lunes, 25 de abril de 2016
MI CANCION: CAPITULO 2
El corazón de Paula dio un doble latido.
«Muy bien. Puedo hacerlo. Cantar es pan comido para mí», se dijo.
Avanzó hacia el escenario. Los tres miembros de la banda tomaron sus instrumentos sin mucho entusiasmo. ¿A cuántas cantantes les habrían hecho la prueba a esas alturas?
Paula se fijó un instante en el nombre de la banda, impreso en el bombo. Al ver que no le sonaban de nada, sus labios esbozaron una sonrisa disimulada. El guitarrista solista fue el primero en presentarse. Le dijo que se llamaba Mauro y la ayudó a subir el último peldaño de la escalera de madera que conducía al escenario. Tenía un semblante abierto, amigable, muy distinto al del hombre que la había recibido y al que ya había bautizado como el Capitán Ahab.
¿Por qué se había empeñado en acudir a esa prueba? ¿Por qué le había parecido una buena idea? Que le gustara cantar no significaba que tuviera suficiente talento como para
llegar a vivir de ello.
–Por cierto, soy Raul. El hombre que te dijo que volvieras mañana es el mandamás. ¿No te vas a quitar el abrigo?
Al pie del escenario estaba el rubio que había convencido a su jefe para que le diera una oportunidad. Le dedicó una sonrisa ganadora y le guiñó un ojo.
El Capitán Ahab permanecía al fondo de la sala, en silencio y con cara de pocos amigos. Paula, sin embargo, se dio cuenta de que la estaba mirando.
«Tu actuación va a tener que ser excepcional si pretendes impresionarme», parecía querer decirle.
¿Pero quién era? ¿Acaso era alguien famoso? A esas alturas, Paula no podía negar que se sentía intrigada. Parecía estar claro que era la persona a cargo de las pruebas, pero no había dicho su nombre en ningún momento.
–Prefiero dejármelo puesto, si no te importa –le dijo a Raul–. Tengo un poco de frío.
Se agarró del pie de micro como si necesitara algo sólido a lo que aferrarse.
¿Por qué se había puesto esa falda tan corta?
Su amiga Lisa se había empeñado en que debía hacer un esfuerzo y dar una buena imagen para la prueba. Por eso había decidido ponerse esa ropa, pero si de ella hubiera dependido, se hubiera puesto unos vaqueros y una camiseta.
–¿Qué nos vas a cantar? –le preguntó Raul.
Paula contestó a su pregunta. Era una canción considerada un clásico del rock. Tenía un ritmo lento y pulsante, pero era un tema con mucha fuerza y sentimiento.
–Buena elección.
Paula no pudo evitar sonrojarse, así que se volvió hacia la banda para que no pudiera ver el efecto que había tenido su comentario.
–¿Os viene bien la canción?
El batería, un rubio con barba llamado Santiago Bridges, le contestó con un redoble preciso. El bajista, un escocés corpulento que se hacía llamar Kevin Ferguson, tocó un par de acordes.
–Hagamos un poco de rock and roll, ¿no? Todo tuyo, cielo. A por ello.
«Puedo hacerlo», se dijo Paula mientras esperaba a que los músicos introdujeran el tema.
Durante un par de segundos, cerró los ojos y apretó los párpados. Si quería conservar las fuerzas no podía mirar al señor Darth Vader.
Sin embargo, en cuanto la música empezó a sonar, el miedo se desvaneció y un deseo de cantar irrefrenable se apoderó de ella. Conocía esa canción a la perfección, pero jamás les hubiera dicho que solo la había cantado en el baño y en la intimidad de su habitación.
Su falta de experiencia les hubiera espantado si se lo hubiera dicho antes de poder cantar. Reprimiendo unas repentinas ganas de sonreír, esperó a que llegara su entrada, abrió los labios y comenzó a cantar.
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