sábado, 20 de agosto de 2016

MI MEJOR HISTORIA: CAPITULO 29




Paula miró los vestidos que la dependienta estaba escogiendo intentando ver las etiquetas, pero sabía que Pedro no le quitaba ojo de encima. Él actuaba de forma extraña últimamente y de camino a la tienda, la había llevado de la mano. Probablemente no quisiera perderla entre el gentío, pero a ella le había encantado. Tal vez estuviera contento por estar en Nueva York. No se le había ocurrido que él pudiera echar de menos la gran ciudad.


La tienda a la que la había llevado era muy elegante. La dependienta le hizo una seña de que la siguiera a un probador más grande que su habitación que incluso tenía un sillón dentro. La mujer dejó los vestidos en una percha, observó a Paula y se fue a buscar ropa interior.


Sin dejar de mirar la puerta, Paula echó un vistazo a los vestidos. Dos de ellos eran cortísimos.


Decidió probarse uno azul, pensando que podría ir bien con los zapatos que tenía. Cuando tenía el vestido por las caderas, la dependienta entró y la miró con ojo crítico.


—Ése no. El color no le va bien —y le pasó un sujetador de encaje sin tirantes.


A Paula le gustaba el vestido, pero no iba a discutir con alguien que se consideraba experto en la materia. Se quitó el vestido y la dependienta lo tomó para ponerlo en su percha. 


Como a Paula le costaba encontrar los corchetes del sujetador, la dependienta la ayudó y los abrochó con gran maestría. Se sentía un poco insegura tan desnuda. Además, después del embarazo y dándole el pecho a su hija, tenía un escote bastante generoso. Sin darle tiempo a pensar, la dependienta le pasó un vestido rosa claro que reflejaba la luz del probador. Ella se quedó sin aliento al verse envuelta en aquella preciosa prenda que le llegaba hasta la rodilla, rematado con hilo dorado y que se le ajustaba tan bien a las caderas.


—Ese es perfecto —declaró la dependienta.


Paula se miró. Realmente tenía caprichos, pero deseaba tener ese vestido. Cuándo se atrevió a preguntar el precio, la dependienta le dijo que no se preocupara de eso, que no era lo importante. Al parecer la mayoría de las invitadas irían de negro y ella destacaría entre ellas con aquel vestido. El problema era que ella no quería destacar.


Paula volvió donde Pedro la estaba esperando.


—¿Has acabado?


—Eso parece —quiso hablar con él en privado y decirle que mirara el precio, pero él la agarró de la mano y la sacó de allí.


—Bien. Vamos o llegaremos tarde a tus citas.


—¿Qué citas? —él tenía cosas que hacer, ¿pero ella?


—La peluquería, la manicura… cosas de chicas —le sonrió.


—Pero… —nunca se había hecho la manicura y se podía lavar el pelo sola.


—Considéralo una paga extra, un regalo por mi parte. Trabajas mucho y te lo mereces.


Ella lo detuvo y se puso de puntillas para hablarle sin que él se agachara.


Pedro, en el vestido no ponía el precio. Tienes que comprobar cuánto costaba.


Se inclinó sobre ella como si fuera a besarla y después se echó a reír.


—Ya lo he hecho. Lo enviarán al hotel. Vamos.


—¿Adónde vamos ahora? —en medio de aquellas calles tan ruidosas, ella se sentía en un sueño.


—Está muy cerca.


Si no hubiera estado con él, hubiera sentido miedo por la aglomeración de gente. Pasaron junto a los llamativos escaparates de una joyería y ella aminoró el ritmo.


—Ninguna mujer puede pasar junto a Tíffany’s sin detenerse —rió él.


Tiffany’s. Sólo el nombre era de lo más evocador. Ella nunca había tenido joyas, ni siquiera anillo de bodas.


—¿Qué te gusta más? —preguntó él—. ¿El oro o el platino?


—Creo que el oro —dijo ella, como si fuera una conversación sin importancia—. Queda mejor con los diamantes.


—Vamos, llegamos tarde —dijo él, tomándola de la mano.


El lugar donde la llevó se parecía a la tienda, pero olía aún mejor.


—Señor Alfonso, estábamos esperándolo.


—Ésta es la señorita Chaves —él la empujó delante de él—. Michelle tiene hora para ella.


—Claro. ¿Puede seguirme, por favor?


Pedro —se demoró Paula—, ¿cuánto tardaré? Tengo que ir a dar de comer a Emma.


—No te preocupes. Voy a traer a Sarah y a Emma ahora, así Sarah podrá hacerse la manicura mientras tú das de comer a Emma. Después volverán al hotel con Freddy y le pediré que se asegure de que vuelven a la habitación, ¿de acuerdo?


Paula se sentía desbordada, pero sabía que Sarah estaría encantada. Asintió con la cabeza.


—Pásalo bien.


Ella suspiró. Era tan fácil enamorarse de él.


Todo fue según lo planeado. Freddy llevó a las chicas y luego las condujo al hotel. A Paula le hicieron una limpieza facial, le cortaron el pelo y le arreglaron las uñas de las manos y de los pies. Finalmente, un hombrecito con una camisa de satén azul la maquilló. Ya eran las seis y ella apenas se reconocía en el espejo. Cuando salió del salón de belleza, encontró a Freddy esperándola en la puerta para llevarla al hotel. Se sentía una Cenicienta.


Cuando Sarah le abrió la puerta de la habitación se quedó mirándola asombrada.


—¡Estás increíble!


Ella no se acababa de reconocer del todo en el espejo, no estaba acostumbrada a llevar maquillaje y no se sentía muy cómoda con el conjunto.


—¿Demasiado increíble?


—Estás genial.


—Tengo que dar de comer a Emma antes de cambiarme —dijo al oír que la niña empezaba a protestar—. ¿Han encontrado mi vestido? —podrían devolver el rosa.


—No, y menos mal.


—¿Por qué dices eso? —le preguntó a la joven.


—Porque era muy feo —dijo la chica con sencillez—. Ha llegado el nuevo y le he echado un vistazo antes de guardarlo. Está mucho mejor. Y la ropa interior y los zapatos, también.


Paula sintió un escalofrío de culpa. Había deseado que no encontraran su vestido azul.


Pedro también había pensado en los zapatos. ¿O había sido cosa de la dependienta?


—Te voy a preparar un baño de burbujas —dijo Sarah—. Hay unas sales en el baño que huelen como los manzanos en primavera.


Antes de eso, Sarah sacó del armario unos zapatos a juego con el vestido, de tacón alto y sin talón.


—Parecen los de Cenicienta.


Paula los miró y suspiró. Estaba nerviosa por el miedo y la excitación. Esperaba acabar la noche sin convertirse en calabaza.





No hay comentarios.:

Publicar un comentario