martes, 24 de mayo de 2016
DURO DE AMAR: CAPITULO 14
La repentina aparición de Lily en la cocina no podría haber llegado en un mejor momento. Necesitaba una dosis de cierra la maldita boca. Prácticamente admití frente a Pedro que lo había visto en el vídeo. Dios, probablemente sonaba como una acosadora. Pero no era por eso que estaba allí. Era por esa dulce pequeña. El hecho de que su hermano me ponía más caliente que el infierno estaba fuera de lugar.
La seguí hasta su habitación y la ayudé a desvestirse, quitarse los pantalones mientras ella mantenía una mano en su andador, sosteniéndose. Me di cuenta de que a medida que ella se cansaba, su coordinación y control muscular se iban. Señaló el cajón donde guardaba sus pijamas, informándome que quería el de Cenicienta. No pude dejar de notar que el cajón también tenía algunas camisetas suavemente desgastadas, de tamaño adulto. De Pedro,
supuse. Probablemente se veían como largos vestidos sobre ella.
Encontré el camisón rosa de Cenicienta, adornado con encaje amarillo, y se lo puse sobre su cabeza. Noté una pequeña cicatriz fruncida de una cirugía reciente y un pronunciado hoyuelo donde su columna vertebral no se había fusionado apropiadamente antes del nacimiento.
Pobrecita. Toqué delicadamente el parche de piel, deseando que mis manos tuvieran el poder de curar.
La levanté en la cama y aseguré las sábanas a su alrededor.
—Descansa un poco, bomboncito. —Rocé los rizos rubios de su frente y me incliné para darle un beso en el centro de la misma. Ella sonrió adormilada hacia mí, con los ojos ya empezando a caer cerrados.
—Buenas noches, Pedro —susurró.
Me volví y vi su forma grande llenando la puerta abierta, con una expresión seria. Pedro permaneció en silencio, pero sus ojos estaban fijos en mí.
Viendo todo lo que hacía, cada uno de mis movimientos con ella. La intensidad de su mirada envió un torrente deslizándose a lo largo de mi columna vertebral.
Su mirada era a la vez curiosa y posesiva.
Me arrastré por la habitación, y él se apartó de la puerta, lo que me permitió cerrarla detrás de nosotros. Me paré frente a él en el pasillo, que de repente se sintió apretado y estrecho.
—Probablemente tenías mejores cosas que hacer que cuidar niños durante toda la tarde—su voz era suave y cuidadosa.
—No, está bien. —No podía creer que había estado allí seis horas. La verdad es que fue bonito estar allí, sintiéndome útil y necesaria. Era mejor que estar sentada sola en mi apartamento vacío, estudiando.
Dio un paso más cerca y llevó una mano a mi mejilla, rozando su pulgar a lo largo de la línea de mi mandíbula. —Gracias por… cuidar de ella —dijo, su pulgar calloso susurrando un camino delicado a lo largo de mi piel.
Asentí con la cabeza, sin confiar en que mi voz funcionara.
—¿Te tienes que ir... o tienes tiempo para quedarte a tomar una bebida?
Asentí con la cabeza otra vez.
—¿Te tienes que ir? —Bajó la mano.
—No, puedo quedarme.
Una sonrisa perezosa tiró de la comisura de sus labios. —Vamos. Tengo cerveza, y creo que incluso podría conseguir una botella de vino.
—Cerveza está bien. —Algo helado para refrescarme sería perfecto.
Me dirigí a la sala de estar, mientras que él recogió dos botellas de la nevera y se unió a mí en el sofá. La cerveza era refrescante después de un día tan largo, y me recosté en el sofá, apoyando los pies sobre la mesa de café. Él me
sonrió, como si estuviera de acuerdo en que era agotador cuidar de ella. Le devolví la sonrisa, sabiendo que valía la pena cada segundo de trabajo.
Eché un vistazo alrededor de la sala de estar dispersa. No había un toque femenino allí. Sin almohadones, chucherías, velas, o cualquier otra cosa que hiciera que una casa se sintiera como un hogar. La habitación tenía un gran ventanal eficientemente cubierto con persianas de madera, un sofá de color verde cazador, un sillón y un par de mesas de centro a juego, una de las cuales sostenía una lámpara que brillaba suavemente. La luz era escasa, pero suficiente. Se notaba que la casa estaba llena de amor, lo que estaba completamente en desacuerdo con la forma en que me había imaginado la vida de Pedro, en primer lugar.
Cuando finalmente miré al hombre, me di cuenta de que él me estaba mirando, con los ojos entornados. Tomé otro sorbo de mi cerveza y corté la conexión.
—¿Qué? —preguntó.
—Has dicho que has tenido a Lily desde que tenías dieciocho años. Me pregunto... ¿qué pasó con tus padres?
Tomó un buen trago de su propia cerveza antes de responder. —Ese es un muy generoso término para ellos.
Me mantuve en silencio, envolviendo mis dedos alrededor de la botella helada, esperando a que continuara.
—Fui criado por mis abuelos, y me dejaron esta casa cuando fallecieron.
Yo sólo tenía diecisiete años, mi madre había dado a luz a un bebé, y lo dejó abandonado aquí. Lily no andaba todavía y necesitaba más cuidados de los que ellos estaban dispuestos a darle.
No pude evitar comparar cuán diferente era mi vida. Mis padres y yo pasábamos las vacaciones en Italia y las navidades en nuestro albergue de esquí. Nunca me faltó nada mientras crecía, a excepción de un poco más de libertad. Pedro tenía que cargar con una niña con necesidades especiales.
—Vi a esa niña, y ella me robó el corazón. Me gradué temprano de la escuela secundaria y comencé a trabajar, decidido a darle a Lily la vida que mis padres no pudieron. Ellos fueron arrestados más tarde por tener un laboratorio de metanfetamina en su remolque y ahora están en la cárcel.
Guau.
Sintiendo mi agitación interior, le dio a mi mano un apretón.
—Te lo prometo, nos arreglamos.
—Lo sé, ya lo veo. —Y realmente lo hacían. Pedro estaba haciendo lo mejor que podía, proporcionando un hogar seguro y amoroso, aunque el pago de las facturas fuera de forma poco convencional.
¿Quién era yo para juzgar?
—¿Por qué viniste hoy?
Sabía que la cuestión no había sido olvidada. Dudé por un segundo antes de contestar. —Por Lily. —Lo que era completamente verdad.
Esperó, mirándome con curiosidad. —¿Estás segura de que eso es todo?
Las imágenes del sexy video se reproducían en mi mente, la curva sensual de su boca mientras devoraba a besos a la chica. Sus manos grandes y ásperas suavemente acariciando su piel. La manera hábil con la que sus dedos la separaron y frotaron círculos lentos en el lugar correcto. —Yo... no lo sé — suspiré.
Se pasó una mano por la parte de atrás de su cuello, dejando escapar un suspiro. —Mierda. No me tientes, Pau. —Su voz era una súplica en bruto en el silencio de la habitación. El apodo en sus labios se sentía mucho más íntimo de lo que tenía derecho a parecer. Mis amigos acortaban mi nombre todo el tiempo, pero nunca antes había hecho saltar mi corazón.
Me volví hacia él en el sofá, sabiendo que esto era una locura. Él era una maldita estrella porno. Un chico malo con la M mayúscula. No alguien por quien debería sentir algo, pero ahí estaba de todas formas, pulsando en mí pecho.
Deseo, un deseo feroz que no podía nombrar. Algo que definitivamente no debía a explorar.
Quería sentir su toque. Yo quería tener esas manos grandes, fuertes y callosas por el trabajo de la construcción, y sin embargo, todavía suaves, por todo mi cuerpo. Me pregunté si podría ser un simple capricho, como el tipo que desarrollabas por una estrella de cine. Lo había visto en el más íntimo de los momentos, así que tal vez mi cerebro se había creado algún tipo de fascinación extraña que no se basaba en nada más que en su cuerpo sexy provocando al
mío, carente de sexo.
Sin embargo, cuando Pedro se volvió hacia mí y colocó sus manos en mi cuello para tirar de mí más cerca de él, sus labios esperando, todo pensamiento coherente se me escapó.
Se inclinó lentamente, dándome tiempo para alejarme antes de que su boca capturara la mía en un beso abrasador. Oh, Dios, era apeteciblemente bueno. Lento y sensual, adorando a mi boca, mordiendo mis labios, saboreándome, y haciendo a mi sexo húmedo y necesitado. Mi lengua salió a lamer su labio inferior y la suya, al mismo tiempo, chocó con la mía en una maraña de calor húmedo. Sus dedos se enroscaron más en mi pelo mientras su pulgar trazaba lentos círculos sobre la piel sensible en la parte trasera de mi cuello.
Una mezcla de emociones inundó mi sistema. Todo, desde el deseo por ese hombre sexy, hasta el temor de que Lily nos pudiera atrapar, y la vergüenza de que mis padres nunca lo aprobaran como mi novio.
Supe que estaba muy por delante de mí incluso pensar así cuando Pedro se detuvo de repente, y se retiró.
Sus ojos me estudiaron, tratando de entender lo que acababa de ocurrir entre nosotros. —Vas a ser mi muerte, pastelito —dijo rozando la humedad de mi labio superior con el dedo índice.
Bajé la mirada y vi el bulto enorme esforzándose contra sus vaqueros.
Apreté los labios en una línea estrecha, tratando de evitar sonreír como una tonta al pensar que yo lo había afectado tanto como él a mí.
Levantó mi barbilla con un dedo y me hizo mirarlo a los ojos.
—Oye, está bien. No te pongas tímida conmigo ahora.
Tragué saliva y me relajé en su mano. Su pulgar acarició mi mejilla y me moví automáticamente a sus caricias, mis párpados soñolientos cerrándose.
—Eso está mejor —Sonrió y dejó caer la mano—. Yo no sé lo que está pasando en esa cabecita tuya, pero si alguna vez realmente quieres hacer esto, yo voy a ser el que lo haga. Caray, estaría honrado. Pero debes hacerlo cuando estés lista, y con alguien especial.
Asentí con la cabeza, chupando mi labio inferior para que Pedro no lo viera temblar.
—Ya es tarde. Probablemente deberías ponerte en camino. —Se paró y ajustó su erección—. Ven a ver a Lily cuando quieras.
Me acompañó hasta la puerta y salió de la casa. Si yo no lo supiera, habría pensado que estaba tratando desesperadamente de deshacerse de mí.
Volví a casa, agotada, pero sobre todo confusa. Pero cuando aparté los pensamientos de Pedro a un lado y recordé la carita de Lily sonriendo hacia mí, o la determinación para sobresalir en cada ejercicio que le mostré, mí corazón dio un tirón y me aferré a esos recuerdos, preguntándome si volvería a ver a alguno de los dos de nuevo.
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Qué tierna es Pau con Lily.
ResponderBorrarAy es muy tierna la historia!!
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