viernes, 1 de abril de 2016

REFUGIO: CAPITULO 21





Cuando llegaron, el primero que salió a recibirla fue Lucas. 


Se le subió sobre los hombros lamiéndole la cara y Paula se echó a reír intentando apartarle— ¿Me has echado de menos?


Lucas ladró como si le respondiera, cuando escuchó un silbido y ambos giraron la cabeza hacia el establo donde el abuelo los miraba desde la puerta — ¡Sheriff! ¡Por todos los demonios! ¿Qué has traído?


El sheriff se echó a reír— Me la he encontrado y me ha dado pena dejarla en la ciudad. Me he apiadado de ella y le he dicho que la cobijaríais.


El abuelo se acercaba sonriendo de oreja a oreja y cuando llegó a su lado, abrió los brazos —Bienvenida, chiquilla.


Paula se abrazó a él riendo— ¿Cómo estás, abuelo?


—Muerto de hambre.


—Eso puedo remediarlo. Si hay comida, claro. —le besó en la mejilla muy contenta y cuando le miró a los ojos preguntó ansiosa— ¿Dónde están los demás?


—Trabajando en el norte. Les daremos una sorpresa porque si los llamo ahora sólo llegaran media hora antes. —la cogió por la cintura llevándola dentro —Sheriff, ¿una cerveza? — preguntó sin dejar de mirarla a ella.


—Sí, ya he acabado mi turno.


—Pues venga. Que quiero oír a mi chica todo lo que ha hecho estos meses.


Los hombres se sentaron en la mesa de la cocina y ella puso los ojos en blanco al ver el estado de la casa— Veo que las antiguas costumbres persisten.


—No seas pesada. Ya nos echarás la bronca más tarde o el mes que viene.


Encantada de estar allí, fue hasta la nevera y gimió al ver su estado, pero cogió dos cervezas que les puso en la mesa. Inquieta miraba por la ventana mientras ellos hablaban de cómo la había encontrado. Se sonrojó cuando el abuelo la miró como si hubiera cometido un delito, al decir que estaba bajo arresto otra vez.


— Espero que esta vez le pegaras una buena paliza.


—Pues no, abuelo. — dijo entre dientes — Pero la próxima vez no se me escapa.


—Todavía queda el informe psicológico. Esa chica no está bien. — el sheriff parecía enfadado— Si se demuestra que está mal de la cabeza, el juez le levantará el castigo.


—¡Castigo! ¡Es increíble cuando esa loca me ha apuñalado! ¡Y se estaba comprando un vestido como si nada! Y precioso por cierto, era violeta y…— al ver sus miradas pasmadas hizo un gesto con la mano— Va, no lo entenderíais.


—¿Si el vestido hubiera sido feo, te hubieras sentido mejor? — preguntó el abuelo sonriendo.


—Pues sí, un poco mejor sí. —volvió a mirar por la ventana— ¿No tardan mucho?


—¿Por qué no vas haciendo la cena?


—Sheriff, ¿se queda a cenar?


—No, gracias. Os dejaré en familia. Es una noche especial.


—Mi chica ha vuelto a casa sana y salva.


—Por los pelos. — dijo cogiendo unas patatas de debajo del fregadero.





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