lunes, 23 de mayo de 2016
DURO DE AMAR: CAPITULO 9
—Mollie está aquí. Vas a amarla —Me aseguró Leandro.
Una chica alta y delgada entró en la habitación. Fue construida para el pecado, e iba vestida con un liguero negro, medias, sostén de encaje negro y tacones altísimos. Pelo rojo largo en cascada sobre sus hombros y su espalda.
—¿Sebastián? —preguntó mientras se acercaba.
—Un placer conocerte. —Ofrecí la mano. No podía creerme que estuviera realmente llevando esto a cabo. Pero tenía que hacerlo —por mi propio orgullo masculino obstinado, y por no mencionar el dinero.
Miró con ironía la mano que ofrecí y se acercó, acortando cualquier distancia entre nosotros y palmeándome el pecho desnudo. —Oh, eres jodidamente hermoso, cariño. Esto será divertido.
Me reí entre dientes mientras una oleada de timidez me atravesó. Ni siquiera sabía el nombre real de esta chica —suponiendo que no fuese Mollie— y estaba a punto de follármela. Pero pensé que no era muy diferente de las pocas veces que había llevado chicas a casa desde el bar sin ni siquiera saber sus apellidos. Tal vez se sentía diferente porque estaba sobrio. Ah, y porque había una habitación llena de gente mirándonos.
—Leandro me dijo que es tu primera vez con las películas. No te molestes en esforzarte demasiado. Simplemente diviértete. Y no me voy a venir con toda esta gente mirándome, así que no te preocupes por eso. Seguirá sintiéndose bien para mí, así que haz lo tuyo, ¿de acuerdo?
Asentí. —Lo tengo. —Ya me gustaba. Por lo que veía, sería fácil trabajar con ella.
La empresa de producción de Leandro se enorgullecía de explorar el lado más íntimo del sexo, en lugar del típico porno explícito. En este escenario, éramos amantes que habían estado separados por mucho tiempo. Llegaba a casa de un viaje de negocios para encontrarla esperándome en ropa interior. Yo estaba vestido con pantalones de traje, camisa y corbata para completar la escena. Comenzamos en la puerta principal, donde el equipo de la película capturó algunas escenas iniciales de nosotros besándonos.
Filmada esa breve escena, nos trasladamos a la habitación, llena de luces y equipos de sonido. Las cámaras nos rodeaban, todas apuntando directamente hacia la cama.
Leandro se ocupó de que el equipo se asegurara de que todo estaba puesto de la forma en que él quería y luego volvió a pararse frente a mí y Mollie. — Estamos listos para empezar a rodar, así que prepárense y empezaremos cuando estén listos. Sólo estamos aquí para capturar cómo tienen sexo. Así que, que sea natural —dijo.
Oí el chasquido indicador de la grabación de la cámara y me moví hacia Mollie, luego vacilé y bajé la mirada hacia mis pantalones y a la ausencia de cualquier bulto. No otra vez.
Mejor que el hijo de puta cooperase en esta ocasión.
Al darse cuenta de mi ceño, Mollie siguió mi mirada. Sin decir palabra, se agachó y empezó a frotarme sobre el material de mis pantalones. —Shh. No hay necesidad de estar nervioso —dijo en voz baja—. Sólo relájate. Este es mi trabajo. —Se inclinó para besarme y me sentí relajar. Y aún mejor, sentí que mi polla volvía a la vida. La besé de vuelta, añadiendo un poco de lengua hasta que nos entusiasmamos haciéndolo y la línea entre el trabajo y el placer fue definitivamente cruzada.
La moví hacia la cama, desenganchando el sujetador y bajando sus bragas mientras nos besábamos.
Y unos momentos después, me hundía en su interior, todo el previo juego estándar en el que normalmente me destacaba, innecesario. Mollie me montó como la maldita profesional que era, sacudiendo su cabello hacia atrás y agarrando mis muslos mientras se levantaba hacia arriba y abajo sobre mi polla.
Mantuve mis ojos fijos en ella, teniendo que permanecer en la escena y no mirar al equipo con la vista clavada en nuestro desempeño. La rareza de toda la situación garantizaba que no estallaría antes de tiempo, algo de lo que había estado un poco preocupado.
Mi mente se dirigió inconscientemente a Paula y al aspecto que tenía en ese pequeño vestido. Su dulce inocencia encajaba junto con esa boca enérgica que me encendía y confundía. Pero sabía que si canalizaba mi deseo por Paula en esta actuación, lo perdería. Abrí los ojos y volví a centrarme en la chica frente a mí.
Mollie gimió y jadeó agudos chillidos que sonaban increíblemente falsos.
Yo era típicamente tranquilo durante el sexo, prefiriendo escuchar los sonidos de placer de la chica con la que estaba, pero los falsos y excesivos gemidos irritaban mis nervios. Sus gritos se hicieron más y más fuertes y supe que estaba fingiendo el orgasmo. Cuando se convirtieron en jadeos suaves, su clímax falso completado, todo ello sin el placer de sentir su coño a mí alrededor, me retiré y la hice rodar sobre su estómago para que pudiera follarla por detrás y acabar con esto en relativa paz.
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