domingo, 22 de mayo de 2016

DURO DE AMAR: CAPITULO 6





Me senté en la barra con una cerveza, perdido en mis
pensamientos.


—¿Quieres un pezón en esa botella, hombre? Deja de ser
una pequeña perra y bebe —dijo Ian, acabándose su propia
cerveza de unos pocos tragos.


Le dediqué una mirada de advertencia. —No me jodas esta noche, no estoy de humor. —Me había empeñado en emborracharme esta noche, necesitando unas pocas horas de paz de todas las preocupaciones que me envolvían constantemente, pero de algún modo estaba fallando incluso en eso—. Ha llegado la factura de la última cirugía de Lily.


—Lo siento, hombre. —Ian inclinó su cerveza, chocando su botella contra la mía—. Déjame saber si puedo ayudar.


Asentí con la cabeza. Nunca le pediría ayuda y ambos lo sabíamos, pero todavía, el simple hecho de que la ofreciera, significaba mucho. Ian y yo habíamos sido amigos desde octavo grado, cuando me mudé aquí para vivir con mis abuelos. Sabía todo acerca de mi hermana Lily y el estado en que quedó su pobre columna vertebral y sus piernas, enredadas y retorcidas. Después del fracaso de mis padres con la metanfetamina que les llevó a ambos a prisión cuando ella tenía tres años, y perdiendo a mis abuelos un años después de eso, había tenido su custodia exclusiva. Ella tenía seis años ahora y era una pequeña cosa que no conocía el significado de la palabra discapacitado. Era una de las muchas cosas que amaba de esa niña. Pero su cuidado no era barato, lo que me dejaba preocupándome constantemente por el dinero.


Ian, un entusiasta de toda la vida de las artes marciales, me había introducido en la lucha en jaula hace un par de años. 


Era el arreglo perfecto. La oportunidad de ganar dinero rápido y liberar cualquier indeseada agresividad todo de una vez. Pero no era suficiente. Y luego llegó también mi última estúpida aventura. Leandro se acercó tanto a Ian como a mí, pero yo era el único que estaba lo suficientemente mal de dinero como para considerarlo. O el único lo suficientemente idiota, elige tu opción. Ian sabía que yo estaba trabajando para Leandro, pero no quería saber ninguno de los detalles, así que por supuesto no le mencioné mi tardía visita nocturna a la sala de emergencias.


Después de recibir la factura de la última cirugía de Lily, me di cuenta de que no era más que un trabajo bien pagado que necesitaba, uno que venía con seguro de salud, también. 


Pero si pudiera aguantar grabar siquiera un par de vídeos, tendría más que suficiente para pagar la factura. Luego podría centrarme en reformar mi vida y buscar un trabajo de verdad, por el bien de Lily.


Dándose cuenta de que estaba perdido en mis pensamientos otra vez, Ian se aclaró la garganta. —Deja de estresarte, hermano. Ya tienes suficiente durante la semana. No hemos salido en Dios sabe cuánto tiempo, y ya que tienes una niñera para Lily esta noche, tenemos que aprovechar este tiempo.


—¿Sí? ¿Y cómo vamos a hacer eso? —Ir al gimnasio para una tardía sesión de entrenamiento, seguida por una ducha caliente y mi cama sonaba como una forma perfecta de aprovechar el tiempo para mí. Ni siquiera creía que fuera capaz de emborracharme un poco en estos momentos.


—Para empezar, tenemos que conseguir algún coño como prioridad número uno.


Sacudí la cabeza. No intenté explicarle que mañana yo vería un montón de ellos en el rodaje. Y con esa factura colgando sobre mi cabeza, estaba seguro de que actuaría esta vez.


Ian inclinó la cabeza hacia una cabina al otro lado del local. 


—Y creo que estás de suerte, hermano. Aquellas chicas de allí te están mirando.


Me aparté de la barra, acercando mi cerveza a mis labios mientras escaneaba la habitación. Con una sacudida de sorpresa vi a la bonita enfermera de la otra noche sentada en una cabina con un par de amigos.


¿Qué demonios?


La otra mujer de la mesa me saludó con la mano.


—¿Las conoces? —preguntó él.


—Sí. Apenas. —Tiré unos billetes sobre la barra y le dije a Ian que le vería más tarde. Caminé hacia donde estaban sentados.


—Hola, sexy —dijo la amiga de Paula, arrastrando los dedos por mi antebrazo—. Vi tu página web. Esa mierda era caliente.


Mis ojos volaron a Paulaa. ¿Les había hablado a sus amigas acerca de lo que hice? ¿Y qué… me había buscado en Google? —¿Paula?


Ella se sonrojó y se mordió su labio inferior. —Hola, Pedro.


¿Ni siquiera iba a negarlo? Supuse que tendría que acostumbrarme al hecho de que fotos de mi polla se esparcieran por todo internet, y que los videos lo siguieran pronto. Tenía un rodaje mañana por el que tendría que pasar.


Compartí mi opinión con Leandro acerca de contratar a chicas que parecían tan jóvenes y me prometió que me emparejaría con Mollie, una profesional experimentada que seguro amaría, si le daba otra oportunidad.


—Toma asiento, Pedro. ¿O es Sebastián? —Preguntó la amiga de Paula—. A propósito, yo soy Martina, y este es Ivan. —Hizo un gesto hacia el tipo sentado con ellas. Él me dedicó una sonrisa débil, pareciendo tan incómodo como estaba yo.


Me quedé de pie. —Llámame Pedro.


La mirada de Paula viajó hacia abajo, a lo largo de mi pecho y mi estómago, deteniéndose justo en la hebilla de mi cinturón. No pude evitar la sonrisa que tiraba de mi boca, y ella sabía que acababa de ser pillada. Dejó escapar un resoplido, cruzó los brazos sobre la mesa y apoyó la cabeza sobre ellos para descansar.


—¿Está borracha? —Me deslicé junto a ella.


Martina asintió con orgullo. —Sí. Es su vigésimo primer cumpleaños.


—Feliz cumpleaños.


Paula echó un vistazo por un ojo abierto y alzó la vista para mirarme. — Gracias —refunfuñó antes de cerrar los ojos otra vez.


—Justo a tiempo —dijo Martina, inclinándose hacia delante sobre sus codos—. Estábamos justamente discutiendo el regalo de cumpleaños de Pau.


Paula despertó de su estado de somnolencia y le tapó la boca con la mano a Martina.


—No, Marti.


Martina debidamente apartó la mano de Paula y se la estrechó, antes de ponerla sobre la mesa. —Joder. Deberías darme las gracias ahora mismo. Verás, aquí nuestra Paula es virgen, ¿y qué mejor regalo de cumpleaños que perder su virginidad con alguien experto en dar placer femenino? Quiero decir, haces esto para ganarte la vida. —Alzó una ceja—. ¿Verdad?


Eché hacia atrás un trago de mi cerveza. ¿Estaba bromeando? —Bueno, sí, podría saber una cosa o dos acerca de eso… —Tomé otro sorbo de mi botella para callarme. Quiero decir, seguro, nadie se había quejado nunca antes, pero eso no significaba que yo fuera la deslumbrante estrella del porno que habían visto en la página web. Salvo que todos pensaban que lo era. Infiernos.


Paula alzó la vista y encontró mi mirada, sus ojos llenos de curiosidad.


Cristo. No podía mirarme de esa manera o no iba a ser capaz de mantenerme controlado.


Incluso aunque lo creyera, tenía un momento difícil para entender cómo podía ser todavía virgen . Era hermosa, pura e inocente. Su cabello fluía en suaves rizos sobre sus hombros, descansando solo en la parte superior de sus llenos pechos. Ella era la jodida perfección y ni siquiera lo sabía. Su piel parecía tan suave, quería acercarme a través de la mesa y pasar mi pulgar a lo largo de su mejilla solo para demostrarme a mí mismo que no podía ser tan suave como parecía. En cambio, tomé otro trago. A este paso iba a necesitar otra cerveza muy pronto.


Martina alzó su copa en el aire como si quisiera brindar. —¡La mejor idea de todos los tiempos! —Le hizo un gesto a la camarera y pidió una ronda de chupitos para la mesa—. ¿Tequila, está bien?


Asentí con indiferencia. En realidad, solo quería saber qué estaba pensando Paula justo en ese momento y qué era exactamente lo que les había dicho a sus amigos acerca de mí.


Los chupitos llegaron y tomé el vaso de las torpes manos de Paula. —No más para ti, pastelito. —Me tomé tanto mi chupito como el de ella, uno detrás del otro, el licor ardiendo en su camino hacia abajo.


Hizo un mohín y tomó un sorbo del agua que empujé hacia ella. Pero mientras nos mirábamos el uno al otro, sus labios se separaron y su respiración se aceleró. Se inclinó hacia adelante con interés, una sonrisa temblorosa en sus labios que se envalentonó con cada segundo que pasaba. Una carcajada de su amigo Ivan nos sorprendió a todos. —¿Estás bromeando? ¿Este tipo? No. Paula, si realmente vas a hacer esto, debería ser conmigo. No con algún tipo al
que ni siquiera conoces, el cual probablemente tendrá Dios sabe qué tipo de enfermedades.


Paula tragó saliva visiblemente. Tan loca como era esta idea, era su decisión. Me obligué a cerrar la boca y mantener mi rostro sereno. Una ola de nervios que bajó a través de mi estómago me dijo que yo deseaba esto —la deseaba a ella— más de lo que tenía derecho a hacer.


—Está bien —chilló—. Solo déjame pensar. —Presionó sus sienes con los dedos. Una inesperada oleada protectora surgió en mi interior y me encontré a conteniendo la respiración.


Martina sacudió la cabeza. —Pau, por favor, por favor, te lo suplico, en nombre de las mujeres de todas partes. Ten sexo caliente y experimental con esta estrella del porno. Ivan siempre estará aquí. —Agitó la mano en su dirección y él la miró con los ojos entrecerrados.


Una cosa estaba clara como el día para mí. Ivan tenía sentimientos por ella. Sentimientos reales. Yo probablemente debería dejar de interrumpir al pobre bastardo, pero una mirada a los ojos de Paula me dijo que ella no correspondía sus sentimientos. Ni un poco. Sus ojos vagaron por mi pecho de nuevo y se mordió el labio. Sus mejillas encendidas de color rosa. Se estaba encendiendo con solo pensar en estar conmigo. Joder, iba a tener una erección aquí mismo si no dejaba de mirarme de esa manera.


Ivan dejó su bebida. —Vamos, Pau, esta no eres tú. Juegas a cosas seguras. No vas a hacerlo… con él —Hizo un gesto con la cabeza hacia mí—, y todos lo sabemos


Ella frunció el ceño y se metió el labio inferior en su boca, considerando las palabras de él. —Estoy harta de que todo el mundo piense que soy la señorita Chica Buena, con notas perfectas y bragas de días de la semana. ¿Sabes qué? Llevo puestas las de los miércoles hoy —es sábado— y esa es una manera bastante triste de revelarse, ¿eh?


¿Días de la semana? Maldita sea, la imagen de ella en ropa interior no estaba haciendo nada para controlar mi libido hiperactivo.


—¡Bueno, olvida eso! Voy a hacer esto. —Paula enderezó los hombros, lo que hizo que sus tetas fueran hacia afuera. 


Ese pequeño top que llevaba puesto dejaba poco a la imaginación. Y diablos, sus pezones estaban duros. Esa urgencia de protegerla que sentí antes estaba de vuelta, fastidiándome con más insistencia. No daría un paso atrás y simplemente permitiría que cualquier tocara ese bonito pequeño coño suyo. Le patearía el culo a Ivan para mantenerle alejado de ella si tenía que hacerlo. Lo cual no sería difícil, considerando que estaba listo para partirle los dientes en caso de que volviera a mirarla de esa manera otra vez.


—¿Pau? —preguntó Ivan, su voz suave y suplicante.


Los ojos de Paula regresaron a los míos, bebiéndome. Solo se quedó allí sentada parpadeando, esperando con expectación. Oh, joder, iba a ir al infierno.


—Al diablo, lo haré yo mismo —gruñí.


Su rápida inhalación ante mi declaración hizo que se me pusiera de punta el vello de mi nuca. Tragué ásperamente. —Pero no esta noche. Has bebido demasiado.


Su boca cayó abierta por la sorpresa.


—¿Tienes un lápiz? —Hice señas hacia el bolso gigante de Martina apoyado sobre la mesa. Ella se puso en acción de golpe, hurgando en el interior y segundos después me tendió un lápiz. Me incliné sobre la mesa y giré el brazo de Paula, frotando la suave piel contra mi pulgar. Su piel era tan suave como imaginé y la sensación me detuvo en seco por un segundo—. Si aún lo quieres mañana, y dudo que lo hagas, cariño, encuéntrame aquí. —Garabateé la dirección a lo largo de la parte interna de su brazo, arrojé unos billetes sobre la mesa y me marché.





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