lunes, 18 de julio de 2016
RENDICIÓN: CAPITULO 20
Una hora más tarde, Paula se vio por fin en una habitación privada. Mientras Pedro se sentaba a su lado, no podía dejar de pensar en las palabras que había creído escuchar de sus labios. ¿Habían sido reales o más bien producto de su febril imaginación?
–Gracias por traerme al hospital, Pedro –susurró con una débil sonrisa.
–Estás cansada, pero todo va a ir bien con el bebé. ¿Acaso no te lo dije?
Paula sonrió con los ojos medio cerrados. El alivio que sentía era abrumador. Había escuchado los fuertes latidos del corazón de su bebé y le habían asegurado que todo iba bien. Había pensado trabajar desde casa en el último trimestre de embarazo. Tendría que hacerlo mucho antes.
–Sí…
–Y… y te decía en serio lo que te dije cuando te llevaban para hacerte la ecografía.
Paula abrió los ojos de par en par y sintió que el corazón se le detenía un instante. No quería recordárselo, por si había oído mal, pero al ver cómo él la miraba deseaba perderse en las posibilidades que ofrecían aquellas palabras.
–¿Y qué me dijiste? Yo no… me acuerdo…
Se miró la mano que, de algún modo, se había colocado entre las de él.
–De repente, me puse a pensar en lo que yo haría si te pasara algo… y me asusté mucho.
–Sé que te sientes responsable porque yo esté embarazada… –susurró ella tratando de refrenar la esperanza.
–No estoy hablando del bebé. Estoy hablando de ti –afirmó él mirándola a los ojos–. No sé lo que haría si te ocurriera algo porque eres el amor de mi vida. No, espera. No digas nada. Solo escucha lo que tengo que decir y luego, si quieres echarme a patadas de tu vida, haré lo que tú digas. Podemos organizar el tema de la custodia y lo de la pensión para ti. Entonces, dejaré de molestarte con mi presencia.
–Te escucho… –musitó ella. ¿Amor de su vida? Solo quería repetirse esa frase una y otra vez porque no creía que se pudiera acostumbrar a escucharla.
–Cuando apareciste por primera vez en mi casa, supe que eras diferente a la mujer que yo había conocido hasta aquel momento. Eras inteligente, descarada, alegre… Me sentí atraído por ti y supongo que el hecho de que tú ocuparas un lugar especial en un pedazo de mi intimidad y en ciertos aspectos de mi vida que no son públicos atrajo más aún mi atención. Era como si todo el paquete resultara irresistible.
Eras completamente sexy sin saberlo. Inteligente y sabías cosas sobre mí.
Paula recordó el modo en el que la miraba cuando hacían el amor, en las cosas que él le decía y no dudó ni un instante que aquella atracción fuera totalmente verdadera.
–Todo parecía encajar tan bien entre nosotros… Cuanto más nos conocíamos, mejor era todo. Yo pensaba que todo tenía que ver solo con el sexo, pero era algo mucho más importante. Simplemente no me di cuenta. Después de lo ocurrido con Bianca, di por sentado que las mujeres solo podían satisfacer una cierta parte de mí antes de hartarme y desaparecer de mi vida. Yo no buscaba compromiso alguno ni esperaba encontrarlo. Sin embargo, el compromiso me encontró sin que yo me diera cuenta.
Cuando Pedro sintió que ella le acariciaba suavemente la mejilla, le agarró la mano y le dio la vuelta para poder besarle la palma.
–Gracias a ti –prosiguió–, mi relación con Raquel es mejor que nunca. Gracias a ti, he descubierto que hay mucho más en la vida que tratar de ser padre de una adolescente hostil y enterrarme en mi trabajo. Jamás me he parado para cuestionarme por qué no me sentí abrumado cuando me dijiste lo del embarazo. Sabía que esta vez era diferente de lo de Bianca. Si me hubiera tomado tiempo para analizar las cosas, podría haber empezado a ver que ya había ocurrido. Me habría dado cuenta de que me había enamorado perdidamente de ti.
Había puesto sus cartas encima de la mesa y se sentía muy bien. Fuera cual fuera el resultado, siguió hablado para que Paula no lo interrumpiera diciéndole que no era el hombre adecuado para ella.
–Tal vez no llore en las películas de chicas, pero puedes fiarte de mí. Soy una apuesta segura. Estoy a tu lado, ya lo sabes. Siempre lo estaré porque no soy nada sin ti. Si sigues sin querer casarte conmigo o si quieres ponerme a prueba, estoy dispuesto a aceptarlo porque siento que puedo demostrarte que soy la clase de hombre que quieres que sea.
–¿A prueba?
–Sí, para que puedas ver si soy adecuado para ti.
–Sé lo que quiere decir –replicó ella. Quería estrecharlo entre sus brazos, besarlo y saltar de alegría–, pero, ¿por qué no me lo dijiste antes? Ojalá lo hubieras hecho. He sufrido
mucho porque te amo tanto que pensaba que lo último que necesitabas era verte atrapado en un matrimonio con una persona con la que no querías estar. Sabía que me estaba enamorando de ti, pero sabía que tú no buscabas el compromiso en tus relaciones.
–Es cierto.
–Eso debería haberme detenido, pero no lo vi venir. Tú no eras la clase de hombre del que yo pensé que podía enamorarme, pero, ¿quién ha dicho que el amor sigue las reglas? Cuando me di cuenta de que te amaba, estaba tan enamorada que la única salida que tenía era salir corriendo tan rápidamente como pudiera en la dirección opuesta. Fue lo más difícil que he hecho en toda mi vida, pero pensé que, si me quedaba, se me rompería tanto el corazón que no me recuperaría jamás.
–Cariño mío… mi hermosa y especial compañera… –susurró él mientras la besaba suavemente en los labios.
–Entonces, me enteré de que estaba embarazada. Cuando se me pasó el shock, me puse enferma al pensar que tenía que decírtelo, al pensar que te horrorizaría y que sería como si tu peor pesadilla se hiciera realidad.
–Y aquí estamos ahora. Voy a volver a pedírtelo, cariño mío… ¿Quieres casarte conmigo?
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