jueves, 5 de mayo de 2016

CENICIENTA: CAPITULO 6





Paula estaba sentada en la cama, medio dormida, con la suave colcha subida hasta el pecho. La noche anterior no había salido según sus planes, pero en muchos sentidos, era un alivio que todo hubiera salido a la luz.


Había tardado muchas horas en dormirse. Que Pedro le recordara que le había visto desnudo había servido para afianzarla en su idea de descubrir cuál era su mejor parte.


Lástima que no pudiera volver a verle así. Retiró las sábanas y miró hacia fuera, hacia el terreno que rodeaba la casa. Un
arroyo discurría entre los arreglados jardines y los altos pinos enmarcaban la visión de las montañas que había atrás.


Era un nuevo día, la tormenta quedaba atrás. Hora de empezar de cero.


Sacó la bolsa de maquillaje y se dirigió al bonito baño de invitados. Tras una ducha rápida, se puso base de maquillaje y un antiojeras para ocultar la falta de sueño. Un toque de colorete, raya de ojos y rímel. Arreglada, pero no demasiado.


Remató con un poco de brillo de labios en tono melocotón y luego se atusó el pelo con el corte estilo Campanilla. 


Cortárselo y cambiarse el color para olvidarse de su mentiroso ex había sido una medida drástica, pero no había funcionado. Todavía no había superado que Jose se hubiera ido con otra mujer, dejándola a ella cargando con el crédito. 


No, tal vez pareciera distinta por fuera, pero por dentro era la
misma Paula, herida, solitaria y también decidida a no abandonar nunca.


Se puso una camiseta blanca, chaqueta negra y vaqueros ajustados. Se calzó unas bailarinas planas y corrió escaleras abajo. De la cocina salía el olor a café, y se sentía llena de vigor y renovada. Entonces vio a Pedro.


No estaba preparada para ver su pecho desnudo. Ni su vientre desnudo.


Ni el estrecho filo de vello bajo su ombligo. Ni ver su cuerpo perlado por el sudor.


–Buenos días –Pedro estaba en la cocina consultando el teléfono–. He preparado café. Déjame servirte una taza –se dio la vuelta, abrió un armarito y sacó una taza. Un comportamiento muy educado mientras mostraba los esculpidos contornos de los hombros y los definidos músculos de la espalda–. ¿Azúcar? ¿Leche?


–Las dos cosas, por favor –Paula sacudió la cabeza para intentar pensar con claridad–. Yo lo haré.


–Sírvete tú misma. ¿Has dormido bien?


Paula se sirvió el azúcar y centró la atención en la humeante taza de café.


–Sí, gracias. Estoy lista para trabajar cuando tú digas. Hoy tienes mucho que hacer.


–Ya he entrenado.


–Ya lo veo –Paula se dio la vuelta, pero incluso una fracción de segundo era demasiado tiempo para mirar a Pedro en
aquel momento. Desvió la mirada por toda la cocina, desesperada por encontrar algo desagradable que mirar.


–¿Pasa algo?


–No. Pero… ¿no podrías ponerte una camiseta?


–¿Por qué? ¿Te molesta? No puedo evitar tener calor –Pedro sonrió y se pasó una mano por el vientre liso y
desnudo.


–Es un poco difícil mantener el tono profesional si te paseas por la casa medio desnudo. Además, ¿no es de buena educación ponerse una camisa para desayunar?


–Así es. Mi padre siempre me obligaba a ponérmela cuando era niño. También me dijo que usara hilo dental a diario y que me cambiara de calzoncillos. Hoy he hecho dos de tres.
Nadie es perfecto.


Sabía lo que estaba haciendo. La estaba volviendo loca porque podía.


–Mira, tenemos muchísimo trabajo. Te sugiero que te des una ducha para que podamos empezar.


–Sería más rápido si alguien me enjabonara la espalda.


Pedro, por favor. ¿Recuerdas el contrato que firmé? Nada de relaciones personales. Yo me tomo estas cosas muy en serio y sé que tu padre también.


–Eh, eres tú quien ha sugerido lo de la ducha, no yo.


Paula dejó escapar un suspiro de desesperación.


–Las cosas serían más fáciles si colaboras. ¿Por qué tienes que hacer bromas de todo?


–Porque es sábado y trabajo como un burro toda la semana. Preferiría leer un libro o ver un partido que practicar preguntas y respuestas para una entrevista.


–Sé que odias esto, pero tenemos que poner fin al escándalo –sonó el teléfono de Paula–. Disculpa, tengo que mirar esto –el mensaje no era una buena noticia–. Ha salido algo nuevo en los periódicos esta mañana. Un reportero ha conseguido una entrevista con tu exprometida. Por eso me tienes que dejar hacer mi trabajo







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