miércoles, 7 de diciembre de 2016

ENAMORAME: CAPITULO 10





Como el famoso juego, mi vida fue cobrando lentamente estructura. Y los bloques que consideraba rotos o perdidos, fueron reapareciendo.


Adopté el hogar de los Alfonso como propio, y pese a que hace solo dos semanas que vivo aquí, no puedo evitar que brote un pequeño sentido de propiedad por los niños.


Aún no estoy segura si es mi instinto maternal el que quiere protegerlos, o será la falta de su propia madre, la que logra hacer que aflore ese sentimiento. Pero la realidad es que me encariñé tanto con esos pilluelos que, no solo soy la cocinera, sino que, en parte niñera también.


Alfonso trabaja mucho y prácticamente no lo veo, gracias a Dios. Es que me encuentro más cómoda cuando él no está en la casa.


Pienso que es un hombre bien raro… me observa todo el tiempo con una extraña expresión en el rostro y una vez lo pesqué olfateando mi cabello.


«Qué vergüenza» recuerdo con pesar. ¡Que tu propio jefe te encuentre olor feo en el cabello! No le conté a nadie el suceso, pero ahora tengo por norma, lavarme el pelo con doble shampoo.


La verdad es un hermoso ejemplar masculino. «Lástima que sea gay» aunque dudo que se fijara en mí, si hubiese sido heterosexual, él es un atlético y elegante hombre y yo una simple cocinera, sencilla y con olor a frito en su cabello. Aún no confirmo lo de su sexualidad, pero puedo darme cuenta.


No solo me huele en cuanto puede, sino que me preguntó en varias ocasiones. qué marca de crema corporal uso. Ya lo imagino usando Victoria Secret de Vainilla y Coco.


A las siete, dejo la cena en el horno lista para calentar, y la mesa pronta. Únicamente resta servir, tarea de la cual se encarga Rita. Ella es la única que no me recibió con tanta amabilidad. Es joven, bonita, y se esmera mucho frente a Alfonso. Creo que tiene el complejo de Cenicienta y espera que el príncipe azul la rescate.


Lista la cena, marcho al centro a tomar mis amadas clases de salsa. Estas son mi escape de la realidad, mi gozo y placer. Bailando olvido quién soy, qué hago, o que me acaba de pasar por encima un tsunami llamado “matrimonio fallido”.


Nadie, salvo los niños, sabe que concurro a tomar clases de salsa. Únicamente los pequeños son los que conocen a la verdadera Pau. A ellos no puedo ocultarles nada. Son mis consentidos, y tiernamente me están conquistando a pasos agigantados.


Subo a mi camioneta y presiono el mando a distancia para abrir el portón de entrada de la casa. Son poco más de las seis de la tarde y mi clase espera. Encamino la camioneta en dirección a la salida, cuando repentinamente, el foco de un auto ingresando me deja ciega por un momento.


El señor Alfonso ha llegado a casa. Y debo retroceder para que él pueda ingresar su coche.


Lo hago. Comienzo a dar marcha atrás hasta que escucho el estallido de uno de mis neumáticos.


«¡Mierda!»


Apago el motor y bajo de la camioneta molesta conmigo misma. Rodeo el vehículo hasta la parte trasera donde veo la rueda pinchada conuna roca del cantero de flores y todas las flores aplastadas.«Auch» ¡me matará!


Giro rápidamente para ver si el señor Alfonso puede entrar de todas formas con su coche, cuando mi cuerpo, choca contra algo.


Mejor dicho, ¡contra alguien!


Casi me caigo del susto y Alfonso me atrapa por los antebrazos. Tenerlo cerca me preocupa, su perfume, porte y belleza me altera… ¡mucho!


Sosteniendo mis brazos me aleja lo suficiente para ver mi atuendo.


Calzas de lycra negra, calentadores de piernas del mismo color, zapatillas fucsia, y chaqueta de deporte.


Sacude su cabeza como si estuviera aclarando sus ideas y comenta...


—¿Adónde se dirige señorita Pau?


—Debo ir a un lugar señor.


—Eso lo puedo suponer, ya que estaba saliendo en este momento, pero mi pregunta es únicamente para saber a qué dirección se dirigía. Porque con la goma pinchada no lo podrá hacer por sí misma. Si gusta ¿yo puedo llevarla?


—No se preocupe, tomaré un taxi.


—¿Es una cita?


—¿Disculpe? —no entiendo por qué tanto interrogatorio. Si es o no una cita… ¡no es de su incumbencia!


—No se preocupe señor Alfonso—reitero con ímpetu, no es que quiera faltarle el respeto, pero tampoco haré el papel de tonta —de veras, yo puedo sola—reitero.


—Es que ¡no me preocupo!... solo quiero ayudar.


Y así sin más… toma mi mano y soy guiada a su coche. 


Abre la puerta del acompañante y me ayuda a entrar.


Como una autómata obedezco y tomo asiento. Rodea el coche y entra.


El estar en su coche me produce escalofríos. Todo de él me intimida, y estar solos en un lugar tan pequeño produce cosquillas en mi panza.


Creo que debe ser por el tiempo que llevo sin sexo.


Lo cual digamos son unos, ciento ochenta y siete días.


«Auch»


Ya siento como mi vagina se va llenando de telas de araña y comienza a cerrarse lentamente. Intuyo que el día que esté con otro hombre yo seré virgen nuevamente.


O lo peor de todo, que este sea mi fin y en mi lápida se pueda leer.



“Aquí yace Paula Chaves.
Buena hija y cariñosa hermana.
Amante de la buena cocina,
llegó a su fin sin una alegría en cincuenta y cuatro años.”


Seguramente luego de eso me santifiquen como Santa Paula.


¡Pero no lo permitiré!


¡No!


En cuanto esté lista, comenzaré a tener citas nuevamente.


—¿Me escucha?


—¿Qué?


—Se puede saber en qué está pensando?... llevo rato hablándole.


—Disculpe —respondo con pesar. Mi soñadora imaginación me hace ausentar del mundo, y al parecer mi jefe me estaba hablando.


—Pregunté la dirección de donde tiene que ir.


Se la digo y emprendemos viaje en silencio. Y tras unos diez minutos llegamos.


Agradezco y con una sonrisa me dispongo a salir del coche, cuando su mano en mi brazo me detiene.


—¿Cómo piensa volver a casa?


«¿A casa?»


—Tomaré un taxi o alguien me llevará. Muchas gracias nuevamente.


Parece contrariado cuando suelta mi brazo y para mi alivio soy liberada. Respiro una gran bocanada del frío aire y camino al edificio sin mirar atrás. Por alguna extraña razón Alfonso me altera, lo cual me llama poderosamente la atención. Tengo amigos gays y ninguno me trastorna en lo más mínimo, pero, ¡este hombre sí! Hay algo en él, que no me gusta… «Intuición femenina» Debo estar atenta para descubrirlo.


—Bienvenida perraca —grita Susana… mi profesora y amiga.


—Hola lagarta —respondo y nos damos un gran abrazo.


—¿Qué tal tu nueva vida, niña? ¿Ya estás usando uniforme de cocinerita sexy?


Tomo asiento en una esquina del salón para ponerme mis zapatos de baile.


Todos ya se encuentran estirando y la música suena ya dispuesta para que comience la clase.


—¡Hoy mambo niños y niñas! —grita Susana y todos tomamos nuestros lugares frente al espejo.


Una versión en ritmo de salsa, de la canción Mambo Italiano, comienza a sonar.


La tenemos más que ensayada, por lo que nos ponemos a bailar al ritmo de la sensual melodía. Mi compañero de hoy es Ramiro, el moreno de espalda cuadrada se mueve para el deleite, sus caderas parecen tener vida propia, y me gira y levanta sin dificultad alguna.





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