viernes, 6 de mayo de 2016

CENICIENTA: CAPITULO 7





Pedro se desató las zapatillas de deporte mientras sostenía el móvil entre la oreja y el hombro. Su madre respondió enseguida.


–Hola, mamá. ¿Está papá por ahí?


–¿No quieres hablar conmigo?


–Claro que sí, pero quería saber qué tal está papá –se quitó los calcetines y los lanzó al cubo de la ropa sucia.


–Tu padre está bien. Le controlo las llamadas. Si no lo hago contesta llamadas del trabajo durante todo el fin de semana y nunca descansa. Y lo necesita.


–¿Está cansado ahora?


–Sí. Los viernes es el peor día. No sé por qué sigue empeñado en ir a AlTel todos los días.


AlTel era la operadora telefónica que su padre había fundado en los años setenta. Pedro creció como su heredero, pero cuando fue a Harvard se dio cuenta de que nunca estaría contento asumiendo el imperio de otra persona. Quería construir el suyo propio, y por eso precisamente fundó su primera empresa cuando todavía estaba en el instituto.


Consiguió su primera fortuna antes de cumplir los veinticuatro. Pero de todas formas, cuando sus padres le pidieron que se ocupara de AlTel entre bastidores tras la enfermedad de su padre, cumplió con su deber familiar. En aquel entonces no estaba muy claro el diagnóstico de Roberto Alfonso y no querían que pareciera débil por temor a una caída bursátil de la empresa.


Se suponía que solo iba a ser un ensayo, y Pedro lo pasó con nota, pero fue el peor año de su vida al tener que preparar el lanzamiento de su empresa mientras dirigía AlTel. El momento no podía ser peor, justo después de que su prometida acabara con su relación de dos años.


–En algún momento –continuó Pedro–, vamos a tener que decirle al mundo que su cáncer es peor de lo que todos creen.


–Estoy de acuerdo, pero tu padre no quiere decir ni una palabra hasta que tú hayas solucionado las cosas con la
prensa.


Su madre no fue capaz de pronunciar la palabra «escándalo» y Pedro se lo agradeció. Al menos solo se había tratado de unas fotografías que alguien infiltró y no algo peor, como un vídeo sexual. Pedro miró el reloj que estaba encima de la cómoda. Eran casi las nueve y media y Paula había dejado claro que estaba lista para ponerse a trabajar.


Se quitó los pantalones cortos y los calzoncillos y los lanzó hacia la cesta.


–Hablaré con papá de esto cuando vuelva a la ciudad. Tal vez pueda regresar el domingo por la tarde.


–Pero asegúrate de llamar primero. Todavía hay fotógrafos acampados en la puerta de tu edificio. Tal vez tengas que entrar por la puerta de servicio.


–De acuerdo –Pedro se puso el albornoz .


–Si quieres quedarte a cenar podemos invitar a tu hermana también. A tu padre le encantaría.


–Eso suena estupendo. Ana y yo podemos intentar convencer a papá para que se piense mejor lo de la sucesión de AlTel. Los dos sabemos que ella haría
un trabajo increíble.


Centraba su atención en que su padre le diera a su hermana la oportunidad que quería y merecía.


–Tu padre nunca dejará que tu hermana dirija la empresa. Quiere que Ana se ocupe de un marido, no que se siente en una junta directiva.


–¿Por qué no puede hacer ambas cosas?


–Estoy a punto de perder a tu padre, ¿y ahora no quieres que tenga nietos? Tú no tendrás hijos hasta que encuentres a la mujer adecuada, y Dios sabe cuándo ocurrirá eso.


Ya estaba otra vez.


–Mira, mamá, tengo que irme. Tengo una invitada en casa y necesito darme una ducha –entró en el baño.


–¿Una invitada?


Pedro abrió el grifo.


–Sí, Paula Chaves, la mujer que papá ha contratado para esta inútil campaña de relaciones públicas.


–No es inútil. Tenemos que preservar el legado de tu padre. Cuando él no esté tú serás el cabeza de familia. Es importante que seas reconocido por tu talento, no por las mujeres de las que te rodeas.


Pedro suspiró. No le gustaba que su madre le viera de aquel modo.


–Y dime, ¿es guapa?


Pedro no pudo evitar reírse.


–Mamá, esto no es una cita. Es trabajo. Nada más –los espejos del baño empezaron a empañarse–. Tengo que irme. Dile a papá que me llame si puede. Estoy preocupado por él.


Pedro se despidió y dejó el móvil sobre la cómoda de mármol. Dejó caer el albornoz al suelo y se metió bajo la ducha, deseando que el agua caliente se llevara su preocupación por su padre aunque solo fuera durante un instante.


Por muy desgarradora que fuera la enfermedad de su padre, no podía hacer nada al respecto excepto asegurarse de
que sus últimos meses fueran felices.


Esa era una de las razones por las que Pedro había accedido a la campaña de relaciones públicas. Con lo que no contaba era con Paula.


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