jueves, 16 de junio de 2016

TU ME HACES FALTA: CAPITULO 6





Las luces se encendieron y miró a su lado para ver que Pedro no estaba. Se llevó las manos al cabello y gimió porque debía estar hecha un asco. Bueno, al menos no se tenía que preocupar por la impresión que le iba a dar a su jefe. Se levantó para ir al baño y gimió al ver que había cola.- Paciencia- dijo la morena sonriendo.


-Dios mío, es injusto que estés así- gruñó mirándola. Estaba perfecta y la chica se echó a reír.


-Estoy acostumbrada a viajar. Al contrario que tú.- La miró de arriba abajo y abrió su bolso de marca que tenía en el asiento vacío de al lado. Sacó algo verde y se lo tendió- Toma. Ponte esto.


-¿Qué es?- lo extendió y vio un vestido verde de tela ligera. 


Era de sport y precioso.- No puedo aceptarlo.


La morena se encogió de hombros- Me regalan muchos.- dijo sin darle importancia.-No me lo podría poner en tres meses porque se llevará otra cosa.


-¿De veras?


-Te sentará perfecto porque tiene una goma por encima del pecho. Y te quedará bien con esas manoletinas. En Perth es primavera, así que no pasarás frío. Y maquíllate un poco- dijo poniendo los ojos en blanco.


Le daba pena haber pensado de ella que era una lagarta. –Me llamo Pau


-Y yo Marisa- se dieron la mano sonriendo.- ¿Admites un consejo?


-Claro.


-Díselo en cuanto lleguéis porque si no se sentirá traicionado- dijo mirándola fijamente con sus ojos color miel.


Ella pensó en sus palabras- Además si quieres algo con él empezar con una mentira no me parece buena idea.


Se dio cuenta de que tenía razón y asintió-Gracias.


Marisa sonrió haciendo un gesto con la mano sin darle importancia. –Suerte. La vas a necesitar.


Se giró para coger su bolso y vio por el rabillo del ojo que Pedro volvía del baño. Se había cambiado la camiseta por una camisa blanca. Se había enrollado las mangas a la altura de los codos y suspiró cerrando la puerta del compartimiento.- Buenos días.


-Aterrizamos en dos horas- dijo mirándola fijamente.-Y allí será la una de la madrugada.


Ella sonrió radiante –Lo sé.


Se giró yendo hacia el pasillo y entrecerró los ojos cuando cerró la puerta- Allí será la una de la madrugada- dijo con burla.- Cielo, ¿no puedes ser algo más amable?


Se quitó la ropa y se dio cuenta que con el vestido que le había regalado Marisa no se podía poner sujetador. Se lavó como pudo y se secó con su camiseta porque ya no quedaban esas toallitas de papel. Se puso el vestido y sonrió al verse. Le quedaba perfecto. El escote al tener una goma se ajustaba a todos los tamaños y recogió sus rizos rubios en una cola alta. Se echó perfume y se maquilló intentando cubrir el morado. Ya no se sentía como un guiñapo. La verdad es que estaba muy bien. Se echó gloss en los labios y se giró para verse por detrás.-Vamos allá.


Salió del baño y fue hacia el pasillo. Pedro la miró y frunció el ceño- Espero que hayas traído otra ropa para el rancho.


-Pues sí.- dijo metiendo el bolso en su sitio.


Les sirvieron un café con unos sándwiches de jamón y queso. –En cuanto lleguemos, nos vamos.


-Pero tenía habitación reservada- dijo sorprendida.- Me iban a recoger el día siguiente.


-No tiene sentido que nos quedemos en Perth cuando podemos irnos ya- dijo fulminándola con la mirada.


-Vale- dijo dándose cuenta de que era su jefe y mandaba él.- ¿Y en qué vamos?-él la miró diabólicamente y a Paula se le cortó el aliento- ¿Qué?


-¿Has volado alguna vez en avioneta?-Ella palideció ligeramente pero levantó la barbilla sin abrir la boca.- ¿No vas a decir nada?


Carraspeó antes de beber su café- ¿Así que te venían a buscar?


-Mi avioneta está esperándome- dijo divertido.


Paula tragó saliva empezando a tener un mal presentimiento-Cuando quieres decir tu avioneta, quieres decir…


-Mi avioneta. La que piloto y me está esperando en el aeropuerto.


Pensó que se iba a desmayar al oír que pilotaba él- ¿Tienes el carnet?


Pedro se echó a reír- Querrás decir la licencia.


-Lo que sea.


-¿Tú qué crees?


Gimió pensando que no había ido hasta ese país para morir por un chiflado australiano-¿Qué tal si yo me quedo y te sigo mañana?


-Ni hablar. ¡No voy a hacer que Bill te venga a buscar con el gasto que conlleva eso!- la miró furioso- ¡Te recuerdo que vas en primera!


Se sonrojó ligeramente- No es culpa mía, yo…


-¡No me interesa! ¡Nos vamos en cuanto lleguemos! ¡Punto!


-Sí.


Marisa le guiñó un ojo desde su asiento y pensó en que si le decía lo del bebé en cuanto llegaran, al menos no enviaría a Bill de vuelta con ella por el gasto que eso conllevaba.


Cuando aterrizaron empezó su tormento-Date prisa…-dijo entregándole su bolso de mala manera.


-Pero quiero despedirme de Lydia- dijo mirando hacia atrás.


-No me fastidies –dijo molesto cogiéndola de la muñeca y colocándola en el pasillo para salir en cuanto abrieran las puertas.


-¿Por qué tienes tanta prisa si tenemos que recoger las maletas?


Pedro gruñó –Quiero llegar cuanto antes. Llevo fuera quince días. Y después de lo que ha hecho Cris creo que mi rancho está en la ruina.


-Muy gracioso.


En cuanto descendieron tuvo que seguirle a toda prisa y al llegar a las cintas estaban vacías, como era lógico. Pedro impaciente miró de un lado a otro pero Paula miraba por donde habían venido para buscar a Lydia.


-¡Pau!


Sonrió al verla con Roy en brazos. –Esperaba que no te hubieras ido para darte las gracias.


-No tienes por qué darlas. –Abrió su bolso y le entregó una tarjeta –Ahí está mi correo electrónico. Podemos seguir en contacto y cuando vuelva a Nueva York podemos tomar un café.


-Me encantaría.


Las maletas empezaron a salir y Pedro se volvió hacia la cinta. En cuanto salieron las tres primeras Pedro cogió un portatrajes y una maleta. Ella vio una de sus maletas y alargó la mano-¿Qué coño haces?- preguntó él entre dientes arrebatándole la maleta.-Las embarazadas no pueden coger pesos.


Se sonrojó intensamente y Lydia preguntó-Cielo, ¿estás embarazada?-Forzó una sonrisa fulminando con la mirada a Pedro.-Dios mío ¿por qué no me lo has dicho? Y yo abusando de ti


Se sintió culpable por engañarla de esa manera- Estoy bien.
 –se volvió hacia la cinta y señaló su otra maleta para que el bocazas la cogiera.


-No he cogido un carrito- dijo él como si fuera un fallo imperdonable.


-Dame mis maletas- dijo ella entre dientes.


Él la miró como si todo lo que ocurriera en el Universo fuera culpa suya. Lo malo evidentemente.-Puedo llevarlas yo. 
Tienen cuatro ruedas.


-Pedro ¿me coges esa rosa?- preguntó Lydia distrayéndolo, hecho que ella aprovechó para coger sus maletas y alejarlas de él.


Cuando le entregó la maleta a Lydia, Paula le dijo al ver que iba a protestar – ¿No tenías prisa?


-Adiós Lydia, si te pasas por Mouroubra…- dijo él sin poder terminar la frase porque a la mujer le entró la risa.


-Gracias, Pedro. En la próxima visita quizás.


Él sonrió cogiendo su portaequipajes, su maleta de viaje y su otra maleta. –Vamos, Pau- dijo haciendo que lo siguiera.


Le guiñó un ojo a Roy y le siguió mientras que su amiga se quedaba algo sorprendida de que se fueran juntos. No le había dicho nada y no le extrañaba. Cuando llegaron a la zona de vuelos privados se puso algo nerviosa- ¿Sabes conducir esa cosa?


-¿Tú que crees?


-Si lo supiera no te lo preguntaría.-dijo molesta saliendo al exterior tras él. Cuando vio la avioneta no parecía estar en muy buen estado- Ay, Dios mío.


-Está impecable. Sólo necesita una mano de pintura.


-¿Sólo eso?


Pedro abrió una puerta y lanzó las maletas dentro.- ¡Oye, esas maletas me han costado un ojo de la cara!


-No seas pesada. –Abrió otra puerta y bajó una especie de escalerilla.-Sube.


-Ay Dios- nerviosa miró alrededor sin saber qué hacer. 


Bueno, de perdidos al río. Cogió lo que parecía una cuerda para sujetarse y subió los escalones. Él subió tras ella y al estar agachada el dio en el trasero- ¡Eh!


-¿Quieres sentarte? Te estás comportando como una cría.


-Ay Dios –dijo cuando él la agarró por la cintura y la sentó en el asiento de cabina. Él se sentó a su lado y se puso unos cascos.-Ay Dios


-Ponte el cinturón y deja de decir Ay Dios. ¡Me estás poniendo nervioso!


Gimió girándose para buscar el cinturón de seguridad pero en la pared no había nada.- ¡Este avión no tiene cinturón de seguridad!- dijo histérica.


-Me pones de los nervios- tiró de una correa en su asiento y ella la agarró metiendo el brazo.


-¿Dónde se engancha esto?- gritó tirando de la correa pero no cedía.


Pedro puso los ojos en blanco y se levantó tirando de la correa del otro lado del asiento. Se la metió por el brazo y cerró el cierre sobre su barriga.-Vaya viajecito que me vas a dar.


-¡La culpa es tuya por traer esta cafetera!


-¡No llames así a Lousie! –se sentó en su asiento y pulsó varias clavijas.


-¿Lousie? ¿Quién llama así a un avión?- nerviosa se aferró a los laterales de su asiento clavando las uñas en él. En ese momento le importaba poco si destrozaba la tapicería de cuero. Sólo rogaba porque aquella cafetera no se cayera.


Pedro dijo algo incomprensible por un micro que tenía en los cascos mientras seguía pulsando botones. Si no estuviera tan de los nervios hasta reconocería que estaba sexy- ¡Ay Dios!- gritó cuando se movieron.


-¡Pau, tranquilízate! Esto no puede ser bueno para el niño.


Le fulminó con la mirada y a punto estuvo de decirle que todo era mentira y que se largaba de allí. Pero al ver su perfil se detuvo.-Dime que vamos a llegar enteros.


-Vamos a llegar enteros- la miró sonriendo.- Y hasta te daré un día de descanso antes de que te pongas a trabajar.


-Bien. –dijo viendo cómo iban hacia una pista que parecía larguísima. Cuando aquello aceleró con un ruido ensordecedor, cerró los ojos fuertemente antes de ascender. 


Se apretó contra su asiento y suspiró de alivio al ver que no se habían estrellado.


-¿Más tranquila?- gritó él sobre el ruido.


Asintió apretándose las manos. No sabía qué hacer y le miró de reojo- Relájate ¿por qué no intentas cerrar los ojos y dormir un rato?


¡Dormir! Le miró como si estuviera chiflado y Pedro hizo una mueca.


Después de una media hora empezó a relajarse y hasta se atrevió a mirar por la ventanilla.


Pedro la miró sonriendo y ella respondió tímidamente. Él le señaló unos cascos y Paula los cogió tímidamente poniéndoselos – ¿Me escuchas?- preguntó él.


-Sí. ¿Tardaremos mucho?


-Unas dos horas.


-¿Tanto?


Él se echó a reír.-Tendrás que acostumbrarte a viajar así.


Gruñó mirando al exterior y entrecerró los ojos acercando la cara a la ventanilla. Un humo blanco salía de lo que parecía un motor- ¿Pedro?


-¿Si?


-¿Es normal que salga humo de esas cosas que giran?


-¿Qué?- la miró confundido- No tiene gracia


-¿No tiene gracia?- Paula palideció- ¡Detén esta cosa!


Pedro se quitó el cinturón de seguridad y apretándola al asiento miró por su ventanilla.-Mierda


-¡Ay Dios!


-¡Deja de decir eso! -Se sentó en su sitio y se puso el cinturón- No pasa nada


-¿Cómo que no pasa nada?-gritó histérica. Miró por la ventanilla y el humo ya no era blanco sino negro.- ¡Aterriza!


-¡Eso voy a hacer!


Descendieron tan aprisa que ella llevó una mano al techo. –Ay Dios.


-Nena. Como te vuelva a oír esa frase te juro que lo vas a pagar.


Ella aterrorizada vio cómo se acercaban a lo que parecía un secarral. – ¡Ahí no!


-¿Dónde coño quieres que aterrice? ¿Entre algodones?


Al acercarse a tierra, Paula gritó y cuando tocaron tierra no sabía dónde agarrarse, así que estiró la mano y agarró lo primero que pilló que fue el brazo de Pedro, apretándolo fuertemente. Gimió de alivio cuando la avioneta empieza a decelerar deteniéndose al fin.-Uff


-¿Estás bien?- preguntó él quitándose los cascos y acercándose a ella. La agarró por la nuca para que lo mirara- Pau, ¿estás bien?


-Sí- susurró mirando sus ojos.


-Pues suéltame el brazo me vas a cortar la circulación.- dijo divertido mirándola de arriba abajo. Cuando volvió a mirar su cara se puso serio- ¿El niño está bien?


En ese momento se le pasaron mil ideas por la cabeza entre ellas que aquello era un penitencia por la trola que le había metido.- No hay niño.


Él palideció- Dios, no me digas que lo has…


-No me has entendido. No había niño- susurró antes de morderse el labio inferior.


Pedro entrecerró los ojos- Perdona, ¿qué has dicho?


-¿Por qué no llamas a alguien para que nos saquen de aquí?-forzó una sonrisa viendo como la vena del cuello se hinchaba al doble de su tamaño.


-¿Se puede saber por qué me has mentido?


-¡Porque me ibas a enviar de vuelta!-gritó furiosa ahora que ya no iban a morir estrellados.


-¡Estás loca!- se levantó de su asiento como un energúmeno.-Sal del avión antes de que explote.





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