jueves, 30 de junio de 2016

EL PACTO: CAPITULO 16





Podría regresar a Houston, con el divorcio en la mano, y pensar en cómo borrar a Pedro de su corazón. Cuanto antes se marchara, más fácil le resultaría aclarar sus confusos sentimientos.


Era evidente que él estaba igualmente ansioso por deshacerse de ella. La noche anterior había insistido en que su relación tenía fecha de caducidad. Y ella lo había ignorado.


Hasta que se había dado cuenta de que el sexo, la afinidad, y todo aquello con lo que había soñado los dos últimos años, estaban conectados con su corazón.


—Sí —Pedro se encogió de hombros—. En cuanto recupere los diseños ¿qué más podrías hacer? Sé cuáles son los planes de Valeria, y la información es de primera. Mejor de lo que podría haber soñado.


Pedro se mostraba muy generoso. La había elogiado y asegurado que casi había cumplido con los términos del acuerdo. Debería sentirse feliz. Pero Paula apenas podía respirar.


—¿Quieres que haga esto último y luego habré terminado?


—Eso es lo que he dicho —él asintió.


No podría haber sucedido en mejor momento, pues ella no sabía cuánto tiempo más podría seguir actuando como la chica que sacaba el lado salvaje de Pedro. No cuando era muy consciente de desear mucho más, de desearlo a él, pero para siempre.


Por primera vez en su vida iba a comportarse como una adulta. Pedro solo quería sexo, lo mismo que había buscado en Las Vegas. Y era lo único que ella había deseado, hasta dejar de hacerlo.


¿Quién podía imaginarse que el sexo podría provocar tal diluvio de emociones? Aunque quizás el problema era que no sabía manejarlas. Era culpa suya, no de Pedro, y no sería justo pedirle algo más que el divorcio, sobre todo cuando no sabía qué pedirle.


—Impresionante —ella asintió—. Valeria tiene una reunión la semana que viene con ciertas personas para tratar ese proyecto. Y sé que Pablo está furioso por tu notita de prensa.


Se había sentido feliz al saber que había tenido algo que ver en la tensión que evidenciaba el rostro de Valeria. Todo el mundo había intentado evitarla en la oficina. Salvo Paula. 


Ella había entrado en la guarida del león y le había ofrecido su ayuda.


Nadie debía saber que lo hacía tanto por el divorcio como por Pedro.


—Esta mañana me confesó que estaba considerando una nueva estrategia —le comentó Pedro—. Creo que los diseños robados forman parte de ello.


—No sabía que hubieras hablado con ella.


—¿No te lo dije? —él enarcó las cejas—. Es verdad, estaba un poco ocupado con la gimnasia sobre el escritorio.


—Llevo cuarenta y cinco minutos intentando hablar de esto —Paula puso los ojos en blanco—. Y fuiste tú el que inició la sesión de gimnasia.


—Culpa tuya por inclinarte sobre la mesa con ese vestido tan sexy. La próxima vez siéntate, o vístete con un saco de patatas.


Paula se sintió repentinamente triste.


De no haberse complicado todo tanto, le habría provocado para iniciar una segunda ronda. Pero el hecho de que flirteaba en la misma frase en la que hablaba de negocios, resultaba muy esclarecedor. Había hecho lo correcto al no confesarle sus sentimientos.


—Da igual —debían regresar al tema antes de desmoronarse—. Voy a pedirle a Valeria que me deje ocupar su lugar en la reunión para que ella pueda centrarse en Pablo. Puede que se niegue, pero merece la pena intentarlo.


—Estoy impresionado —Pedro se cruzó de brazos—. Me gusta la idea. ¿Cuándo es la reunión?


—Creo que el lunes —lo cual le dejaba libre toda la tarde para idear el modo de convencer a Valeria. Quizás tendría una oportunidad si lograba abordar a su jefa cuando saliera de la reunión de dos horas que había reservado para Pablo.
Sin duda, Valeria saldría de esa reunión con mucho trabajo, y allí estaría ella al rescate.


—¿Crees que aceptará? —preguntó Pedro—. Valeria no se fía de nadie. ¿Has conseguido acercarte tanto como para merecerte a sus ojos una tarea tan importante?


—No pasa nada por intentarlo —Paula se encogió de hombros—. Es la única forma que veo de recuperar los diseños sin levantar sospechas. Quizás, sin querer, los prenda fuego. Tendrás copias, supongo.


—Ya te digo.


—Con suerte me despedirá y podré regresar a casa, pero no sin antes explicarle lo que pienso de ella —a juzgar por la sonrisa de Pedro, el plan era de su agrado—. Sin los diseños, no tendrá ninguna estrategia y podrás ponerla en evidencia. Hablamos de arruinar a Alfonso, una empresa dirigida por tu padre y tu hermana. ¿Estás seguro?


—Mi padre arruinó Alfonso él solito al partir la empresa —contestó él furioso—. No obtendrá más que su merecido.


El cuerpo de Pedro vibró con preocupación y pasión.


Seguía siendo la misma persona vulnerable de Las Vegas, pero había volcado su angustia e impotencia en los planes de fusión. ¿Cómo no se había dado cuenta?


—Cuéntamelo —lo apremió ella con dulzura, temerosa de presionarlo demasiado.


Si era capaz de sacar su lado salvaje, también lo sería de sacar otro más sensible y apasionado.


Intimidad y conversaciones emotivas. Era la realización de sus fantasías.


Pedro respiró hondo en un gesto evidente por mantener la compostura.


—Por eso la reunificación de Al es tan importante para mí. Pablo fracasó, como padre, marido y director ejecutivo —Pedro apretó los puños—. Mi madre nunca quiso un puesto de dirección, pero él la obligó al marcharse.


Paula sufría por Pedro, y por su madre. Y en cuanto a Valeria, seguramente parte de su abrasiva personalidad se debía al dolor que le habían provocado los acontecimientos dos años atrás.


—Lo siento, cielo.


—No lo sientas. Voy a ser el hombre que él nunca fue. Voy a unificar de nuevo la empresa y, si soy el director ejecutivo, él no podrá serlo. Es la venganza perfecta por lo que le hizo a Empresas Alfonso.


—¡Oh, cielo! —ella sonrió tímidamente—. Puedes intentar convencerte de que te mueve la venganza, pero admítelo, todo esto es por tu madre.


Una expresión de sorpresa asomó al rostro de Pedro. ¿No se había dado cuenta de ello?


—Tienes razón, aunque solo en parte. Siempre olvido lo bien que me entiendes.


Había diseñado sus planes para corregir el daño que su padre había hecho a su madre. La dulzura de ese gesto emocionó a Paula. Incapaz de contenerse, lo abrazó con ternura.


—Parecías necesitar un abrazo —le ofreció a modo de excusa.


Lo cierto era que ella había necesitado ese contacto, tocar a ese magnífico hombre.


Pedro la rodeó con sus brazos y permanecieron abrazados, conectados.


—Tengo que regresar al trabajo —protestó él—. Es muy tarde.


—Sí.


Había mucho trabajo que hacer. Mucho Allo que soportar y mucha Valeria que engañar. La idea la agotó por completo. Lo que de verdad quería hacer era seguir abrazada a Pedro el mayor tiempo posible y olvidarse de todo.


Pero dado que eso no estaba incluido en su plan maestro, se apartó de él.


—Vete, pero vuelve. Trae algo de cena y yo te contaré mi conversación con Valeria.


Hasta que estuvieran divorciados, seguiría buscando esa conexión.








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