martes, 16 de agosto de 2016

MI MEJOR HISTORIA: CAPITULO 17






Pedro bajó a la cocina de nuevo. Se había quedado tan absorto intentando averiguar lo que le pasaba a Paula que había olvidado su taza de café.


Cuando la vio salir en dirección al establo, decidió que sería un buen momento para bajar. De ese modo ella no pensaría que era un idiota por olvidarse el café ni podría adivinar que se sentía atraído por ella y bajaba una y otra vez para verla.


No le gustaba ninguna de las dos opciones.


Estaba agotado y necesitaba el café. Había estado escribiendo casi toda la noche y la historia le había salido tan rápidamente que apenas podía seguir el hilo.


Nunca era buena idea cuestionar a la musa, pero se preguntaba cuánto tiempo más seguiría con él. Nunca había tenido una racha tan buena y tan productiva, pero necesitaba dormir.


En ese momento oyó un aullido en la habitación de Paula. 


Dejó la taza vacía en la encimera y se dirigió a la habitación donde dormían ella y la niña.


Pero Emma no estaba dormida.


Cuando se inclinó sobre la cuna para mirarla, la versión en miniatura de Paula le dedicó una de sus sonrisas y lo saludó levantando sus manitas en el aire, como si se alegrara de verlo. Para comprobarlo, dio un paso atrás y la diminuta carita pareció entristecer. Cuando se volvió a asomar, la niña volvió a sonreírle.


Pedro se sentía incómodo ante la posibilidad de tener un episodio de lágrimas, incluso si venían de un bebé. Sin saber muy bien qué hacer, le ofreció su dedo índice. Ella apartó los ojos de su cara a su dedo y lo miró muy concentrada, como si fuera lo más interesante que había visto nunca. Después intentó agarrarlo y cerró su manita sobre él.


Él se quedó un momento mirándola, y después intentó apartar el dedo, pero ella lo agarraba con más fuerza de la que había previsto.


Con la otra mano agarró un sonajero de plástico que estaba a los pies de la cuna y lo agitó frente a ella. Ella le soltó el dedo y buscó el brillante objeto. Pedro se sintió un poco disgustado porque prefiriera el juguete a su dedo.


En ese momento oyó el ruido de la puerta del porche al cerrarse e Pedro se incorporó al oír que Paula se acercaba por el pasillo.


Ella se detuvo en la puerta al verlo junto a la cuna. Pareció sentirse muy incómoda y dijo a toda prisa:
—He salido un momento al establo a ver a Max —después levantó el aparato de escucha—. No la he oído llorar. ¿Lo ha molestado?


—Claro que no —señaló al aparato y dijo—: Probablemente necesita pilas nuevas. He bajado a por café y estaba despierta —intentaba saber si la había ofendido al acercarse demasiado a la niña sin su permiso—. ¿Le importa que hable con ella?


La expresión de Paula se tornó en sorpresa.


—Oh, por supuesto que no —Paula deslizó una mano bajo la cabecita de la niña y la tomó en brazos—. Es sólo que no quiero que lo moleste.


Pedro se encogió de hombros, sintiéndose halagado de que ella, tan protectora de su hija, confiara en él.


—No es ninguna molestia. De hecho, cuando tenga que salir fuera, dígamelo. De ese modo puedo estar pendiente de ella y usted no tendrá que preocuparse.


Hasta él se sorprendió al oír aquellas palabras salir de su boca. Pedro Alfonso, el soltero empedernido, se acababa de ofrecer para hacer de canguro. No por mucho tiempo, pero aun así, si alguien le hubiera dicho un mes antes que haría eso, se hubiera echado a reír con ganas.


Lo siguiente sería incluir el personaje de un bebé en su historia.


—Tengo que volver al trabajo —dijo, y salió rápidamente de la habitación recogiendo la taza de café en la cocina.


En lugar de ponerse a trabajar inmediatamente, se recostó en la silla y estuvo pensando en Emma. Recordaba su fecha de nacimiento por el anuncio del hospital que había visto colocado sobre la pared en la casita de piedra. Tenía que tener casi cuatro meses.


Se conectó a Internet y buscó una página web que diera información detallada por semanas sobre la evolución de los bebés. Leyó la información que se ofrecía y decidió que Emma estaba muy avanzada para su edad. Además, era la niña más bonita que había visto. Marcó la página como una de sus favoritos y volvió a su libro.




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