martes, 16 de agosto de 2016

MI MEJOR HISTORIA: CAPITULO 15





Pedro bajó a tomar una taza de café y vio que la cafetera no había sido encendida. No era muy propio de Paula el haberse olvidado, pero debía de haberse marchado a la cama sin encenderla.


Apretó el interruptor y se apoyó en la encimera. 


Normalmente ella era tan eficiente que no tenía que preocuparse por nada y se lo agradecía mucho. Lo ayudaba a ser más productivo en su trabajo.


El café silbó y burbujeó, y empezó a caer en la jarra de vidrio, llenando la cocina de su aroma rico y espeso. Lo molestaba que ella trabajase tantas horas, pero parecía ponerse muy nerviosa cuando hablaba con ella de eso. 


Nunca se tomaba un rato de descanso.


Pedro oyó un leve ruido en el salón y pensó que tal vez uno de los animales se hubiera colado dentro de la casa. Fue hacia allí esperando encontrarse al gato o al perro acurrucado en los cojines del sofá, pero en su lugar se encontró a Paula.


Tenía un libro sobre el regazo y estaba profundamente dormida con la cabeza sobre un cojín. Su pelo rubio y rizado estaba algo revuelto y la sombra de sus pestañas caía sobre sus mejillas. Recordó lo que le había dicho sobre que había sido abandonada.


¿Cómo podía alguien hacer algo así? ¿Abandonarla a una edad tan temprana, como un mueble viejo? Era sorprendente que siempre estuviera tan alegre.


Sus padres siempre habían sido fríos y distantes, pero se había sentido seguro en su infancia. No le habían demostrado abiertamente sus sentimientos, pero siempre lo habían cuidado.


Se inclinó sobre el sofá y tomó el libro para dejarlo sobre la mesa. Estaba adorable con aquella bata enorme y descalza.


Casi le apetecía unirse a ella allí mismo.


Dio un paso atrás, sorprendido por sus pensamientos.


Ella era su ama de llaves, no su novia. Se había quedado viuda recientemente y dependía de él para tener un trabajo, así que lo último que necesitaba Paula era que él se sintiese atraído por ella. La pondría en una situación terrible.


Debía de ser el libro en el que estaba trabajando, pensó, intentando explicar aquellos extraños pensamientos que lo asaltaban. El nuevo personaje, el que estaba guiando la acción, estaba basado en Paula. Se había negado a admitirlo durante un tiempo, pero ahora era tan obvio que era innegable.


La descripción física del personaje no coincidía con la de Paula, pero sí su espíritu y su carácter.


Paula parecía un ángel, pero él había presentido en ella un corazón de acero. Estaba seguro de que lucharía hasta la muerte por aquello que fuera importante para ella. En el caso de Paula, ésa era Emma.


¿Tenía él algo que amase tanto? No lo creía, y el pensar en ello lo entristeció.


No se había dado cuenta de que su historia necesitaba un personaje femenino, pero cuando introdujo este nuevo personaje, la historia había empezado a fluir sola.


Tal vez aquello explicara sus sentimientos. Siempre se sentía atraído por sus personajes y aquélla era la primera vez que había basado uno de sus personajes en una persona real.


La cafetera avisó con un leve pitido de que el café estaba listo. Paula abrió los ojos y Pedro se apartó y fue hacia la cocina.


Se giró ante sus suaves murmullos y la vio sentada y parpadeando al verlo. Por un momento pareció confusa, después, apurada.


—Oh… estaba leyendo.


Estaba aún más guapa despierta.


—Se había quedado dormida. Váyase a la cama.


Después fue a servirse el café y pensó que su tono de voz había sido más duro de lo que había pretendido, pero no le gustaba la creciente atracción que sentía por ella.


No le importaba que se hubiera quedado dormida, lo que le importaba era que había estado a punto de besarla mientras dormía.


—Si, eso haré —ella pasó corriendo a su lado hacia la pequeña habitación de detrás de la cocina.


Él esperó hasta oír el ruido de la puerta al cerrarse antes de subir al segundo piso, diciéndose todo tipo de cosas por el modo en que había manejado aquella escena.


Se le daba mucho mejor tratar con sus personajes que con gente de carne y hueso.


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