jueves, 31 de marzo de 2016

REFUGIO: CAPITULO 18





Abrió los ojos mientras la trasladaban en el helicóptero, pero la mareó y los volvió a cerrar, sintiéndose mucho mejor. La siguiente vez que se despertó, vio a un hombre con una bata blanca, hablando con otro que llevaba un traje negro. Ambos estaban muy serios y ella al no reconocerlos, volvió a dejarse llevar por el sueño. Los ojos azules de Pedro y los momentos que habían pasado juntos, la acompañaron durante esas horas de inconsciencia. También tuvo sueños de cuando era niña y su madre la enseñaba a cocinar los fines de semana. Vio a su primo Gerardo tirándole de la trenza, mientras corrían por el jardín y como le había dicho a un chico en el instituto que le gustaba, mientras sus amigas soltaban risitas tontas y él le decía que quedaran el sábado. 


Tuvo sueños de todos los momentos de su vida donde fue realmente feliz y muchos tenían que ver con Pedro. En como la miraba mientras hacían el amor o en como la reñía, para luego besarla hasta dejarla atontada. Suspiró en sueños sintiendo el roce de sus labios y alguien le acarició la mano. 


Cuando abrió los ojos vio a su primo sentado a su lado y se sorprendió mirando a su alrededor— Hola, enana.
 — dijo sonriendo mirándola con sus mismos ojos verdes— ¿Te duele?


—Estoy viva. — dijo asombrada haciéndole perder la sonrisa.


—Sí. Por los pelos, pero estás viva. Han tenido que recomponerte. Tenías dañado el intestino y parte del estómago. Es un milagro que hayas sobrevivido.


Asintió entendiendo todo lo que le decía— ¿Pero me pondré bien?


—Creen que sí. — le apretó la mano y ella le correspondió —En menudo lío te has metido.


—Como siempre. — hizo una mueca mirando a su alrededor —¿Dónde estoy? ¿Estoy en Victoria?


Gerardo se enderezó en la silla y dijo— En los Ángeles.


Abrió los ojos como platos— ¿Y cómo he llegado hasta aquí?


—En cuanto salió tu nombre en el ingreso, llegaron los de la fiscalía y protección de testigos. Se te llevaron en cuanto pudieron trasladarte.


—¿Y Pedro y el abuelo? — asustada se movió sin querer haciendo un gesto de dolor —¿Y Armando?


—Tranquila. —le acarició el hombro para que se tranquilizara— Tienes una convalecencia muy dura por delante y era lo mejor. Sacarte de allí, donde ya estabas expuesta y traerte a un sitio seguro. Por cierto, te llamas Mara Darwing.


—¿Y tú?


—Yo como trabajo para el departamento de policía, me han dado permiso para estar contigo durante una temporada, diciendo que soy tu hermano. Por primera vez es una suerte que los dos seamos pelirrojos.


—¿Pedro sabe que estoy bien?


Gerardo negó con la cabeza — No sabe nada de ti desde hace diez días.


—¡Diez días! ¿Y mamá?


—Tu madre no sabe nada. Ni siquiera que has sido apuñalada.


Suspiró de alivio y cerró los ojos— Tienes que hablar con Pedro, no quiero que se preocupe.


—Debería haberte cuidado mejor, para no tener que preocuparse. —dijo cortante— Me ha decepcionado y me seguirá debiendo un favor.


—No hables así. ¡Pedro ha hecho lo que ha podido! He puesto a su familia en peligro y no tenías derecho a ponerle en ese compromiso. — le fulminó con sus ojos verdes —Además me apuñaló la loca de la vecina, que parecía una mosquita muerta para luego demostrar que está como un cencerro.


Gerardo sonrió— ¿Le estás defendiendo?


—¡Sí! ¡Y cómo te metas con él, seré yo la que te tire de los pelos! ¡Ahora saca tu móvil y llámalo, que quiero hablar con él!


—Eso no va a poder ser.


Lo miró asombrada— ¿Por qué?


—Porque no puedes ponerte en contacto con nadie de tus vidas anteriores. Estás en protección de testigos.


—¿Es una broma?


—No. Se ha filtrado a la prensa tu nombre y cierta historia sobre que querían sacar a la luz tu paradero para que Terminator te liquidara. Entonces salió a la relucir el juicio con los Falconi y vuelves a estar en primera línea, siendo ellos los principales sospechosos. Ahora no les queda más remedio que protegerte por la cuenta que les trae.


—No voy a volver a estar encerrada para que los cojan. Parece que la delincuente soy yo y estoy harta. — cerró los ojos agotada.


—Buscaremos una solución. Ahora duerme.


—Llama a Pedro. No quiero que se preocupe por mí. Dile que le llamaré cuando pueda.


—Paula…— la voz de advertencia de Gerardo hizo que abriera los ojos— Le dejaré el mensaje, pero nada más. ¿Me has entendido? Casi te perdemos y no quiero tener que decirle a tu madre, que te has ido al otro barrio por tus inconsciencias. Y me harás caso, porque esta vez pienso hacer lo que sea para que te libres de todo. Sea legal o ilegal.


—No digas eso. — le apretó la mano— Debes defender la ley. Es tu trabajo.


—Menuda mierda de trabajo, que no puedo ni ayudar a mi prima. —su primo suspiró y se dio cuenta que estaba agotado —Ahora duérmete, para que pueda echar una cabezadita.


—Gracias. — susurró mirando sus ojos.


—Cuando me toque a mí, tú estarás ahí.


—No creas. — respondió sonriendo.



***


Al día siguiente en cuanto se despertó, le preguntó a su primo si había llamado a Pedro, pero su primo le respondió que no había tenido tiempo a ir a un teléfono libre de sospechas. Pasaron cuatro días y empezó a cabrearse— Llámale ahora mismo, ¿me oyes?


—Estoy esperando a encontrar…


—Pues búscalo de una puñetera vez o me arrastro de la cama, para llamar desde el primer móvil que le encuentre a una vieja.


Gerardo sonrió— Lo buscaré y le llamaré para que se quede tranquilo.



****


Al día siguiente le hicieron una prueba para comprobar su tránsito intestinal y la dejaron hecha un trapo, así que no tuvo ganas de hablar con nadie. Su médico quedó muy contenta con el resultado — En diez días saldrás de aquí.


—¿Diez días? — ¿eso no era mucho?


—Sí. En un par de días empezaremos ingiriendo líquidos, a ver qué tal.


—Empezaré yo, porque no la veo a usted tomando sólo líquidos. — refunfuñó molesta. La doctora le guiñó un ojo justo antes de salir y Gerardo la miró divertido— ¿Qué? Que sea tan risueña me pone de los nervios.


Gerardo levantó las manos pidiendo paz—De acuerdo, gruñona. — fue hasta la puerta y la abrió — Me largo a comer una hamburguesa.


—¡Serás imbécil! ¡Espero que se te atragante! — le gritó desgañitada muerta de hambre cogiendo el mando de la tele.


Cuando volvió se había quedado dormida viendo una telenovela. Pero al día siguiente volvió a la carga— ¿Has llamado a Pedro?


Su primo suspiró y se sentó en la silla a su lado cogiéndole la mano— No puedo llamarle, Paula.


—¿Por qué?


La miró a los ojos— No voy a ponerles en peligro, porque tendrán los teléfonos pinchados. Y tampoco pienso ponerte en riesgo a ti si descubren que la llamada procede de los Ángeles.


Los ojos de Paula se llenaron de lágrimas— Pero no saben lo que ha pasado…— dijo angustiada— No saben que estoy bien y…


—¡Si no piensas en tu seguridad, piensa en la suya, Paula!


Sintió un nudo en el estómago y miró al techo. Su primo tenía razón, pero le daba tanta rabia no poder decirles que estaba bien, que se iba a recuperar…


Recordó todas las veces que había querido irse para protegerles y ahora se empeñaba en ponerse en contacto con ellos, con lo peligroso que era. Miró a su primo y asintió forzando una sonrisa.


— Es lo mejor para todos. Cuando se solucione puedes hablar con ellos y explicárselo.


—Sí. Hablaré con ellos y lo entenderán.


—Claro que lo entenderán. — Gerardo sonrió porque al fin la había convencido.


—¿Por qué te debía un favor, Pedro?


Gerardo sonrió— Hace unos años, yo era un novato en el ejército y él era seal, de operaciones especiales. — Paula asintió— Estábamos en una cantina del ejército y una de las camareras entró en el baño tras él. Yo lo vi y me pareció que esa tía le iba a buscar problemas al teniente, porque Pedro no la había mirado en ningún momento.


—¿Era teniente?


—Sí. Uno de los mejores. — parecía orgulloso de él y Paula sonrió— Se rumoreaba que tenía un rancho y la tía quería sacar tajada. Cuando entré en el baño, me la encontré rompiéndose la camiseta— Paula se quedó con la boca abierta— Iba a denunciarlo y cuando vi lo que estaba haciendo, le dije que yo testificaría. La tía salió corriendo y no la volvimos a ver en la cantina.


—La intimidaste.


—La cara de Pedro al verla romperse la camiseta también daba miedo. Pero él sabía que sino llega a ser por mí, hubiera sido su palabra contra la esa mujer y es un hombre
de palabra. Me dijo que me debía una y yo me la cobré.


—¡Pero si no hiciste nada! — dijo indignada— ¡Los favores no son comparables!


—Estaba en el ejército. —dijo molesto— ¡Se hubiera metido en un lío de mil demonios!


—Aprovechado. — enfadada entrecerró los ojos— Te has pasado de la raya.


—¡Si ni siquiera te protegió! — gritó furioso — ¡Todavía me debe el favor!


—¡Y una mierda! ¡Cómo me entere de que le vuelves a molestar, te retuerzo las orejas! ¿Me oyes?


—Ya veremos.


—¡No veremos nada! ¡Prométemelo!


—No.


—¡Gerardo!


—He dicho que no. Ahora dame el mando de la tele, que tú sólo pones chorradas.


—¡Es mío!


Se pusieron a discutir como si tuvieran otra vez once años y la enfermera sonrió al verlos antes de echarles la bronca como si fuera su madre.






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