sábado, 2 de enero de 2016

PERFECTA PARA MI: CAPITULO 22




Durante la madrugada, él se puso el pantalón y fue a echar más leña a la chimenea.


—¿Por qué te pusieron Pedro?


Se giró hacia ella, que lo observaba con la cabeza apoyada en la mano.


—¿No te gusta?


—No, no es eso —respondió—, solo me parece poco común.


Pedro regresó debajo de la manta y la acurrucó entre sus brazos.



Paula se rió antes de recostarse de nuevo en su pecho, y ambos volvieron a quedarse en silencio contemplando el fuego.


—Mi madre era inglesa


Sorprendida con la revelación, ella levantó nuevamente la cabeza para mirarlo. 


—No —respondió—, tu padre nunca hablaba de ella.


Paula creyó que él iba a decir algo más, pero no fue así. 


Entonces volvió a abrazarle mientras le acariciaba el suave vello del pecho. No quería forzarlo a conversar si no lo deseaba. En pocos días le había hablado con bastante naturalidad de su infancia y de sus padres, y sentía que su confianza en ella crecía poco a poco. Había tiempo de sobra para ir sanando las heridas de los dos.


—¿Sabes qué? —murmuró ella—. Acabo de recordar algo que siempre decía mi abuelo.


Él la apartó ligeramente para contemplar su cara.


—¿Y me lo vas a decir, o no? —dijo, con una tierna sonrisa.


Paula rió por su impaciencia.


—Mis abuelos eran muy diferentes; ella era inquieta y nerviosa, mientras que él era la personificación de la serenidad —explicó, enternecida por su recuerdo—. Mi abuelo siempre decía que él era como el acantilado que contenía a la agitada marea de mi abuela.


Los brillantes ojos de Pedro recorrieron su rostro.


—¿De modo que así es como me ves: como un alto, macizo y robusto acantilado? Me gusta —murmuró con arrogancia.


Paula se rió mientras negaba con la cabeza.


—Tú serías la marea, cariño.


—¿Yo, la marea? —repitió, fingiéndose ofendido—. Pero si soy pura calma y tranquilidad.


Ella estalló en carcajadas.


—Sí, seguro —bromeó.


Pedro se quedó hechizado por el sonido de su risa. La tomó por la cintura y se colocó otra vez sobre ella. Paula se puso muy seria y respondió arqueándose contra su cuerpo.


—Pues acabas de desatar el temporal, mi vida, y el oleaje embravecido va a sobrepasar el acantilado... —Las palabras se apagaron en su boca, en los besos ardientes y húmedos que fue dejando a lo largo de su cuello. Pedro deslizó las manos por el arco de su espalda y recorrió la delicada línea de su columna hasta agarrarla por las nalgas. La tomó con firmeza y la alzó, acoplando sus caderas contra las de él.


Paula apartó su boca y se irguió para arrodillarse frente a él. 


Debía tomar la iniciativa antes de que la forma enloquecedora en que le hacía el amor terminara por nublarle la razón.


Él pareció un poco desconcertado, pero la dejó hacer. Se acostó sobre la manta mientras sus ojos resplandecían de pasión al contemplarla tomar el mando. Paula deslizó sus dedos por la tersa piel de los músculos de su abdomen y descendió hasta el punto en que su cuerpo palpitaba de excitación. Lo tomó entre las manos y le acarició la tersa piel de forma pausada, como sabía que le daba más placer. Un sonido ahogado escapó de la garganta de él mientras echaba la cabeza hacia atrás y se arqueaba, buscando un mayor contacto allí donde lo tocaba con aquella lentitud enloquecedora.


—Paula...


Oírle gemir su nombre la volvió loca. Se apartó de repente y, con un gesto efectivo, se alzó sobre él. Lamió el latente pulso que saltaba en su cuello, besó su poderosa mandíbula y buscó su boca con desesperación. El beso fue ardiente y ansioso, solo una muestra del deseo incontrolado que la desbordaba. Se colocó a horcajadas sobre él y con mucha suavidad le guió hasta su interior. Pedro gruñó mientras la asía por las caderas y se arqueaba para penetrarla hasta el fondo.


Paula se apoyó en el agitado pecho masculino y contuvo la respiración ante la vibrante emoción de estar nuevamente llena. Él se retorcía debajo invitándola a moverse, pero ella permaneció quieta. Sin hacer caso a su protesta, se alzó sobre su cuerpo hasta casi hacerle salir para, acto seguido, descender nuevamente y envolverle por completo. Repitió la operación varias veces mientras arqueaba la espalda, permitiéndole llegar más adentro en cada acometida. Las manos de Pedro la tocaban por todas partes, le apretaban las nalgas, subían por su vientre hasta los pechos para estrujarlos con ímpetu.


Los latidos de su corazón retumbaban en todas las fibras de su cuerpo, en su cabeza, en sus brazos, y en su vientre. El deseo salvaje se había desatado dentro de ella y le era imposible detenerse. Estaba completamente a su merced y cada gemido que escapaba de la garganta de Pedro la volvía loca. Se sintió como una poderosa diosa de la seducción: amada y venerada.


—Me encantas —gruñó ella, mirándole a los ojos—. Desde el mismo instante en que te vi, me encantas.


Pedro se alzó para tomar su boca con una fuerza que dejaba constancia de toda su hambre. Apoyó la espalda en el sofá y se sentó con ella sobre su regazo. La estrechó entre sus brazos mientras la hacía subir y bajar sobre su enorme erección. Ella se arqueó hacia atrás y su cuerpo quedó a su entera disposición. Bajó la cabeza y tomó su excitado pezón con la boca haciéndola gritar y contorsionarse de placer.


Paula se enganchó a su cuello al mismo tiempo que bajaba la mirada hasta su rostro. Él la observaba de una forma salvaje y aturdida, como si se hallara ante algo insólito y asombroso. Ella le besó de forma reverente mientras se abría aún más. Las sensaciones se sucedían a toda velocidad, multiplicándose en cada acometida. Las fuertes contracciones de placer la obligaron a arquearse hacia atrás mientas se convulsionaba contra él en la mayor liberación sexual que había experimentado nunca. Pedro la agarró por las caderas y gritó, latiendo violentamente dentro de ella.


Los dos cayeron enredados en una maraña de brazos y piernas, sin saber dónde empezaba el uno y terminaba el otro. Más muertos que vivos y completamente saciados, permanecieron abrazados, acompañados de sus entrecortadas respiraciones y del crepitar de la leña consumiéndose en la chimenea.






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