sábado, 1 de octubre de 2016

MAS QUE VECINOS: CAPITULO 39




La sinceridad más absoluta se reflejaba en esos ojos castaños que lo miraban con tanto amor, que Pedro sintió una súbita opresión en la garganta y se vio obligado a tragar saliva varias veces. Despacio, el hombre agarró la barbilla de Paula entre el índice y el pulgar y, alzándola hacia él con suavidad, se abalanzó sobre sus sensuales labios como un hombre hambriento se arroja sobre un festín.


Los brazos de Pau se entrelazaron alrededor del cuello masculino y lo atrajo aún más hacia sí. El abrazo fue largo y abrasador y, todo lo que no fuera la sensación de aquellos firmes labios devorando su boca se borró de la mente de la joven. En un momento dado, Pedro se agachó un poco, la alzó entre sus brazos como si no pesara nada y se dirigió con ella hasta su dormitorio. La dorada luz de la tarde, tamizada por los screen de las ventanas, inundaba la habitación. Con suavidad, la colocó sobre la cama y se tumbó a su lado. Pedro apoyó la cabeza sobre su brazo doblado y, al contemplar el rostro de Paula sonrosado por la excitación y sus labios enrojecidos por sus ávidos besos, se dijo una vez más que era la mujer más hermosa que había conocido en su vida. Luego se inclinó hacia ella y susurró roncamente en su oído:
—Paula, te necesito... he estado demasiado tiempo sin ti. —La joven percibió el deseo salvaje que asomaba en la mirada de Pedro y supo que era el reflejo fiel del que ella misma sentía. Sus ojos marrones, enormes y cálidos, lo miraron con profunda ternura y Paula se limitó a contestar:
—Sí.


Con mucha delicadeza, Pedro comenzó a desabotonar el vestido suelto que llevaba la joven. Esta vez, estaba decidido a no apresurarse; no solo quería acostarse con Paula, quería demostrarle hasta dónde llegaba el amor que sentía por ella. 


Cuando terminó de soltar todos los botones se lo sacó por la cabeza, luego desabrochó el sujetador y lo arrojó a un lado e hizo lo mismo con el resto de su ropa. Pedro permaneció un rato contemplando su cuerpo completamente desnudo con reverencia.


—Eres tan hermosa...


Sonrojada al sentir esa mirada candente deslizándose por todo sus ser, Paula preguntó:
—¿A pesar de estar embarazada?


—Eso te hace aún más bella a mis ojos. —Pedro acarició su vientre con suavidad, luego inclinó la cabeza y empezó a rociar de suaves besos la piel, sedosa y tirante, que lo cubría.


Las manos de la chica se enredaron en el cabello masculino y, obligándolo a alzar la cabeza, lo atrajo hacia ella y lo besó de lleno en la boca.


—Te quiero —susurró contra sus labios.


—Me has enseñado a vivir, Paula —respondió él roncamente.


A pesar del calor provocado por las ardientes caricias de Pedro, Pau tembló al escuchar sus palabras y lo estrechó aún más contra ella. Luego, se separó un poco y comenzó a desabotonar su camisa, se la quitó y lo mismo hizo con sus pantalones y el resto de su ropa. Desnudos, se dejaron arrebatar por el delirio y se acariciaron el uno al otro hasta que, sofocados y sin resuello, llegaron al límite de su resistencia. Pedro separó sus rodillas y con un suave empujón se introdujo en el cálido interior femenino, mientras Paula enredaba sus piernas alrededor de las suyas, en un intento de acercarse a él todavía más. En un momento dado, aún dentro de ella, Pedro se alzó sobre sus antebrazos y se quedó contemplando el rostro femenino, cuyos párpados apenas velaban el delirio exultante en que la sumían sus caricias.


Con voz temblorosa, Pau le preguntó:
—¿Es esto una nueva clase de perversa tortura?


Pedro le dirigió la sonrisa más tierna que la joven le había visto jamás y contestó:
—No, esto es el amor, puesto que lo hacemos juntos...


Paula se abrazó a él con todas sus fuerzas y pegó su boca a la suya, al tiempo que arqueaba sus caderas contra él. Ante ese apasionado ataque, Pedro, inerte ante sus caricias, ya no pudo contenerse ni un segundo más y, con movimientos suaves y profundos a la vez, siguió adelante hasta que los dos, jadeantes y con los cuerpos resbaladizos por el sudor, alcanzaron un palpitante clímax que les dejó exhaustos por completo.



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