martes, 16 de agosto de 2016

MI MEJOR HISTORIA: CAPITULO 16






Paula había intentado mantenerse alejada de Pedro aquella mañana, mucho más que los otros días. Estaba claro que lo había molestado encontrarla dormida en el sofá la noche anterior.


Limpió la encimera lanzándole miradas furtivas. Lo único que podía ver de él era su nuca mientras veía las noticias y se comía el sándwich sentado en el sofá. Ella estaba deseando que volviese a su oficina para salir al establo a echarle un vistazo a Max y a su pata antes de que Emma se despertara.


Era mucho más fácil trabajar sin la niña y con Pedro en la casa.


Así Paula no sentía miedo de dejarla en la casa cuando tenía que salir fuera.


—¿Dónde está la niña?


La voz de Pedro la sorprendió. Ella señaló el pasillo que llevaba al cuarto de los trastos y a su habitación.


—Aún está dormida.


—¿No suele estar despierta a esta hora?


Su pregunta sorprendió a Paula. Hasta entonces no se había dado cuenta de que él se fijase en la presencia del bebé.


—Normalmente sí, pero hoy la he acostado un poco más tarde.


Pedro apagó la televisión con el mando a distancia, se puso de pie y se estiró. Paula se giró para no verse tentada a quedarse mirándolo.


La ropa que llevaba le sentaba estupendamente; lo cierto era que la percha tampoco estaba nada mal. El jersey que llevaba era de cachemir; ella había mirado la etiqueta una vez que lo había doblado mientras ordenaba su cuarto. Era de un color blanco roto, muy poco práctico para necesitar limpieza en seco, pero le quedaba muy bien con el pelo oscuro.


Él acabó de estirarse y sacudió la cabeza.


—Está claro que sabe disfrutar. Comer, dormir, jugar… Es normal que no recordemos nuestra vida de bebés, porque no hubiéramos deseado crecer nunca.


Paula se sintió invadida por una oleada de melancolía. Deseó recordar su vida de bebé, recordar a su madre y a su padre y saber si la querían.


—¿Qué ocurre?


Ella parpadeó y se dio cuenta de que él se le había acercado con el plato en la mano.


—Nada. Deje que me ocupe de eso —ya lo había puesto en una situación incómoda al contarle que había sido abandonada de pequeña.


Él la miró unos segundos y después dijo:
—Voy a volver al trabajo.


Paula fue a la cocina a dejar el plato sucio y él subió las escaleras. Después entró de puntillas en su habitación y echó un vistazo a Emma, que estaba profundamente dormida. Si iba directamente al establo, pensó mientras colocaba el aparato de escucha para bebés en la cuna, podría dar de comer a Max, mirarle la pata y volver al cabo de unos minutos, antes de que Emma se despertara y quisiera comer.




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