domingo, 17 de julio de 2016
RENDICIÓN: CAPITULO 17
Pedro sabía que, en realidad, el resultado de lo que podría haber sido un desastre había sido bueno. Jack Perkins había dejado al descubierto problemas con su hija a los que por fin se podría enfrentar. La mediación de Paula había sido fantástica. ¿Cómo podía su hija no saber que él se había esforzado al máximo? Le explicaría todo lo ocurrido.
Evidentemente, Raquel se había sentido perdida y había resultado demasiado vulnerable en un internado que, evidentemente, permitía demasiada libertad.
–Gracias –dijo él mientras aparcaban junto a la casa. Apagó el motor y miró a Paula–. No solo has averiguado quién estaba detrás de todo esto sino que has ido mucho más allá. Los dos sabemos que no tenías que hacerlo…
En aquellos momentos, lo único que quería hacer era meterla en la casa, llevarla en brazos hasta su dormitorio y hacerle el amor. Hacerle el amor durante toda la noche.
Jamás se había sentido tan cerca de una mujer.
Paula pensó, con cierta amargura que, efectivamente, no tenía que ir más allá. Sin embargo, lo había hecho sin pedir nada a cambio.
–Deberíamos hacerlo –replicó ella tras un instante.
Pedro se quedó inmóvil.
–Pensaba que acabábamos de hacerlo.
Paula salió del coche y cerró la puerta. En el interior, el ambiente había sido demasiado íntimo. Unos segundos más allí dentro, sentada a su lado, respirando su aroma y escuchando su sensual manera de hablar habría echado por tierra todas sus buenas intenciones.
–¿Quieres decirme a qué viene todo esto? –le preguntó él en cuanto entraron en la casa.
Arrojó las llaves del coche sobre la mesita que había junto a la puerta y se dirigió a la cocina, donde se sirvió un vaso de agua de una botella que guardaba en el frigorífico. Entonces, se sentó y observó cómo Paula tomaba asiento tan lejos de él como le era posible.
–¿Cuánto tiempo piensas quedarte aquí? –le preguntó ella por fin.
–¿Y adónde quieres ir a parar con eso? –replicó él. Por primera vez, se sentía pisando arenas movedizas y la sensación no le gustaba. No le gustaba que ella estuviera sentada tan lejos de él ni el humor que ella había tenido desde hacía unas horas ni tampoco el hecho de que no lo mirara a los ojos–. Dios santo –añadió al ver que ella no decía nada–. Al menos hasta finales de semana. Raquel y yo tenemos que solucionar algunas cosas, por no hablar de una franca discusión sobre dónde irá al colegio. Tengo que arreglar muchas cosas con ella y no voy a poder hacerlo de la noche a la mañana. Tardaré unos días antes de que podamos hacerlo. ¿Por qué me preguntas eso?
–No voy a quedarme aquí contigo –contestó Paula tras aclararse la garganta–. Sé que te prometí que me quedaría toda la semana, pero creo que mi trabajo ya está hecho y que ha llegado el momento de que regrese a Londres.
–¿Que tu trabajo ya está hecho? –repitió Pedro. No se podía creer lo que estaba escuchando.
–Sí. Y quiero decir que tu hija y tú tenéis todas las posibilidades de encontrar una solución a todas las dificultades que habéis tenido en vuestra relación.
–¿Que tu trabajo aquí está hecho? ¿Y por eso regresas a Inglaterra?
–No veo motivo alguno para seguir aquí.
–Y yo no me puedo creer que esté escuchando esto. ¿Qué quieres decir con eso?
Se negó a decir más. No se atrevía a preguntar qué iba a pasar con ellos. Jamás lo haría. Recordó lo que ella había dicho sobre volver a los bares a los que los solteros iban a ligar después de haberlo utilizado a él para reintroducirla en el mundo del sexo. Después de haber superado sus inseguridades gracias a él.
El orgullo se apoderó de él. La miró con frialdad.
–Lo que hay entre nosotros no nos lleva a ninguna parte. Los dos estuvimos de acuerdo en eso, ¿no? –dijo–. No me interesa tener una aventura hasta que a los dos se nos acabe la pasión. En realidad, eso seguramente ocurriría cuando volviéramos a Londres. No estoy en el mercado para tener un amor de vacaciones.
–¿Y para qué estás en el mercado?
Paula levantó la barbilla y le devolvió la fría mirada. ¿Sería capaz de decirle que estaba en el mercado para una relación a largo plazo, comprometida, que llevara a un final feliz?
¿Sería capaz de decirle para que él terminara por asumir que ella estaba hablando de él? ¿Que quería una relación con él? Pedro le había dicho que las mujeres siempre parecían querer más de lo que él estaba dispuesto a dar. Pedro daría por sentado que ella, simplemente, se había puesto a la cola. No permitiría que le pisotearan su dignidad.
–En estos momentos –dijo, con voz tranquila y controlada–, lo único que quiero es seguir progresando en mi carrera. La empresa sigue creciendo. Hay muchas oportunidades para crecer con ella, incluso para que me envíen a otra parte del país. Quiero poder aprovecharlas…
–¿Y esas oportunidades de las que hablas van a desaparecer si no vuelves a Londres tan rápidamente como puedas?
–Sé que probablemente no nos concederás ese enorme contrato del que estabas hablando…
En realidad, acababa de llegar a esa conclusión. Si su jefe se enteraba de que ella había sido la culpable de la pérdida de un contrato que reportaría cientos de miles de libras a la empresa, no estaría demasiado satisfecho con ella.
–Veo que no me conoces bien –replicó él fríamente–. Se lo ofrecí a tu jefe y no soy hombre que no cumpla con su palabra. Tu empresa seguirá teniendo ese contrato y todo lo que conlleva.
Paula bajó los ojos. Era un hombre de palabra. Se lo había imaginado. Desgraciadamente, no era también un hombre enamorado.
–También pienso lo mismo cuando decido embarcarme en una relación.
–Quieres decir cuando te hayas lanzado de nuevo al mercado de solteros.
Paula se encogió de hombros.
–Simplemente creo que, si decido empezar una relación con alguien, debería ser una persona que sea adecuada para mí. Por lo tanto, creo que deberíamos también terminar lo nuestro.
–Buena suerte con tu búsqueda –le espetó Pedro mientras apretaba los dientes–. Ahora que has dicho lo que tenías que decir, voy a trabajar un poco. Puedes utilizar el dormitorio donde pusieron tu maleta. Yo dormiré en uno de los otros dormitorios. Podrás reservar tu vuelo a primera hora de la mañana. Por supuesto, yo me ocuparé de los gastos.
Con eso, se dirigió a la puerta.
–Por cierto, tengo intención de ir a casa de Claudia mañana a las nueve. Si no te veo antes de que me vaya, que tengas buen viaje. El dinero que te debo estará en tu cuenta bancaria cuando aterrices.
Con eso, se despidió de ella con una inclinación de cabeza y se marchó cerrando la puerta.
«Es lo mejor», pensó Paula mirando la puerta por la que él se había marchado. Trató de hacerse a la idea de que, seguramente, jamás lo volvería a ver. Había llegado el momento de seguir con su vida…
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:o nooooo!!!! Que va a pasar.. que triste.. :(
ResponderBorrarNo te lo puedo creer que se vaya!!!!!!
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