lunes, 6 de junio de 2016

LO QUE SOY: CAPITULO 17




Había estado media mañana buscando en los cajones el informe. Quería repasar algunos datos que aparecían en él y no había forma de encontrarlo por ningún lado. Si no le asignaban pronto un ayudante se vería obligada a pedirle a Linda que le echara una mano, y ella ya tenía suficiente trabajo como para asumir también esas tareas.


Se dio por vencida en su búsqueda y llamo a Federico.


—Matters, soy Paula Chaves, buenos días.


—¡Señora Chaves! Hola —sonaba sorprendido—. ¿Ha sucedido algo? No teníamos que vernos hasta el viernes, ¿verdad?


—Sí, sí, la reunión es el viernes. Le llamo porque no sé dónde he dejado el informe que me trajiste. No tengo secretaria, ya sabe, y hasta que me asignen una voy de cabeza. ¿Podría mandármelo por mail?


—Por supuesto, se lo mando ya mismo. ¿Algo más? ¿Se encuentra bien? Linda me dijo que había estado muy estresada y que todo esto de la muerte de su secretaria le estaba afectando mucho.


—¿Ha hablado con Linda? —preguntó curiosa y algo sorprendida.


—Bueno… sí… —estaba avergonzado—, hemos estado viéndonos estos últimos días. Una cena, unas copas el fin de semana, ya sabe, nada serio.


—Bien, bien, no es de mi incumbencia, discúlpeme inspector. Nos vemos el viernes. —Se quedó pensativa un minuto y llamó a Linda para que fuera a verla al despacho.


—¿Pau? —preguntó tímidamente asomando la cabeza por la puerta.


—Pasa, no te quedes ahí. —Linda entró y cerró la puerta tras el gesto que le hizo Paula con la mano para que lo hiciera.


—Tú dirás…


—¿Cómo es posible que trabajando en la misma oficina… —utilizó su tono serio y autoritario y vio cómo Linda se empequeñecía lentamente—, no hayas sido capaz de contarme que sales con el inspector Matters? —acabó la pregunta con una amplia sonrisa que hizo parpadear a Linda de estupefacción.


—¿Matters? ¡Ah, Federico! —Sonrió ya sin tapujos y se sonrojó levemente—. Sí, bueno, salir, lo que se dice salir, no es. Hemos quedado unas cuantas veces y ha habido algo, pero poco.


—¿Qué es poco? Quiero saberlo todo. Ya sé que últimamente no he estado muy comunicativa y no hemos salido juntas desde que fuimos a la inauguración del Future, pero voy a enmendar eso, así que… ¡¡Cuéntame!!


—Bueno, es un chico muy dulce, y cariñoso, y me gusta estar con él. Me hace sentir guapa, y atractiva.


—Pero todo eso ya lo eras antes también, Linda —interrumpió Pau.


—Bueno, eso lo dices porque eres mi amiga, pero cuando salimos juntas los tíos solo te miran a ti.


—¿Qué dices? No me como una rosca desde…


—Desde que te encontraste con el tipo ese de Elizabeth —sentenció Linda con una mirada de reproche en los ojos.


—¡Oh, vaya! No me disculpé por dejarte sola, ¿verdad? ¿Por eso estás un poco enfadada, no? Lo siento, Linda —dijo levantándose de su sillón de cuero negro para ir a sentarse en la silla vacía al lado de su amiga—. Lo siento, de verdad. Te lo estabas pasando tan bien con Mateo y Mariano… y Pedro tenía tantas ganas de irse como yo. Fuimos a tomar un café y luego me llamó Simon para decirme lo del incendio y después de eso mi vida ha sido un caos, créeme.


—No te preocupes, se me pasó el enfado pronto. Pero, cuéntame tú, seguro que tu historia es más interesante que la mía.


—Bueno —Paula se sonrojó visiblemente—, la verdad es que cuando te dije que había dormido en casa de Simon esa noche, no era cierto. Me fui a su casa. Tiene un ático de infarto, Linda, y me sentí tan cómoda con él como si nos conociéramos perfectamente.


—Pero, ¿llegasteis a…? Ya sabes —preguntó Linda con un brillo extraño en los ojos. Paula asintió y se volvió a ruborizar—. ¿Y estuvo bien?


—Estuvo fabuloso. —Se echó hacia atrás en la silla y soltó un suspiro de anhelo—. Dios mío, Linda, creo que me he pillado con este tío y no debería hacerlo. No sé nada de él.


—Bueno, ¿y cuando os volveréis a ver?


—No lo sé. Está fuera por trabajo. —No tenía ganas de ponerse a explicar que él formaba parte de una unidad de élite militar con misiones desconocidas para el mundo entero. Pau dejó de pensar en Pedro y centró su atención en la relación de su amiga con el inspector—. ¿Y tú y Matters? ¿Ya ha habido roce importante?


—El inspector Matters y yo disfrutamos de una tranquila cena en su casa, una agradable sobremesa y una noche loca de sexo duro. Parece joven pero no carece de experiencia, ¿sabes? Me ató con las esposas a la cama, ¿puedes creerlo? —dijo emocionada. Paula se sintió feliz por su amiga.


—Me alegro mucho, cielo. ¿Lo volverás a ver?


—Esta noche. —Le guiñó un ojo pícaramente a Pau y se levantó de la silla enseguida. —Lo que me recuerda que si quiero salir pronto, debo acabar lo que tengo encima de la mesa. Te veo antes de irme, ¿vale?


Matters le había enviado el informe por correo electrónico mientras ella hablaba con Linda. Era curioso que Linda se hubiera fijado en un chico como Federico, no era el tipo de hombre que había perseguido con anterioridad, pero después de ver la emoción y el brillo de sus ojos, quizás estuviera equivocada.


—Señora Chaves, su hermano está aquí, ¿le hago pasar? —se escuchó por el interfono de encima de la mesa.


—Sí, por favor.


Simon venía de paisano. Esa mañana no estaba de servicio y su aspecto era diferente al que ella veía siempre. Estaba afeitado y recién duchado, como pudo comprobar en su rostro y en su pelo mojado cuando se acercó a ella para darle un beso. Tenía una complexión atlética y fuerte, pero no tan desarrollada como la de Pedro. Su cuerpo era fibroso y se adivinaban unos buenos músculos debajo de las mangas de aquella camisa blanca como la nieve y mal planchada.


—Qué honor —dijo Paula cuando Simon tomó asiento delante de ella—. ¿A qué se debe esta visita y ese aspecto?


—Voy a comer con Carmen y sus padres. —Hizo una mueca al referirse a sus suegros—. Te he traído algo. —Simon metió la mano en el bolsillo de su chaqueta y sacó un teléfono móvil.


—Ya tengo teléfono, Simon. No quiero otro.


—Dame el tuyo. —Paula abrió su cajón y sacó su pequeño móvil. Miró a Simon de manera interrogante y luego le tendió el aparato.


Simon lo cogió y abrió la carcasa trasera. Sacó la tarjeta SIM y la introdujo en el nuevo teléfono. Luego se lo devolvió.


—Lo podrás usar cuando pase todo esto, Pau. Mientras tanto, utilizarás este. Lleva un localizador y está conectado a una grabadora preparada para captar todo lo que hables, así que, ten cuidado con quién mantienes conversaciones y de qué tono.


—¿Quieres decir que todo lo que hable, a partir de este momento, tanto si llamo como si me llaman a mí, se grabará en la policía? —preguntó incrédula.


—Sí, pero de las cintas solo se escuchará algo cuando sea relevante para el caso. No te preocupes.


—¿De quién ha sido esta gran idea, Simon? No me lo puedo creer.


Simon vio la oportunidad de echarle un marrón encima de Pedro y le dijo:
—De Alfonso. Fue idea suya.


—¿Alfonso? ¿Te estás refiriendo a Pedro? —Simon asintió complacido ante el enfado de su hermana—. ¿Y por qué coño has estado hablando con Pedro a mis espaldas?


—Él me lo pidió. Me dijo que le mantuviera informado y eso hice.


—¿Y si te pide que te tires por un puente también lo harás, estúpido? —Paula estaba tan enfadada que no atendía a razones.


—Cálmate, Pau. Todo esto es por tu bien. —Simon suspiró con pesar. No estaba acostumbrado a sentir la furia de su hermana en sus carnes y se sintió mal por provocar su ira nombrando a Pedro Alfonso. Cuando vio que estaba más calmada y ya no lo miraba como si fuera a destruirlo con la mirada, le dijo—: Me marcho. Recuerda —dijo acercándose a su sillón detrás de la mesa—, ten cuidado lo que hablas y si te llama ese cabrón otra vez, llámame enseguida, ¿de acuerdo? Y no le digas a nadie una palabra de esto, ¿está claro? Ni si quiera a Linda. —Ella inspiró hondo por la nariz y soltó el aire por la boca. Luego asintió, Simon le dio un beso en la cabeza y se marchó.



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