lunes, 4 de enero de 2016

MISTERIO: CAPITULO 6







Me giré, alcé la barbilla y lo vi mirarme con esos ojos tan azules que me desarmaban. Su cabello oscuro derramaba agua y tenía el rostro empapado, y embriagado por el deseo.


Se veía tan atractivo y sexy que me era imposible rechazarlo, había anhelado durante años vivir con él un encuentro de ese tipo. Le rodeé el cuello con mis brazos, mientras él me aferraba entre los suyos. Tardé un par de segundos en encontrar mi voz. La ansiedad me dominaba.


—¿Qué haces aquí, que quieres? —expresé con inseguridad. ¡Mierda!, no solo estaba nerviosa sino también excitada. Y no podía disimularlo.


—Te deseo, Paula. Te deseo desde hace mucho tiempo.


«¡¿Me deseaba?! ¡Ayy, Dios… y yo también!».


Pedro bajó el rostro para besarme. ¡Sííí! me besa con arrebato y yo le correspondí con el mismo desespero. Era lo que sentía, quería comérmelo entero.


Sus manos acunaron mi rostro, haciendo el beso más intenso. Por un instante estuve en el limbo, pero al escuchar mis propios gemidos, mi conciencia regresó para reprochar mi comportamiento.


«¿Qué haces Paula?, ¿no te acuerdas de Oscar, tu novio?, ¿y de la mujer con quién lo viste en el avión? ¿Acaso eso quieres ser para él: el polvo de una noche?».


No quería hacerlo, ansiaba más de él. Muy a mi pesar y haciendo uso de una gran fuerza de voluntad logré separarme.


Pedro, espera. Tenemos que aclarar algunas cosas primero.


Coloco una mano sobre sus labios, para impedir que buscara de nuevo mi boca. Él me observó con intensidad. 


Esa mirada me puso más nerviosa.


—Mejor salgamos de la ducha.


Con el rostro sonrojado lo tomé de la mano y, lo invité a seguirme. Pedro lo hizo en silencio, lo noté tenso, pero igual fue galante, agarró una toalla del estante para envolverme en ella, y luego tomó una para sí antes de dirigirnos a la habitación.


—¿Qué quieres que aclaremos, Paula? —Su voz era suave pero forzada. Se sentó en el borde de la cama esperando paciente a que hablara. Con una de sus manos me hizo señas para que me ubicara en su regazo, pero no podía aceptarlo, eso me lo pondría más difícil.


—Será mejor mantener un poco de distancia —alegué.


—Como quieras, te escucho. —Resignado me sonrió de medio lado.


—No sé cómo empezar —esquivé su mirada y me senté junto a él. Estaba agotada.


—Ok, déjame ayudarte, ¿qué quieres saber? —dijo inexpresivo. Él podía intuir que mi cabeza estaba llena de dudas.


—¿Qué significó para ti la mujer con la que te vi en el avión?  —Después de lograr decir aquello lo miré con interés. Él sostuvo mi mirada con firmeza.


Llamaron a la puerta en ese momento. Pedro se levantó enseguida para ver quién tocaba. Se trataba del servicio de habitaciones. Un muchacho uniformado colocó la bandeja sobre el escritorio junto al televisor. Vi como Pedro se movía con agilidad. Le ofreció una propina y lo despidió.


—Aún necesitas tomarte esto —me ofreció un par de aspirinas y un vaso de jugo de naranja.


—Gracias —sonrío de vuelta.


Volvió a sentarse a mi lado y yo le sonreí en agradecimiento. 


Me conmovían sus atenciones.


—Aquella mujer no significó nada para mí, fue un simple entretenimiento, pero todo aumentó cuando te descubrí espiándonos. Sabía que no me reconocías y querías divertirte. No imaginas lo mucho que me gustó darte placer, porque sé que lo disfrutaste. —Mi corazón saltó en mi pecho lleno de alegría, tuve que darle un trago largo al jugo para disimular lo que me produjo esa confesión—Ahora es tu turno Paula. —Esta vez lo miré desconcertada—¿Existe alguien importante en tu vida en este momento?—Esa era su manera de preguntarme si tenía novio. Pensé en Oscar y en la supuesta relación estable que manteníamos. Estabilidad que se tambaleaba por culpa del hombre sentado a mi lado. 


Me sentí insegura, confusa. No podía admitir la verdad, al menos no en esa ocasión. Debía primero aclarar mis sentimientos.


—No, no existe nadie.


Mi pulso se aceleró al verlo acercarse. Me sonrojé de nuevo, por esa mirada de lobo que me intimidaba y me excitaba al mismo tiempo. Era difícil de explicar. Sus manos se colocaron en mi cintura, y sin mucho esfuerzo me alzó y me colocó sobre su regazo. Sus ojos estaban encendidos, y aumentaba la temperatura dentro de la habitación. O yo era la que estaba ardiendo por el contacto de sus manos sobre mis senos. Bajó la toalla dejándolos al descubierto.


Su boca atrapó uno de ellos. Lo chupaba y besaba con tanta suavidad que me hacía estremecer. No podía hacer otra cosa que sentir sus caricias. Estaba flotando en una nube de placer.


—Son perfectos Paula —susurró levantando la cabeza en busca de mis labios. Los entre abrí invitándolo a besarme.


Él también era perfecto. Coloqué las manos sobre su pecho, su piel era cálida y tersa. Pedro me levantó y me quitó la toalla, dejándola caer al suelo. Repitió lo mismo con la suya.


 Y allí estábamos los dos, devorándonos mutuamente con la mirada.


—Túmbate en la cama, boca arriba, quiero que mires todo lo que voy a hacerte —ordenó. Sus palabras me excitaron aún más. Lo obedecí sin perderlo de vista.


Él se montó en la cama de rodillas y abrió mis piernas con sus manos, colocándolas encima de sus hombros. Cuando su cabeza se hundió en mi sexo, mi corazón latió muy deprisa. Pedro primero lo sopló, logrando que toda mi piel se erizara, luego su lengua se posó entre mis pliegues, y me devoró sin piedad.


—¡Ooh, Pedro! —gemí mientras él continuaba.


—Eres deliciosa Paula —gruñó sin dejar de complacerme. Un instante después él se levantó de la cama en busca de sus pantalones tirados en el suelo. Buscó su billetera y sacó un preservativo. Me lo enseñó mientras se acercaba a mí—Lo necesitamos —expresó con una gran sonrisa, parecía un niño travieso. Le sonrío de vuelta anhelando sus atenciones.


Pedro abrió el envoltorio con los dientes, y se lo colocó con rapidez, sin dejar de mirarme con deseo. Se montó sobre la cama colocándose entre mis piernas. Estaba tan ansioso como yo.


Sin más preámbulos empujó en mi interior. Ambos gemimos al mismo tiempo. «Lo sentía tan bien». Balanceó sus caderas sin parar, llegando cada vez más adentro. Me hallaba tan encendida que me desesperé, rodeé su cintura con mis piernas y, mis dedos se aferraron a su cabello. Sus labios besaron mi cuello mientras me penetraba una y otra vez, acelerando cada vez más el movimiento.


—¿Te gusta Paula? —jadeó en mi oreja. Alzó el rostro y al cruzarse nuestras miradas, pude ver sus ojos, tintados con un azul tan oscuro como el cobalto.


—Me encanta —le susurré antes de besarlo con desenfreno.


Mi cuerpo hizo erupción en medio de un grito de placer. No pude detener por mucho tiempo mi orgasmo, sentí escalofríos recorrer todo mi cuerpo. Cerré los ojos satisfecha, una sensación de paz invadió mi alma. Un segundo más tarde escuché a Pedro gritar mi nombre mientras empujó con fuerza por última vez. «Los dos habíamos alcanzado el clímax y eso era lo único que me importa en ese momento».


Ya tendría tiempo de pensar en las graves consecuencias que ese hecho acarrearía en mi vida.








3 comentarios:

  1. gguuuuuaaaaauuuuuu!!!! por favor que capítulos jajajajaja

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  2. Wowwwwwwwwwwwwwww, re intensos los 3 caps, geniales. Y ahora? Ayyyyyyyyyyyyy qué intriga jajajaja

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  3. qué capítulos!!! cómo seguirá esto?

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