lunes, 23 de mayo de 2016

DURO DE AMAR: CAPITULO 11





—¿Estás loca? —Martina empujó el tercer vaso de papel café de las máquinas expendedoras de noche hacia mí. Era la forma en que nos manteníamos despiertas y alerta en el turno de media noche.


Acepté el vaso y vertí una buena dosis de azúcar, sabiendo que lo necesitaba para hacer el brebaje bebible.


—Eso lo dice la mujer que pensaba que dormir con él era una buena idea.


Eso habría sido una locura. Sólo estoy hablando de ir a verlo. No puedo dejar de pensar en esa niña, Martu. Y acerca de cómo tal vez yo pueda ayudar.


Ella negó con la cabeza.


—¿Es esto cómo cuándo ibas a darle alimento a las personas sin hogar debajo del puente y casi conseguiste que te secuestren, o cuando trabajaste como voluntaria en el refugio de animales y casi fuiste devorada por ese pitbull?


—No —me quejé—. Esto no es nada de eso. Sólo quiero pasar por ahí, tenerlos checados, quiero decir, a ella, y ver cómo puedo ayudar, dijo que no podía permitirse la terapia física, Martu. Ella se merece algo mejor.


—Noticia de última hora, no eres una físico-terapeuta. Eres una estudiante de enfermería, Paula.


Probé un sorbo de café, necesitando obtener cafeína en mi sistema antes de que mi receso de diez minutos terminara. 


Demonios, seguía caliente.


—Lo suficientemente cerca. Lo tengo que hacer. Es decir, si él acepta la ayuda.


—¿Y esto no tiene nada que ver con ver a Pedro otra vez? —Arqueó una ceja hacia mí con recelo.


Me concentré en mi café, poniéndole otra cucharada de azúcar sólo por si acaso.


—¿Por qué toda esta basura acerca de dormir con él? 
Estaba bromeando, cariño. Eres dulce y hermosa. Te mereces a un jodido príncipe azul. No un animal que vende su cuerpo por dinero.


—¿Príncipe azul? —pregunté, levantando la vista de mi café.


—Príncipe azul—Confirmó ella con cara seria.


Me reí de ella.


—Tengo que volver al trabajo. Sólo confía en mí, ¿de acuerdo? —Bebí un trago del caliente café y arrojé el vaso a la basura en mi camino hacia el pasillo.


—¡Es tu vagina! —gritó detrás de mí, su voz llenando el pasillo.


Me encogí cuando un médico que pasó a mi lado se giró en nuestra dirección al oír la palabra con V.


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