lunes, 25 de abril de 2016

MI CANCION: CAPITULO 3




Un chorro de electricidad recorrió a Pedro por dentro como un relámpago. Los músculos del estómago se le contrajeron. Mientras escuchaba aquella voz sexy y aterciopelada se dio cuenta de que habían encontrado una mina de oro. No necesitaba esperar al final de la canción para saberlo, pero la dejó terminar, como no podía ser de otra manera.


La voz potente y elegante de Paula se mezclaba con la instrumentación rica y empastada de la banda. Su actuación era simplemente increíble. Hacía temblar las rodillas.


Los miembros del grupo intercambiaron sonrisas disimuladas y Raul dibujó la palabra «eureka» con los labios, al tiempo que se volvía hacia Pedro para levantar el pulgar. Ninguna de las voces que había escuchado durante esos cuatro días se acercaba al extraordinario talento de Paula Chaves. En realidad, llevaba más de dos años sin escuchar cantar a nadie de esa manera. Era algo natural en ella. Le salía del alma.


Maravillado, Pedro movía la cabeza de un lado a otro mientras la observaba. Su cuerpo se movía de una forma tan natural y sexy, siempre al ritmo de la música. De repente, sintió que volvía a emocionarse con la música. Estaba entusiasmado, ilusionado, y cuando se sentía así era capaz de trabajar sin descanso durante veinticuatro horas seguidas si era necesario, con tal de conseguir su propósito.


A partir de ese momento, trabajaría sin parar para llevar a lo más alto al grupo. Estaba dispuesto a ello por primera vez en mucho tiempo.



****


Cuando los últimos acordes de la canción se fueron perdiendo, Paula tomó un último suspiro de alivio y soltó el micrófono.


Detrás de ella, Santiago Bridges silbó con fuerza.


–Eso ha sido increíble. No se puede hacer mejor.


Paula sintió un calor repentino en las mejillas al oír el cumplido. Los dos hombres que la habían estado observando durante la actuación echaron a andar hacia el escenario.


–¿En qué otros grupos ha estado? –le preguntó Pedro.


Mientras contemplaba esos ojos de color azul hielo, Paula sintió que el corazón se le caía a los pies.


–No… no he estado en otros grupos –admitió sin más.


–Tienes que estar de broma –Raul parecía completamente estupefacto.


Sorprendida al ver que no la creía, Paula abrió los ojos.


–No mentiría sobre algo así. Lo cierto es que siempre he cantado como hobby y porque no puedo evitarlo. Me encanta la música. Me apasiona.


Pedro sintió que los músculos del estómago se le contraían aún más.


–Entonces, ¿nunca ha cantado profesionalmente?


–No. Nunca.


Sus ojos verdes no escondían artificio alguno.


–Bueno, ¿cómo alimenta el cuerpo y el alma entonces?


–¿Se refiere a cómo me gano la vida? –Paula suspiró–. Soy dependienta. ¿Recuerda que le dije que tuve que sustituir a la gerente esta mañana?


–¿Y dónde está la tienda?


–Está aquí, en el pueblo. Claro.


Pedro estaba realmente sorprendido. Muchas chicas habían hecho un viaje largo para hacer la prueba. Algunas vivían en Escocia incluso, pero ella, sin embargo, había salido de ese pequeño pueblo donde habían organizado las pruebas.


Riéndose a carcajadas, Raul se dio una palmada en el muslo.


–¡Bueno, vaya sorpresa! Llevamos cuatro días tirándonos de los pelos porque no encontrábamos a nadie y tú estabas aquí al lado.


–Me enteré de las pruebas cuando vi el anuncio en la oficina de correos. No me lo podía creer. En este pueblo nunca pasa nada tan emocionante. Me pareció… –Paula se
sonrojó un poco–. Me pareció una señal –se sujetó un mechón de pelo detrás de la oreja y sonrió con timidez–. Bueno, en cualquier caso, gracias por haberme escuchado y por haberme dado la oportunidad de cantaros esta canción. Pase lo que pase, he disfrutado mucho.


Dio media vuelta y comenzó a bajar los peldaños. Pedro levantó una mano y la hizo pararse en seco.


–Un momento.


–Tengo que volver al trabajo. Ya… ya se lo dije. Hoy tenemos inventario. Terminaremos bastante tarde.


–¿Quiere cantar con esta banda o no?


–¿Quiere decir…? ¿Me está diciendo…?


La expresión de su rostro era casi cómica, pero Pedro no estaba para reírse en ese momento.


–Teniendo en cuenta la calidad de la actuación que acaba de ofrecernos, creo que sería una locura por mi parte no ofrecerle la oportunidad de cantar con el grupo. Creo que todos estamos de acuerdo y sabemos que es usted lo que estamos buscando.


Miró a sus compañeros fugazmente, pero en realidad no necesitaba confirmación. Además, él era quien tenía la última palabra al fin y al cabo.


–Pero, si la aceptamos, tiene que ser consciente de que hay muchísimo trabajo por hacer. Puede que sepa cantar muy bien, pero tiene muchas cosas que aprender antes de que pueda salir al escenario. ¿De verdad que nunca ha cantado profesionalmente?


Paula se dio cuenta de que Pedro no la creía. Por muy emocionante que fuera la idea de cantar con la banda, Paula sabía que, si aceptaba el trabajo, jamás llegaría a tener una relación cordial con el jefe.


Se aclaró la garganta. Estaba algo nerviosa.


–Estuve en un grupo en el instituto desde los quince hasta los dieciocho años, pero no he hecho nada desde entonces. Solo actuábamos en sitios de la zona, en fiestas de Navidad, cumpleaños, aniversarios y cosas así.


–¿Y era la cantante principal?


–No. Quiero decir que… todos cantábamos. Éramos seis, pero yo a veces tocaba el piano y la guitarra.


Raul arqueó las cejas, mostrando su perplejidad.


–¿También sabes música?


–Sí. Bueno, leo música y sé tocar un poco. Practico cuando puedo, al menos con la guitarra. Ya no tengo piano.


En ese momento, Pedro entendió por qué manejaba tan bien el instrumento vocal. Solo alguien que tuviera formación musical o que tuviera buen oído para la música de manera innata podía ofrecer una actuación como esa sin ensayar.


Al mirar a Paula, vio su propia sorpresa reflejada en el rostro de su amigo.


–Cielo, por lo que a mí respecta, no me cabe ninguna duda de que eres la cantante adecuada para esta banda –el americano sonrió y le dio un apretón de manos con entusiasmo–. Por cierto, mi nombre completo es Raul Young. Soy el recadero oficial y burro de carga de Blue Sky. Eso quiere decir que organizo los bolos, me aseguro de que todo esté en orden antes de salir al escenario y recojo el dinero de las entradas al final del concierto. El hombre que está a tu lado con cara de póker es Pedro Alfonso, un productor muy conocido, y también es el mánager del grupo. Tienes que haber oído hablar de él. Bueno, algún día nos hará ricos a todos, como lo es él. Puedes apostar por ello. Si hay
alguien que puede hacer milagros por aquí, ese es él. Lleva tanto tiempo en la industria de la música que seguramente se merezca ya una placa en el Salón de la Fama del Rock.


–Muy gracioso.


Pedro no le ofreció la mano a Paula. Mientras los otros miembros de la banda le daban la bienvenida, miró a Raul de reojo y vio que no dejaba de mirarla.


–Venga a mi despacho, señorita Chaves –le dijo una vez terminaron–. Tenemos que hablar en privado.


Dando un salto, echó a andar hacia el fondo de la sala.


Después de ayudar a Paula a bajar los escalones, Raul fue detrás de su jefe a toda prisa.


–Oye, ¿no quieres que te acompañe?


Pedro se volvió un momento y sacudió la cabeza. Un músculo se contrajo justo debajo de sus pómulos.


–Ahora mismo no, amigo mío. Ya tendremos tiempo de repasar el calendario de ensayos luego. Nos reuniremos mañana por la tarde para hablar de todo. Ahora mismo necesito hablar en privado con la señorita Chaves.


–¿Señorita Chaves? ¿Por qué no Paula?


Ignorando el comentario, Pedro dio media vuelta y abrió la puerta de su despacho.


Paula fue tras él. Un enjambre de mariposas revoloteaba en su estómago. Toda aquella experiencia le parecía surrealista de repente. El despacho del carismático mánager de Blue Sky no era mucho más grande que un cuartito de la limpieza. 


Dentro solo había dos sillas de plástico y una caja de color naranja que hacía las veces de mesa. A través de una pequeña ventana se veía un pedacito de cielo.


Humedeciéndose los labios, Paula respiró profundamente. Por alguna razón, estar tan cerca de Pedro Alfonso le causaba mucha más tensión que cualquier audición a la que pudiera asistir.


–Siéntese, por favor.


Paula obedeció.


–Ya me ha dicho que tiene un trabajo. Supongo que es un trabajo a tiempo completo –abrió el cuaderno negro que estaba sobre la caja y comenzó a escribir.


–Sí.


–Ha dicho que trabaja en una tienda. ¿Qué clase de tienda es? –Pedro levantó la vista y la atravesó con su mirada de color azul.


–Es una tienda que se llama Morgana. Es de libros esotéricos y de autoayuda, pero también vendemos cosas como incienso, bisutería de los nativos americanos, música de ambiente y cristales.


«Y me encanta trabajar allí», pensó, aunque no lo dijera en alto. Se movió un poco en la silla. Iba a ser una pena tener que dejar la tienda, pero su gran pasión siempre había sido la música y ya era hora de hacer algo al respecto. Su amiga Lisa sabía lo mucho que le gustaba cantar.


Paula le había dicho lo del anuncio.


Se busca cantante femenina versátil de entre veinte y treinta años para grupo consolidado de rock melódico.


Las pruebas se iban a celebrar en la iglesia de St Joseph, en el mismo pueblo donde vivían, y Lisa la había animado a presentarse.


–Supongo que tiene claro que, si quiere cantar en este grupo, no puede trabajar a tiempo completo en una tienda.


Pedro no dejaba de mirarla ni un segundo mientras hablaba.


–Los ensayos empiezan mañana por la tarde y habrá ensayo todos los días durante las próximas tres semanas, que es cuando la banda hará su primera actuación. Después de eso, estaremos por todo el país, de gira durante tres semanas. ¿Está preparada para asumir un calendario tan apretado, señorita Chaves?


–Realmente no había pensado nada más allá de la audición, pero entiendo que cualquier persona que acepte el trabajo tendrá que estar preparada para hacer bolos con regularidad y salir de gira, así que, sí. Estoy dispuesta a comprometerme, señor Alfonso. Nunca he deseado nada con tanta intensidad.


–¿Y es consciente de que eso significa tener que dejar su actual trabajo?


–Claro.


Aunque su respuesta hubiera sido rápida y contundente, la pequeña arruga que surcaba su entrecejo no pasó desapercibida para Pedro. De pronto, tuvo la impresión de que Paula Chaves desconocía los entresijos del negocio musical.


–¿Eso le preocupa?


Levantando la barbilla, Paula se esforzó por sostenerle la mirada.


–Le mentiría si le dijera que no me asusta la idea de un cambio tan grande, pero quiero aceptar este desafío, sobre todo si eso me va a ayudar a conseguir aquello que siempre he deseado tanto: convertirme en una cantante profesional. Además, los cambios son inevitables, ¿no? Todo cambia.


–No hay nada que temer. Hay muchas cantantes que darían lo que fuera por tener una oportunidad como esta. Blue Sky se ha quedado sin vocalista, pero siguen siendo una banda consolidada. Justo antes de la marcha de Marcie, habían sido invitados a tocar en uno de los programas más famosos de la televisión.


–Por favor, no piense que soy una desagradecida.


Al no parar de moverse en la silla, Paula se enganchó las medias en una astilla de madera de la caja. Al echarse hacia delante para soltarse, no pudo evitar sonrojarse. La mirada de Pedro se posó en su rodilla de inmediato.


Una fría gota de sudor corrió por la espalda de Paula.


–Creo que todavía no me lo creo. No pensaba que llegaría a ser seleccionada. Todavía estoy intentando asimilarlo.


–Bueno… –apartando la mirada de su rodilla, no sin reticencia, Pedro se esforzó por mostrarse profesional–. No le estoy pidiendo que firme esta noche, pero eso tampoco significa que le esté dando una oportunidad para cambiar de opinión. Cuando decido que algo me interesa, Paula, no descanso hasta conseguirlo, así que la espero aquí mañana a las cinco. Vamos a ensayar hasta última hora de la tarde. ¿Trato hecho?


Paula se mordió el labio.


–Sí. Sí. Trato hecho. ¿Pero puedo venir a las seis menos cuarto? Tengo que cerrar la tienda a las cinco y media. No tardaré más de eso. Puedo estar aquí en diez minutos si vengo en coche.


–A las seis menos cuarto entonces. Y, antes de que se vaya, será mejor que me dé su número de teléfono y su dirección, por si acaso.


Paula le dio la información que le pedía. Pedro tomó nota de todo y, entonces, se puso en pie. Ella hizo lo mismo.


–Le veo mañana entonces, señor… –dijo, abrochándose el abrigo con manos temblorosas. De repente había olvidado el apellido del mánager.


–Llámame Pedro.


–Muy bien.


–Solo una cosa más antes de que te vayas.


–¿Qué?


–Será mejor que te explique una de las reglas más importantes. No puede haber compadreo con los demás miembros de la banda fuera de las horas de trabajo, y no estoy hablando precisamente de tomar unas cervezas. ¿Me he explicado con claridad?


Paula sintió que las mejillas le ardían e hizo todo lo posible por esquivar su mirada.


Si realmente creía que tenía intención de confraternizar con los chicos del grupo, entonces estaba muy equivocado. Ya no había lugar para los hombres en su vida, sobre todo después de lo ocurrido con su ex, Sean. No se iba a arriesgar a tener otra relación destructiva con un hombre, por muy efímera que fuera.


–Lo único que quiero es cantar. No tengo interés en ninguna otra cosa. Se lo puedo asegurar.


Pedro no pudo evitar preguntarse por qué. Acababa de ver dolor y furia en esos ojos verdes.


–Muy bien. Solo una cosa más entonces.


–¿Qué?


Esa vez Paula le miró a los ojos sin miedo, como si le retara a inmiscuirse un poco más en su vida privada.


Pedro esbozó una sonrisa pícara.


–Yo me pensaría seriamente la posibilidad de invertir en un nuevo par de medias, si fuera tú.


La vergüenza la hizo tartamudear.


–Es que no hago más que engancharlas en todos sitios. No son muy prácticas. Normalmente prefiero llevar vaqueros.


–Créeme… –la voz de Pedro se volvió más grave y aterciopelada–. Las medias son mejores.






1 comentario: