domingo, 28 de agosto de 2016

ESCUCHA TU CORAZON: CAPITULO 23




Paula


Feliz cual perdiz. Esta expresión absurda y que solía utilizar cuando estudiaba en la universidad es la que describe a la perfección mi estado de ánimo tras los acontecimientos del último fin de semana.


Mi vida ha cambiado bastante en quince días y, aunque no es la que yo hubiera soñado, para que negarlo: me gusta.


Los días transcurren tranquilos en la oficina del banco pero con Juancho siempre hay una anécdota o un chiste del que reírse. A mediodía como en la posada de Elena, que se extraña al ver que Pedro —pese a ser de los que no comen más tarde de la una— se espera hasta las tres y media para comer conmigo y por las noches mi casero y yo cenamos juntos. ¿Dormir? Pues sí, también dormimos juntos, aunque la verdad es que ando bastante falta de horas de sueño. 


¿Por qué será?


Esta nueva rutina mía es tranquila y apacible y me lo noto en el cuerpo. Tengo mejor la piel y el cabello porque no sufro el estrés que tenía en Valencia. Eso sí, he cogido unos kilillos de más y no hay quien se los quite porque, otra cosa no pero comer… ¡Aquí la gente no perdona un plato! Pero bueno, que yo me veo estupenda y como mi hombretón no ha puesto objeción alguna sino que está encantado de que haya de dónde agarrar…


Le sigo pagando el alquiler a Pedro. Sé que le hace falta y, además, me gusta sentir que, si lo necesito, tengo mi propio espacio. Todavía no llevamos tanto tiempo juntos y prefiero ser precavida.


Lo que no esperaba es que Santi se lo tomara tan mal.


—Venga, ¡no me jodas Paula!


—No te jodo, Santi. Solo te estoy contando qué es de mi vida. Creí que te alegrarías.


—¿De qué? ¿De que de pronto te hayas vuelto una chica de pueblo que se pasa el día con un matrimonio casi de la tercera edad y que sale con un ganadero? ¡Con un ganadero!


—Pues mira, dicho así suena horrible —replico—. Pero sí, de eso. ¿No te das cuenta de que soy más feliz ahora que cuando trabajaba en Valencia? Ya no tengo contracturas, ni estrés, ni nada. ¡Estoy feliz!


—¿Pero a ti qué te han hecho? —Parece incrédulo.


—Nada, Santi, ya te lo he dicho. —Tengo que bajar la voz porque Juancho me mira desde su despacho con cara rara. No quiero que oiga esta conversación.


—Pues vale —gruñe enfadado.


—No te entiendo. ¿A cuento de qué te mosqueas? ¿No será que estás celoso?


Un silencio al otro lado de la línea me confirma que ese es justo el problema. Que a mí me guste o no el campo a Santi le importa una mierda. Lo que le fastidia es lo de Pedro.


—Santi, tú y yo no somos novios.


—Lo sé.


—¿Entonces?


De nuevo un silencio al otro lado del auricular que no me deja nada tranquila.


—Creía que querías volver a Valencia. —¡Toma pedazo cambio de tercio!


—Y quiero, Santi, y quiero… —Esta conversación empieza a agotarme mentalmente.


—Entonces no te preocupes por nada, déjalo de mi cuenta.


—¿De qué hablas? ¿Qué vas a hacer?


—Nada, mujer, nada —dice restándole importancia.


Cuando al fin colgamos, yo no me quedo nada tranquila. Hay algo en la actitud de Santiago que no me ha gustado ni un pelo y no puedo evitar tener una sensación agridulce en el cuerpo pese a que me ha jurado y perjurado que no haría nada.


Es el típico que siempre quiere tener la última palabra y, aunque hace mucho que dejamos de tener una relación seria, me considera un poquito suya. Creo que le gustaba demasiado esa relación nuestra sin ataduras. Tan cómoda. 


Tan fácil. ¿Me pondría celosa yo si fuera él el que hubiera empezado a salir con alguien?


Es posible. Al menos si yo no estuviera con nadie. Lo que pasa es que estoy segura de que a él no le faltan candidatas, así que no debería tomárselo tan a pecho.


En fin, trato de concentrarme en las tareas que me quedan pendientes y me olvido de Santi.


En qué mala hora le he llamado.



3 comentarios:

  1. Muy buenos capítulos! Se me hace que Santi se va a mandar una...

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  2. Pero qué tarado ese Santi. Ya me imagino muchas cosas que se va a mandar.

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  3. mmmm santi va a hacer que paula se vuelva!!

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