jueves, 31 de marzo de 2016

REFUGIO: CAPITULO 20





Siete meses después...


Su teléfono móvil sonó de la que iba hacia el trabajo a las ocho y media de la mañana. Era un número que no conocía, pero descolgó igualmente porque estaba esperando una llamada de una entrevista de trabajo— Darwing.


—Ya puedes salir.


—¿Perdón? — se detuvo en seco sorprendida.


—Soy tu contacto— dijo divertido — Evan Logan.


No había recibido noticias suyas desde hacía tanto tiempo que no había reconocido su voz— ¿Seguro?


—Yo estoy seguro de quien soy, pero para que tú estés segura, vete a un ordenador. Ayer liquidaron a los Falconi. Una bomba ha acabado con casi toda la familia.


Se llevó la mano al pecho—¿El padre?


—El padre y casi todos los hijos, excepto uno que tiene sólo nueve años y estudiaba en el extranjero. En París, creo. Eres libre.


Acostumbrada a estar en la sombra y desconfiar tanto tiempo, no se lo creyó del todo— ¿Seguro que puedo volver a mi vida?


—Seguro. Eres libre. Suerte, Paula.


Sonrió cuando la llamó por su nombre y colgó el teléfono sin saber qué hacer. Nerviosa llamó a su primo que descolgó inmediatamente— ¿Es cierto?


—¡Está muerto, Paula! — su primo estaba tan contento que empezó a creérselo. —¿Cuando vuelves?


Se echó a reír como una loca mientras los que pasaban a su lado la miraban alejándose por si lo era— En cuando encuentre vuelo.


—Llámame para ir a recogerte al aeropuerto. Tu madre se echó a llorar como una niña. Se ha quedado dormida en el sofá esperando tu llamada. Espera que la despierto.


Expectante y sin aliento esperó a que Gerardo despertara a su madre— ¿Diga?


—¿Mamá? — se echó a llorar al oírla después de tantos años.


—Oh, mi niña, ¿estás bien?


—Sí, mamá. Lloro de alegría.


—Ven cuanto antes, mi amor. Te estoy esperando.


—Voy para allá. Cogeré el primer vuelo.


Ni se molestó en volver a su piso, porque allí no tenía nada de importancia y corrió por la calle llamando a un taxi. En cuanto se subió con la cara llena de lágrimas, le dijo al taxista emocionada— Al aeropuerto.


—¿Se encuentra bien?


—No he estado mejor en la vida. Vuelvo a casa. Por fin vuelvo a casa.


Pero no era cierto. Después de una semana en casa de su madre, la depresión volvió. Estaba tomando un café sentada en la mesa de la cocina con la mirada perdida, cuando su madre le acarició sus rizos pelirrojos— ¿Qué ocurre, mi amor?


—Nada. — levantó la vista para mirarla y forzó una sonrisa—Estoy bien.


Su madre no era tonta y suspirando se sentó ante ella en la mesa. Se miraron a los ojos, pero Paula apartó la mirada— Has pasado mucho tiempo dando tumbos por el país y esperaba que estuvieras aquí un tiempo, pero puedo ver claramente que tu corazón está en otro lugar.


—Aquí estoy bien. — dijo atropelladamente.


—No me mientas, hija. ¿Es ese hombre? Ese tejano al que te envió Gerardo.


Paula suspiró apartando la taza de café y apoyando los codos sobre la mesa, miró a su madre— Le quiero, pero ya ha tenido bastantes problemas por mí y no sé lo que siente. Hace meses que no sé nada de él y puede que ahora salga con otra o…—se encogió de hombros— no sé…


—¿Y qué temes? Vete y descubre lo que siente.


—Temo tener que volver con el rabo entre las piernas.


Su madre hizo una mueca— Es el riesgo que corres, pero y si dejas pasar al amor de tu vida por cobardía... Tú no eres cobarde, mi amor. Una persona que se enfrenta a la mafia y que ha pasado por lo que tú has pasado, no es una persona a la que le falte el valor.


—¿Y si no me quiere? No sé si podría soportar su rechazo.


—Va, tu padre me rechazó cuatro veces. —Paula abrió los ojos como platos— Y al final cayó. No se pudo resistir a mis encantos. Si es necesario que seas pesada, pues lo eres. Lo que merece la pena, cuesta trabajo. Como tu padre.


—Fuiste feliz con él, ¿verdad?


Los ojos verdes de su madre se llenaron de lágrimas— Los años más felices de mi vida. No habrá otro como él. Ese accidente de tráfico se llevó dos corazones.


—Mamá, no digas eso. — alargó la mano y cogió la suya— Todavía eres joven.


—Cuando conoces un amor como el mío— negó con la cabeza sonriendo con tristeza— es difícil que te vuelvas a enamorar. Por eso te digo que si sientes algo muy fuerte por ese vaquero, muevas el culo hasta allí.


—Sí pero, ¿y tú?


—Yo iré de visita. —dijo sin darle importancia— Y hasta puede que me mude si me dais nietos.


—Primero vamos a ver cómo reacciona, mamá. Pedro tiene un carácter algo especial.



******


Como no sabía cómo iba a ser recibida, cuando llegó a Victoria alquiló un coche. Si iba al rancho en taxi, igual tenía que volver caminando a la ciudad, si estaba cabreado por no haberle dicho dónde estaba meses atrás. Así que más valía prevenir. Estaba conduciendo por la calle principal, cuando se quedó con la boca abierta al ver a Lorena con bolsas de la compra, caminando tranquilamente por la calle. Reía hablando con una mujer mayor que ella, que también era rubia. Atónita la vio entrar en una tienda. Entrecerró los ojos frenando el coche en seco aparcándolo en doble fila. Estaba bajando del coche, cuando el sonido de una sirena la hizo volverse y vio como el sheriff bajaba la ventanilla del copiloto— ¡Paula! No me lo podía creer cuando te he visto.


—¡Disculpe sheriff, pero tengo algo que resolver! — dejándolo con la boca abierta fue hasta la acera y entró en la tienda, sintiendo que se la llevaran los demonios. Esa zorra intentaba matarla y caminaba tranquilamente por la calle. Se iba a enterar.


Al no verla en la tienda, buscó los probadores y con pasos enérgicos caminó hacia ellos mientras la dependienta la interceptaba— ¿Necesita algo?


—De ti no.— dijo apartándola antes de seguir su camino. 


Abrió la enorme cortina granate y allí estaba la muy zorra probándose un modelito violeta. La mujer que iba con ella la miró con los ojos como platos— Está ocupado.


—Ya lo veo. — Lorena al oír su voz, levantó la vista mirándola a través del espejo y palideció. Pero Paula no iba a dejar que esta vez se saliera de rositas, así que la cogió por la melena tirando de ella hacia atrás, mientras la mujer gritaba asombrada que soltara a su hija— ¿Es su hija? — gritó con esfuerzo, tirando del pelo de Paula fuera del probador —¿Y sabe que ha criado a una asesina?


La mujer palideció— Eso son mentiras del pueblo. ¡Lorena no ha hecho nada! Han querido hundir su reputación y ha corrido los rumores sobre esa chica, pero…


—¡Esa chica soy yo, señora! — gritó levantándose la camiseta y enseñando la enorme cicatriz que tenía en el vientre. Lorena sentada en el suelo palideció al ver la cicatriz en el espejo y dejando caer la camiseta se acercó a su oído para decir— Te vas a pasar mucho tiempo en la cárcel, zorra. Les vas a encantar a tus compañeras.


Lorena intentó levantarse y para sorpresa de Paula, corrió hacia la salida mientras su madre se desmayaba, cayendo redonda sobre la moqueta granate. Paula corrió tras ella y se tiró sobre su espalda justo antes de que saliera a la calle. 


Las empleadas las miraban con los ojos como platos, mientras la encargada cogía el teléfono.


—Tranquila, si el sheriff está fuera. — dijo sin aliento mientras Lorena gimoteaba con la cara sobre la moqueta— ¿Te rindes, puta?


—Muérete.


—Eso quisieras. —se levantó cogiéndola por la espalda del vestido, pero Lorena se revolvió, girando de golpe y empujándola sobre un perchero lleno de ropa. Lorena entrecerró los ojos y Paula se preparó para su ataque porque era tan estúpida que creía que ganaría esa vez también. Paula se levantó justo cuando ella iba a lanzarse a la carga y aprovechando la sorpresa, se agachó dándole con la cabeza sobre el estómago. Lo que pasó, es que no se detuvo a tiempo y atravesaron el escaparate cayendo sobre el coche que estaba aparcando en la acera. El sheriff las miró con la boca abierta. Paula se levantaba del suelo, clavándose varios cristales en las manos, mientras que Lorena estaba lloriqueando sobre el capo del coche algo sobre su espalda.


— ¡Espero que te frían, puta! — se volvió hacia el sheriff y sonrió— Esta mujer intentó matarme.


El sheriff levantó una ceja— Lo discutiremos en comisaría.


Esa frase le recordó otra en cierto baile— Es broma, ¿no? ¡Intentó matarme!


—¡De momento solo he visto una agresión y ha sido la tuya hacia ella! ¡A comisaría!


Para su asombro la esposaron a la espalda mientras, otro coche del sheriff aparcaba como podía. Una mujer se bajó del coche entrecerrando los ojos y al verle la cara a Paula sonrió— ¡Has vuelto! Te reconozco por las fotos de busca y captura.


—¡Pues sí! ¿Y para qué? ¡Para que me detengan!


—El juez está deseando verte— dijo la mujer sonriendo — ¿Sabías que el juez Bronson tiene malas pulgas?


—Algo me han dicho. — respondió entre dientes.


—Te has saltado el arresto domiciliario. — dijo el sheriff dejándola atónita.


—No hablarás en serio. ¡Me estaba muriendo!


—Se lo explicarás a él. Seguro que lo perdona.


—¿Seguro? — aquello era surrealista. La mujer, que al parecer se llamaba Melisa, ayudó a meterla en el coche mientras varios curiosos preguntaban qué había ocurrido. Trataban a Lorena como si fuera la víctima y entrecerró los ojos furiosa. En cuanto el sheriff se sentó tras el volante le gritó— ¿Y ella qué?


—Va con mi ayudante. Tranquila, también estará allí— sonriendo encantado arrancó el coche— Eres propensa a meterte en líos, ¿verdad?


Surrealista era poco y replicó— ¿Tú crees?


—Ahora que te has librado de los Falconi, te metes con los Spencer.


—Ella se metió conmigo primero.


—Pues debo decirte que no lo tienes fácil. — dijo el perdiendo algo la sonrisa— No hay pruebas contra ella y tú no estabas, así que…


—Me lo suponía. Pero mi testimonio…


—Es tu palabra contra la suya.


—¿Y el cuchillo?


—Sólo tenía una prueba parcial y ella reconoció que lo había tocado un día que Pedro estaba en la casa.


—¿Era de Pedro? — preguntó asombrada.


—Sí.


Aquello se estaba poniendo mejor por momentos— Bueno, ¿y ahora qué?


—Ahora vamos a hablar con el juez Bronson, para ver qué decide.


Con la suerte que tenía seguro que la enchironaba. Para su sorpresa el juez Bronson parecía que acababa de salir de la universidad. Ella esperaba un carcamal con mala uva, pero era un juez muy joven con mala uva. La vez anterior al leer las declaraciones la había llamado por teléfono, pero esa vez la miraba cara a cara y le puso los pelos de punta.


—Señorita Chaves. ¿Otra vez detenida por agresión?


—¡Señoría, caminaba por la calle como si no hubiera hecho nada! — dijo de los nervios señalando a Lorena, que lloriqueaba como una niña— ¡Intentó matarme!


—¡Eso es mentira! —gritó Lorena saliendo de su estado— ¡Sólo quiere hundirme porque sabe que Pedro me quiere a mí!


El sheriff miró a Lorena como si estuviera mal de la cabeza y el juez también, que inmediatamente dijo— ¿Así que Pedro te quiere a ti?


—Oh, sí. Desde hace años. Está esperando a que crezca.


Ahora sí que Paula la miró como si estuviera loca y realmente a aquella tía le faltaba un tornillo. El juez dijo mirando al sheriff— Necesitamos un informe psicológico. —el sheriff asintió vehementemente —Mientras tanto y puesto que ha habido otra agresión a la señorita Spencer… —dijo mirándola a los ojos— la condeno a tres meses de arresto domiciliario. Eso si no quiere ir a juicio con su abogado…—se le quedó mirando con la boca abierta— Tiene que tener en cuenta que no pienso tolerar en mi juzgado, que alguien se tome la justicia por su mano. ¿Me ha entendido?


—¿La justicia por mi mano? — preguntó furiosa dando un paso hacia él sin pensar. Se levantó la camiseta enseñando la cicatriz— ¿Cree de verdad que me he tomado la justicia por mi mano, inútil de mierda?


Todos se quedaron de piedra al ver la enorme cicatriz. El juez carraspeó desviando la mirada— Tres meses y una semana por desacato. — golpeó con el mazo en el estrado y
se levantó a toda prisa porque temía que se tirara sobre él y durante un momento a Paula se le pasó por la cabeza.


Lorena soltó una risita y se volvió para arrearle otra vez, cuando el sheriff la cogió por el brazo intentando retener la risa —Cálmate.


—¿Que me calme? ¡Me ha arrestado a mí! — gritó asombrada. Entonces se dio cuenta que no tenía domicilio para cumplir la pena y gimió pasándose una mano por la frente —No tengo casa.


—Los Alfonso estarán más que encantados de recibirte.


—¿Seguro?


El sheriff se echó a reír llevándola del brazo y cuando salieron a la calle, entrecerró los ojos cuando vio el coche del sheriff —¿Es una broma? ¿Voy a llegar así a casa después de casi ocho meses?


—Pues sí. Estás bajo arresto.


Al menos dejó que se sentara delante y se mordió el labio inferior a medida que se acercaban al rancho — Tranquila, estarán encantados de verte.






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