martes, 24 de mayo de 2016

DURO DE AMAR: CAPITULO 13




Aparqué mi camioneta y me pregunté dónde diablos se había ido el coche de Becca. ¿Llevó a Lily a algún sitio? No me gustaba la idea de Becca llevando a Lily por ahí en esa trampa mortal suya.


Agarré mi caja de herramientas de la cama de la camioneta y lo dejé en el garaje antes de ir dentro.


Me recibieron unos sonidos de risas provenientes del cuarto de Lily.


Entonces Lily estaba aquí, pero ¿qué pasaba con Becca? 


Me detuve en el fregadero de la cocina para lavar la suciedad de mis manos y luego me dirigí por el pasillo para ver qué estaba pasando.


La vista que me recibió no era para nada lo que esperaba. 


Lily estaba tumbada sobre una gran pelota de ejercicio y Paula estaba arrodillada a su lado, ayudándola a rodar sobre la pelota. Observé por un momento con fascinación aturdida, tratando de entender qué estaba haciendo aquí y a dónde diablos se había ido Becca.


—¡Pedro!—gritó Lily, al verme en la puerta. Se levantó de la pelota con las piernas temblorosas, dando unos pocos pasos sin su andador y arrojándose en mis brazos.


—Hola, muñequita—Atraje su pequeño cuerpo contra el mío en un breve abrazo—, ¿Qué estás haciendo?—Quería preguntarle a Paula qué coño estaba haciendo en mi casa, pero la sonrisa en la cara de Lily me tranquilizó.


—¡Pau me está enseñando algunos nuevos ejercicios para las piernas!— regresó a la pelota, y rebotó con entusiasmo mientras Paula le sonreía y la mantenía firme. Las mejillas de Lily estaban rosas y tenía que admitir que no la había visto nunca tan emocionada por hacer sus estiramientos. 

Sólo esperaba que no se estuviese sobre esforzando.


—Eso es… bueno. Em, Paula, ¿puedo hablar un momento contigo en la otra habitación?—Me volví para ir al salón sin esperar su respuesta


—Quédate aquí mientras hablo con Pedro ¿de acuerdo?—le oí decir. Me siguió al salón, con preocupación dibujada en su rostro.


—¿Qué estás haciendo aquí? ¿Dónde está Becca?


—Vine a ver a Lily y luego Becca se fue.


—¿Se fue? La persona a la que estoy pagando para que la cuide solo la dejo… contigo. ¿Qué estás haciendo siquiera aquí?


—Realmente no es un gran problema.


—Es un gran maldito problema para mí —Me volví y me quedé frente a la ventana, no quería perder la paciencia con ella. Maldita sea, yo confiaba en Becca. ¿Cómo podía dejar sola a Lily con una desconocida?


—Oye —La mano de Paula en mi antebrazo me llamó la atención—. Le dije que era amiga tuya y enfermera. Creo que asumió


—¿Qué eras la enfermera de Lily?


—Algo así—Se encogió de hombros y apartó la mano de mi brazo.


Dejé escapar un suspiro y presioné los talones de mis manos en mis ojos.


Joder, estaba exhausto y sucio por trabajar todo el día en la construcción. No esperaba volver a casa y ver esto.


—Lo siento, quería ayudar—dijo Paula con voz suave—. Becca se fue sólo cinco minutos antes de que llegaras. E intentó llamarte a tu móvil, pero no pudo.


Abrí los ojos y encontré los suyos. Azules claros y abiertos con preocupación. Mierda. Estaba siendo un idiota.


—Escucha, está bien. Lily está segura y feliz. No debí haber explotado así. Encontrar una buena ayuda para cuidarla es difícil, y no creo que vaya a contratar a Becca otra vez, pero no es tu culpa.


—No la despidas por mi culpa. Sólo fue un malentendido—suplicó.


—Pensaré en ello. Al menos, vamos a tener una pequeña charla sobre seguridad y desconocidos en la puerta—suspiré, no quería discutir con Paula—. Gracias por trabajar con ella hoy.


Dejó salir una bocanada de aire y sus hombros se hundieron
visiblemente con alivio.


—De nada.


—No puedo permitirme una enfermera privada...


—No vine por eso. No me debes nada.


Incliné la cabeza, estudiándola.


—¿Entonces por qué viniste?—Honestamente no había esperado volver a verla, y ahora estaba aquí, en mi casa, viéndose sexy en unos jeans de cintura baja y una camiseta ajustada que se le pegaba al pecho.


Paula no tuvo la oportunidad de responder a mi pregunta, porque en ese momento Lily vino rodando por el pasillo, su andador traqueteando contra el suelo de madera.


—¡Quiero a Pau!


Paula me miró a los ojos y ambos sonreímos. El entusiasmo de Lily era contagioso.


—¿Te importaría, eh, quedarte con ella unos pocos minutos más? Necesito ducharme—Bajé la mirada a mis sucios pantalones y camiseta.


—Claro, sin problemas.


Le di un beso a Lily en su coronilla.


—Se buena, ¿vale?


Asintió con la cabeza y se abalanzó sobre mí, envolviéndose alrededor de mi pierna en un abrazo. Hice una mueca, y me incliné, apartándola del camino de golpear mis pelotas. Paula contuvo una carcajada al darse cuenta de lo que estaba haciendo. Luego se dirigió de vuelta a su habitación con Paula.


Desaparecí dentro del cuarto de baño, completamente confundido por el giro de los acontecimientos.


Paula estaba en mi casa, derritiendo mi maldito corazón por lo dulce que estaba siendo con Lily.


Podía oír los felices sonidos de conversación y las risas, y asomé la cabeza por la puerta del baño para escuchar.


—¿Qué le gusta a tu hermano para cenar?—preguntó Paula.


Lily se tomó su tiempo para responder, y contuve el aliento,
preguntándome qué diría.


—Um, normalmente le gusta comer helado. Y a mí también.


—Te gusta, ¿eh?—se rió Paula—. Bueno, vamos a encontrar algo saludable para hacer y tal vez podamos tomar helado después de cenar.


Me tomé mi tiempo en la ducha, mi mente tranquila por el momento porque Lily estaba en buenas manos. Dejé que el chorro de agua cayera sobre mí, y cerré los ojos.


Después de ducharme, me puse unos jeans y una camiseta y me dirigí a la cocina, que estaba llena de olores maravillosos. Ajo. Tomates. Carne asada.


Mi boca se hizo agua. Había pasado mucho tiempo desde que alguien había cocinado para mí.


Paula estaba limpiando el mostrador de la cocina, y de repente me sentí fuera de lugar en mi propia casa. No sabía si entrar y ayudarle, o ver qué estaba haciendo Lily.


Paula me vio, y tomó la decisión.


—La cena está lista. ¿Coges a Lily por mí?


Asentí con la cabeza y encontré a Lily en el salón, jugando con la pelota de antes.


—Vamos, enana, vamos a comer—La levanté en mi cadera, y la llevé a la cocina.


La mesa estaba puesta con una gran fuente de espaguetis y albóndigas, y una pequeña taza de leche para Lily y un vaso de agua con hielo para mí.


Lily miró con asombro los manteles individuales, servilletas y platos para dos. Su estómago rugió con fuerza y se tapó la boca con su manita y soltó una risita.


Los ojos de Paula atraparon los míos y nos reímos.


—¿Hambrienta, pequeñaja?—le pregunté, poniéndola en su silla.


—Sip. ¿Y sabes qué?


—¿Qué?—le puse una servilleta en el regazo.


—Ayudé a Pau a redondear las albóndigas.


—¿Ah, sí? Apuesto a que entonces estarán extra buenas.


Disfrutó del cumplido. Era en momentos como este, siendo testigo de su dulce inocencia y el deseo de pertenecer, de encajar, cuando tiraba de mi corazón y hacía que cada hora de trabajo valiera la pena.


Paula recogió su bolso del mostrador.


—Me divertí mucho contigo hoy, Lily.


—¿No te vas a quedar?—pregunté.


—Oh, no—Bajo la mirada, ajustando la correa de su bolso—. Disfrútenlo, chicos.


—Pero no has cenado todavía, ¿verdad?


Negó con la cabeza.


Me levanté y la dirigí hacia la mesa.


—Siéntate—La guié a la silla junto a la mía y luego cogí un plato extra y cubiertos de la cocina, poniéndolos frente a ella—. Aquí—Le serví un montón de espaguetis a Lily primero, luego a Paula.


—Oh, eso es demasiado—Paula hizo un gesto al plato lleno.


—El mío también tiene demasiado—dijo Lily, sonriendo a Paula.


—A callar. Las dos están demasiado delgadas. Coman.


Me senté y cavé en mi propio plato, observando la sonrisa de satisfacción tirando de los labios de Paula.


Disfrutamos de la deliciosa pasta y las sabrosas albóndigas en relativo silencio. Por una vez no tuve que hacer que Lily dejara de jugar con la comida y comiera. Tragó con avidez la comida y pronto tenía salsa de tomate desde la barbilla hasta las mejillas. No pude dejar de echarle miraditas a Paula durante toda la comida, y me acordé de que antes no había contestado a mi pregunta.


Me preguntaba qué, exactamente, le había impulsado a venir.


—Vamos a necesitar la manguera para limpiarte, Lily—me reí.


Ella sorbió los fideos que tenía colgando de los labios y sonrió.


—¡De ninguna manera! Quiero que Pau me bañe esta noche.


Una sonrisa tiró de la boca de Paula.


—Esta noche, no, muñequita. Es demasiado tarde para un baño.


Lily puso mala cara, pero lo dejo estar. Paula intercambió miradas conmigo sobre la mesa, y me di cuenta de que no le importaría ayudar, pero no había manera de que yo le permitiese eso. Ella ya había hecho demasiado.


Una vez que terminamos y limpiamos a Lily a fondo, se escapó para jugar en su habitación mientras Paula y yo limpiábamos la mesa.


Ella tamborileó los dedos contra la superficie de madera, estudiándome.


—Así que supongo que no estabas filmando una nueva película hoy.


—Ah, no. Casi todos los días trabajo en la construcción. Eso fue sólo… un estúpido error.


—¿Así que ya no lo haces más?—preguntó.


—No tengo la intención de hacerlo, pero el dinero es malditamente bueno. Y los gastos de los cuidados de salud de Lily son…—sacudí la cabeza—. No importa, no sé por qué te estoy contando esto.


Bajó la barbilla, jugueteando con sus manos en el regazo, sin mirarme a los ojos.


—¿Has terminado?—asentí hacia su plato.


—Sí, gracias—Dobló la servilleta y la dejó sobre el plato vacío.


Llevé nuestros platos a la cocina, y después de enjuagar rápidamente cada uno, los metí en el lavavajillas. Paula había limpiado mientras cocinaba, porque el lavavajillas estaba lleno con las ollas y utensilios que había usado mientras preparaba la cena. Se apoyó en el mostrador y me miró mientras yo terminaba el resto.


—Dijiste que fue un error, pero filmaste un video…—su voz se desvaneció y sus ojos se abrieron de par en par, como si supiera que había sido pillada espiando.


Se me trabó el aliento en la garganta y mi polla se agitó en mis jeans.


—¿Lo has visto?


La idea de ella viéndome tener sexo con otra mujer era… increíblemente excitante.


Sus mejillas se ruborizaron y supe que ella no solo lo había visto, sino que probablemente se había corrido mientras lo veía. Ah, demonios.



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