viernes, 18 de diciembre de 2015

UNA NOVIA EN UN MILLÓN: CAPITULO 18




Para la satisfacción de Patricio Owen, el club nocturno de Coral Reef estaba a rebosar. Los viernes por la noche siempre solía haber bastante público, pero aunque habían anunciado aquella actuación especial en la radio local por la mañana y el dueño del local había puesto un llamativo cartel en la puerta para atraer la atención de los viandantes, la respuesta había sido mucho mejor de lo que había esperado. Seguramente el repertorio de canciones, extraídas de los musicales más exitosos, además del relieve que había dado al debut de Paula, había despertado el interés de la gente.


Esperaba que Paula no estuviera teniendo un ataque de nervios en su camerino. Habían estado ensayando toda la tarde, y había estado increíble. Si lo hacía igual de bien, dejaría a todos clavados en sus asientos con la fuerza de su voz. Además, iba a ponerse el mismo vestido que había lucido en la fiesta de la boda. Parecería toda una estrella de la canción.


La única duda que rondaba la mente de Patricio era si debía o no decirle que entre el público se encontraba la familia Alfonso al completo: Isabella y sus tres nietos. Pedro tenía una expresión decididamente malhumorada. Patricio se preguntó si el verlo allí haría que Paula se derrumbara o por el contrario le daría fuerzas.


Con suerte, cuando hubiera salido al escenario, iluminada por la luz de los focos, no lo vería. Tenía que lograr que se concentrara en las canciones. Aunque, por otra parte, si supiera que él estaba allí, tal vez se vería empujada a demostrarle que tenía mayores aspiraciones que estar a su sombra, y aquello podría hacer que su actuación fuera aún mejor. ¿Qué debía hacer?



****

Pedro Alfonso volvió a mirar su reloj de pulsera. El tiempo parecía estar pasando más lentamente que nunca. El debut de Paula estaba previsto para las nueve de la noche, pero todavía faltaban seis minutos. Patricio Owen estaba tocando unas piezas al piano para ir animando a la audiencia, pero Pedro no tenía el humor como para apreciar su talento como pianista en aquel momento. Solo podía pensar en Paula. Quería demostrarle que estaba allí por ella.


Por eso había llevado allí a toda su familia, para hacerlo público, para que supieran quién era la persona que ocupaba su corazón. Por lo que a él concernía, Marcela Banks había dejado de existir, y así se lo había dicho con la mayor claridad posible la noche anterior. Después de la conversación telefónica con Paula, había ido a su apartamento y la había amenazado con acciones legales si volvía a usar la sortija para difundir más mentiras. En aquel instante, mientras esperaba la aparición de Paula en escena, sintió que sus músculos se tensaban aún más al recordar aquello.


Tenía que conseguir demostrar a Paula que para él no era una diversión pasajera. Le presentaría a sus hermanos y le daría a entender que su abuela sabía de su relación y la aprobaba. Hacerlo allí ante toda aquella gente tenía por fuerza que desbaratar las mentiras escupidas por la lengua venenosa de Marcela.



****


Isabella Valeri Alfonso estaba sentada cómodamente, escuchando la virtuosa interpretación al piano de Patricio Owen. Verdaderamente era un pianista magnífico, pero estaba ansiosa por escucharlo cantar con Paula Chaves de nuevo. Claro que el momento estelar de la noche vendría después…


La tensión de Pedro era palpable, al igual que la curiosidad de sus otros dos nietos. Y desde luego, el ramo de rosas rojas que había llevado consigo, les había hecho enarcar las cejas estupefactos. Y es que, aunque tanto Antonio como Mateo habían escuchado cantar a Paula la semana anterior, ninguno de los dos sabía que hubiera ninguna clase de afecto entre la cantante y su hermano mayor. La noticia de su ruptura con Marcela Banks los había pillado totalmente por sorpresa, ¡y qué decir de la actitud de Pedro aquella noche! Parecía que les resultaba cuando menos extraño que los hubiera hecho asistir a ambos y a ella para impresionar a una mujer a la que ni siquiera habían sido presentados. Iba a ser una noche interesante para los tres, se dijo Isabella con una sonrisa divertida en los labios.


Nada le había dado mayor satisfacción en su vida que el saber que Pedro había expulsado para siempre de su vida a aquella falsa de Marcela Banks.


Isabella ya no podía hacer nada más. Tenía que cruzar los dedos y esperar que todo saliera bien.


¿Y si Paula decidía que quería seguir con su carrera como cantante? ¿Seguiría siendo entonces una esposa apropiada para el heredero de los Alfonso? La descendencia seguía siendo una gran preocupación para Isabella, pero no un quebradero de cabeza como había sido la primera elección de su nieto. Aquella noche la anciana mujer sentía que la atracción de Pedro por Paula era una bendición.



***


Paula estaba entre bambalinas, esperando la señal de Patricio para hacer su entrada mientras hacía ejercicios de respiración para controlar los nervios que la estaban devorando. Sus padres debían de estar ahí fuera, entre el público, y también su hermano mayor y su cuñada. Toda la familia estaba muy emocionada por ella y estaba decidida a cantar mejor que nunca. Quería que se sintieran orgullosos de ella. No podía permitirse ningún fallo, ni olvidarse de la letra. Iba a hacerlo lo mejor posible.


Entusiastas aplausos siguieron a los últimos acordes de Patricio al piano, y este se puso de pie, hizo una teatral reverencia y fue hasta el borde del escenario con el micrófono. Tras anunciar a Paula con tal bombo y platillo que todo el mundo parecía verdaderamente expectante, se volvió hacia las bambalinas en medio de los aplausos y extendió la mano hacia ella con una sonrisa animosa para que fuera a su lado.


A Paula le parecía que fuera a salírsele el corazón del pecho, pero logró llegar junto a él sin dar un mal paso. Patricio le apretó la mano mientras esperaban a que los aplausos se extinguieran.


–Isabella Alfonso está aquí con sus tres nietos –le susurró Patricio al oído. Paula se estremeció por dentro. ¿Pedro… con su familia?–. No puedes quejarte del apoyo que te dan, ¿eh? Vamos, Paula, ¡suerte!


Tan atónita estaba la joven, que apenas escuchó una palabra. Jamás hubiera esperado que fuera a hacer algo así. 


Estaba allí, en público, en su debut, con toda su familia… 


¿Qué podía significar? No, no podía ser que él… 


Probablemente Isabella Alfonso había tenido la amabilidad de ir a apoyarla y había obligado a ir a sus nietos con ella. Y aun así…


–Damas y caballeros –dijo Patricio prosiguiendo con el espectáculo–, como saben, uno de los más grandes musicales de los últimos tiempos es West side story. ¿Qué mejor canción para comenzar esta noche que el dúo de los protagonistas, Tony y María? Para todos ustedes… ¡Tonight!


No había tiempo para resolver el caos en que se hallaba sumido su corazón. Tenía que sobreponerse. Patricio le había entregado el micrófono y había vuelto a sentarse frente al piano. Había llegado el momento de la verdad, el momento que separaba a los aficionados de los profesionales. ¡El espectáculo debía continuar! «Olvídate de Pedro y de los Alfonso, Paula», se dijo con severidad.


 «Tu familia está aquí y no vas a defraudarlos».


Estaba sobre un escenario, debía meterse en el papel de la cantante, dejar a un lado a la Paula dolida y apenada. ¿Por qué no imaginarse que ella era en realidad María y que Pedro era Tony, que acababan de conocerse, y que todo era maravilloso?


Cuando Patricio tocó las notas introductorias, Paula sintió que era más fácil de lo que había imaginado, porque solo tenía que recordar cómo se había sentido antes de que aquel sueño hecho realidad se truncara. Paula desplegó toda la potencia de su voz, llenándola con aquellos sentimientos, planeando por aquella felicidad perfecta que había atesorado en su corazón…, y funcionó. Se sentía mejor, liberada, y el público parecía encandilado por las notas que salían de su garganta.


A continuación, cantaron All I ask of you del musical El fantasma de la ópera y después dos de las canciones más conmovedoras de Les miserables: On my own y A little fall of rain. El silencio en la sala mientras las interpretaban era absoluto.


Tal vez fuera porque él estaba allí escuchándola, o por la necesidad de probarse a sí misma que la fe de Patricio en su talento estaba justificada, lo cierto era que la propia Paula pensó que nunca había cantado con tanta fuerza como lo estaba haciendo aquella noche. La última canción del programa, el solo de Gina Love changes everything del musical Aspects of love resultó tan exitoso que, al finalizar, muchos de los presentes se levantaron y la vitorearon con repetidos «¡Bravo!».


Patricio dirigió a la joven una enorme sonrisa y le hizo una señal con los pulgares hacia arriba mientras esperaban a que los estruendosos aplausos se acallaran. Estaba exultante por la increíble acogida que habían obtenido.


–Gracias, muchísimas gracias, damas y caballeros –dijo–. La pieza que completa nuestro programa de esta noche es otra canción del musical West side story, una canción que trata de todo aquello que la mayoría de nosotros ansiamos encontrar en la vida. Se titula En algún lugar, ese lugar mítico en el que incluso los sueños imposibles se convierten en realidad. Me gustaría que se nos unieran a Paula Chaves y a mí en este maravilloso viaje a… ese lugar.


Fue sorprendente lo rápidamente que el público se calló para escucharlos. Patricio comenzó a cantar sin acompañamiento musical, en un tono tan suave y con tal emoción, que Paula se notó un nudo en la garganta y tuvo que tragar saliva antes de unirse a él, haciendo eco con su voz del anhelo en la voz de él. Y entonces entró el piano, añadiendo el fondo perfecto, con notas que le cosquilleaban a uno a lo largo de toda la espalda. Y juntos, en una armonía perfecta, llevaron la canción a su clímax, conmoviendo el alma de cuantos escuchaban.


Todavía se mantuvo el silencio unos instantes cuando terminaron, como si el público en el club nocturno hubiera quedado atrapado en la magia de la canción y no quisieran volver al mundo real. Pero la canción había terminado, y también el espectáculo.


Se escucharon primero los aplausos de una única persona, la primera en despertar del trance, y se vieron ahogados al momento por el rugido ensordecedor de más aplausos y silbidos. Patricio se levantó del piano y se unió a Paula en el centro del escenario. Para la joven fue como sentirse bañada por olas de placer. La gente pedía otra canción, pero Patricio le dijo al oído que no iban a hacerlo:
–Es mejor dejarlos con la miel en los labios. Así volverán –le aseguró–. Tú limítate a sonreír.


–¿Es siempre así, Patricio? –le preguntó ella entusiasmada.


–No, es que tú has estado increíble. Y me da la impresión de que Pedro Alfonso opina lo mismo por el regalo que te trae… Acéptalo, Paula, te lo mereces.


¿Pedro Alfonso? ¿Un regalo? Paula había estado escudriñando el resto de la sala con la mirada buscando a su familia y evitando la mesa de los Alfonso. No quería que pareciera que esperaba recibir su aprobación. Por eso mismo, las palabras de Patricio la sobresaltaron y la hicieron temblar por dentro. Antes de que tuviera siquiera tiempo para pensar qué cara poner, sus ojos se fijaron en Pedro Alfonso, que se acercaba a ella en aquel momento. ¿Qué quería decir todo aquello?


Llevaba puesto un esmoquin negro; estaba tan guapo y elegante como siempre. Al igual que aquella noche en la fiesta, la gente se hizo a un lado para dejarlo pasar hasta el escenario. A la pobre Paula las piernas le temblaban y sentía como si una mano invisible le estuviera estrujando el corazón y cien mil mariposas revolotearan dentro de su estómago.


Demasiado asustada como para permitirse pensar que las cosas pudieran cambiar de repente entre ellos, Paula no se atrevió siquiera a mirarlo a los ojos. Su mirada fue a recaer sobre el ramo de flores que llevaba en los brazos. Aquel regalo era la clase de tributo que se solía ofrecer a los cantantes al final de un espectáculo, pero, de algún modo, a ella le daba la sensación de que era algo más. ¿Pretendería tal vez aprovechar aquella oportunidad para pedirle perdón?


Al acercarse más al escenario, Paula pudo ver que eran rosas, ¡montones de rosas rojas! Tal vez simplemente había pensado que las rosas rojas serían la elección más oportuna ya que las canciones que ella y Patricio habían interpretado eran canciones de amor. ¿O quizá representaran en efecto una declaración de sus sentimientos hacia ella? Sintió que se mareaba.


No quería dejarse confundir por descabelladas esperanzas. 


Lo imposible casi nunca se convertía en realidad. Lo mejor sería aceptar el presente con una sonrisa educada y nada más. Una sonrisa, una inclinación de cabeza y un «gracias». 


Sobre el escenario no era Paula, la chica de Cairns, era la estrella del espectáculo, y allí no contaba para nada lo que había sentido por él. No iba a mirarlo, porque sus ojos podrían traicionarla, porque él podría leer en ellos que aún lo quería.


–Para ti, Paula –le dijo Pedro con voz ronca, tendiéndole las rosas.


Paula sonrió y le hizo una ligera inclinación de cabeza.


–Son preciosas, gracias –murmuró con la vista fija en los perfectos capullos, docenas de ellos…


–¿Puedo invitaros a nuestra mesa? –les dijo a ella y a Patricio–. A mi abuela le gustaría daros la enhorabuena personalmente por vuestra maravillosa actuación.


–Lo que sea por Isabella –asintió Patricio–. Siempre he admirado su juicio y le estaré eternamente agradecido por haber descubierto a Paula. Disculpadme un momento, voy a despedirme del público –les dijo retomando el micrófono–. Damas y caballeros, gracias por hacernos acompañado esta noche. Esperamos verlos aquí de nuevo el próximo viernes… para los bises –bromeó.


La gente se rio y volvió a aplaudir. Patricio enlazó el brazo de Paula con el suyo y le rogó a Pedro que los condujera hasta su mesa.


–¿Necesita mi hermanita pequeña protección del lobo feroz? –murmuró al oído de Paula.


Ella lo miró sorprendida, y los labios de Patricio se curvaron en una sonrisa irónica.


–Los dos sabemos que Pedro Alfonso no ha venido para elogiarte, querida mía.


–¿Y entonces para qué…?


–Para ganar tu corazón –respondió Patricio enarcando una ceja como si fuera obvio–. ¿Te vas a dejar ganar?


–No lo sé, depende…


–«¿Debería hacerme un lado y dejarle tener su oportunidad con ella?» –canturreó remedando una canción de My fair lady–. ¿Es eso lo que quieres?


–Sí –asintió Paula sonriendo ligeramente–, supongo que sí.


–Como quieras –concedió él poniéndose serio–. Pero hazme un favor, recuerda que tú vales mucho, Paula Chaves, no te vendas por menos de lo que vales –le dijo. Paula casi se rio al oír la advertencia de Pedro de labios de Patricio.


La joven alzó la vista hacia Pedro, delante de ellos. ¿Qué buscaba con todo aquello? ¿Querría efectivamente algo más que otra noche con ella? Su corazón ansiaba que así fuera, y así parecían confirmarlo las rosas. «Por favor, Dios mío, haz que sea así…».









2 comentarios:

  1. Ahhhhhhhh, nooooooo, me tiene totalmente atrapada esta historia.

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  2. Muy buenos capítulos! Al final Patricio resultó más decente que Marcela! Hermosa historia! lástima que ya termina :(

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