “yo no comparto”
«Ojalá fuera lo que estás pensando mujer»
—Sigue sin querer reclamar lo que le corresponde.
—No quiero nada de lo que antes me perteneció, ni siquiera un dólar. ¡Nada! Todo eso era de la antigua Pau, la nueva comenzará de cero, ahorrando hasta el último centavo, hasta que logre abrir su nueva tienda.
—No quiero que se marche —suelta de pronto clavando sus penetrantes ojos en mí. Para mi asombro su declaración me deja por las nubes.
—¿Disculpe?
—Que no quiero dejarla partir nunca.
—En verdad me siento muy halagada señor Alfonso, pero ambos sabemos que esta situación es temporal y que tarde o temprano llegará a su fin.
—Eso lo veremos —responde altanero y no dejo de sentirlo como una amenaza —quizás en un tiempo se enamore de mí y no quiera marcharse. Es más… ¿me llama poderosamente la atención que aún no haya sucedido? no es raro que el personal femenino se fije en mí.
No estoy segura si está bromeando o no, porque no logro encontrar rastro de humor en su comentario y de un momento a otro comienzo a preocuparme.
«¿Será o no?»
—Lástima que ya no creo en el amor —confieso —y dudo que algún día logre enamorarme nuevamente.
—Quizás no llegó la persona indicada, para tan compleja tarea.
—Quizás… pero dudo llegue.
—Yo podría ser esa persona señorita Pau.
Dejo de respirar y temo que mis piernas se aflojen de un momento a otro.
Por tercera vez en la vida quedo muda. La transmisión cerebro boca está fallando y mi vista permanece clavada en la descarada y seductora mirada de Alfonso.
—Pues… ¡Enamórame, si puedes! —suelto para mi asombro y horror.
No solo lo tuteo, sino que lo provoco.
—Acepto el desafío señorita Pau. Que tenga buen día —. Comenta con una fascinante sonrisa lobuna, mientras deja la taza de café sobre el plato en el que se hallaba el pan.
Rápidamente se pone de pie y sale de la cocina directo a su coche.
«¿Lo desafié?»
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No! :o me muero!!!!! Que intrigaaaaa ya quiero leer lo de hoy!!!
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