miércoles, 4 de mayo de 2016

CENICIENTA: CAPITULO 1





Las mujeres habían hecho algunas locuras para llegar hasta Pedro Alfonso, pero Paula Chaves iba a por el récord del mundo. Pedro observó por la cámara de seguridad cómo
cruzaba con el coche por la puerta bajo la lluvia más pertinaz que había visto en los cuatro años que llevaba en su finca
de la montaña.


–Que me aspen –murmuró sacudiendo la cabeza.


Resonó un trueno.


Su perro, Moro, le puso el hocico en la mano y gimió.


–Ya lo sé, amigo. Hay que estar loco para conducir hasta aquí con este tiempo.


Se le erizó el vello del brazo. La excitación de volver a ver a Paula por segunda vez en su vida le tenía un poco descentrado. Un año atrás le había dado la mejor noche de pasión que recordaba, y luego se había marchado por la puerta antes de que él se despertara. Ninguna despedida susurrada al oído, ningún beso. Lo único que le dejó fue un recuerdo del que no podía liberarse y muchas preguntas. La principal era si volvería a hacerle sentir tan vivo de nuevo.


Pedro ni siquiera supo su apellido hasta hacía una semana, aunque había intentado averiguarlo por todos los medios cuando ella desapareció. Había hecho falta una pesadilla de proporciones monstruosas para que Paula Chaves volviera a su vida. Un escándalo que la prensa se negaba a dejar morir. Ahora ella estaba allí para salvarle el trasero de los cotilleos, aunque Pedro dudaba que alguien pudiera conseguirlo. Si le hubieran dado aquel trabajo a cualquier otro relaciones públicas, Pedro habría encontrado la manera de zafarse. Pero aquella era su oportunidad para intentar conseguir lo imposible. No tenía intención de dejarla pasar. Aunque tampoco quería hacerle saber a Paula que se acordaba de ella.


Sonó el timbre y Pedro se acercó a la chimenea para azuzar los troncos. Se quedó frente a las llamas, mirándolas
fijamente mientras apuraba lo que le quedaba de bourbon. 


Sintió una punzada de culpabilidad al saber que Paula
estaba fuera, pero podía esperar para empezar con la renovación de su imagen pública. Ella había tenido mucha prisa por dejarle solo en su cama; así que podía aguardar unos minutos antes de que la hiciera pasar.






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