viernes, 18 de diciembre de 2015

UNA NOVIA EN UN MILLÓN: CAPITULO 17





Cuando Paula llegó a casa tras su cita de negocios con Patricio, su hermano Dany y Marcos estaban tomándose la lasaña que había quedado de la cena y charlando animadamente. Al verlos, la joven se dijo que no necesitaba a Pedro Alfonso. A falta de la figura masculina de un padre, Marcos tenía a sus tíos y también a su abuelo.


–¿Qué tal os ha parecido eso del rafting? –les preguntó forzando una sonrisa de interés.


–¡Ha sido genial, mamá! –exclamó el pequeño Marcos.


–Ya lo creo –asintió Dany–, y parece que a los turistas les encanta, así que estoy pensando en ampliar mis actividades.


–¿Y no es peligroso?


–No si se hace con las medidas de seguridad adecuadas y un monitor experimentado –explicó Dany–. Oye –le dijo señalando los restos de lasaña de su plato–, es mejor que la de mamá.


–No, es que la receta es distinta.


Dany sonrió con malicia. A pesar de sus veinticuatro años, el hermano de Paula tenía una apariencia casi adolescente por su cabello castaño aclarado por el sol, las ropas informales que vestía y la piel morena.


–¿La preparaste para Pedro Alfonso? –preguntó con un brillo travieso en los ojos.


Paula se estremeció por dentro ante la mención de su nombre. Ya no tenía nada que ver con aquel hombre, no quería volver a saber nada más de él.


–Vamos, Paula, cuéntamelo –insistió Dany–, Marcos me ha dicho que estuvo aquí anoche y que le leyó un cuento antes de dormirse.


–Es cierto que vino –respondió ella con sequedad. No podía negarlo con Marcos delante–, pero solo porque me había dejado algo en Alfonso’s Castle –añadió a modo de explicación–. Lo del cuento… Bueno, ya sabes que Marcos convence a todo el que puede para que le lea una historia. Y Pedro tuvo la amabilidad de complacerlo.


–Oooh, ¿ahora lo llamas «Pedro»? –preguntó Dany para picarla.


–Para ya con la broma, Dany –replicó Paula poniendo mala cara–, está comprometido con Marcela Banks.


–Pero todavía no están casados, ¿no? “Del dicho al hecho va un gran trecho”…


–Por lo que a mí concierne es como si lo estuvieran. ¿Podemos cambiar de tema?


–De acuerdo… Bueno, ¿cómo te ha ido con Patricio Owen?


–Tengo una actuación conjunta con él en el local Coral Reef mañana por la noche.


Dany silbó impresionado.


–Caray, ¡si que progresas rápidamente! Y además en Coral Reef… Es un sitio muy exclusivo, ¿no?


–Sí, no te lo puedes ni imaginar. Tengo que preparar un montón de cosas esta noche.


–Pues entonces os dejo –contestó Dany poniéndose en pie–. Cuida de tu madre, pequeño –se despidió de Marcos revolviéndole el cabello rizado–. Van a caerse de espaldas cuando te oigan, hermanita, ya lo verás –animó a Paula besándola en la mejilla–. No podré ir a verte porque no puedo abandonar mis carreras de sapos, pero estaré acordándome de ti, te lo prometo.


–Gracias, Dany, y también por haberte llevado a Marcos contigo hoy.


–Ni lo menciones, Marcos y yo lo pasamos de miedo juntos.


Cuando se hubo marchado su hermano, Paula se sentía ya mucho mejor y había logrado apartar un poco a Pedro Alfonso de su mente. Necesitaba cerrar la puerta a los sentimientos traicioneros que la consumían y fingir que todo aquel vergonzante asunto jamás había ocurrido.


Durante las dos horas siguientes, Paula se mantuvo ocupada preparando su ropa para el día siguiente, bañó al pequeño y lo acostó. Después llamó a su madre y a su tía, quienes llevaban toda la tarde en vilo esperando saber qué había ocurrido con la oferta de Patricio Owen.


Dado que Marcos iba a pasar el sábado en casa de sus abuelos, su tía insistió en que pasase la noche con ella el viernes. Aunque agradecida por el apoyo que le prestaban, Paula no pudo evitar sentirse algo culpable por tener a su hijito de un lado a otro por dedicarse a su carrera. Sin embargo, lo cierto era que tenía mucha suerte, porque sabía que estaba en buenas manos, en las manos de la gente que lo quería, y que ella siempre estaría ahí para él.


Estando la joven absorta en esos pensamientos, de pronto oyó sonar el teléfono. Sin duda sería su madre, que tendría algún otro consejo que darle para la actuación. Paula volvió a prepararse para mostrarse excitada por la «maravillosa oportunidad de hacer algo que no tenía nada que ver con las bodas y los concursos regionales».


–¿Mamá, qué se te ha quedado por decirme? –dijo levantando el auricular.


–Paula…


El corazón le dio un vuelco al oír aquella voz, ¡la voz de Pedro Alfonso! Paula cerró los ojos, tratando de expulsar de su mente un millar de evocadoras imágenes de él.


–He estado pensando todo el día en ti –continuó Pedro.


«También yo», respondió su mente con ironía, «pero no con placer». La creciente ira de la joven ante tal desfachatez la sacó de su estupor e hizo que el corazón volviera a latirle con una fuerza inusitada.


–¿Por qué tenemos que esperar hasta el sábado? –le susurró Pedro–. Estaba preguntándome si estarías libre mañana por la noche…


¡Así que aún quería divertirse un poco más con ella antes de volver a los brazos de Marcela! Paula apretó los dientes furiosa.


–No, no estoy libre, Pedro –le espetó–, tengo un compromiso… Una actuación con Patricio Owen –añadió con toda la idea. ¡Que se enterara de que podía arreglárselas muy bien sin él!


Él se quedó callado un instante y suspiró.


–Entonces te pareció bien el trato que te ofreció.


–Pues… Deja que te lo explique. Lo cierto es que con él sé qué terreno estoy pisando, al contrario que contigo.


Al escuchar aquellas duras palabras él volvió a quedarse callado un buen rato.


–Paula…, ¿de qué estás hablando? –respondió visiblemente confuso.


–Esta mañana tuve una visita de tu prometida en la floristería –le informó ella con marcado énfasis.


–¿De mi…? Paula, ya te dije que rompí mi compromiso con Marcela –replicó Pedro.


–Llevaba tu anillo.


Pedro juró entre dientes.


–Solo porque le dejé quedárselo. Me pareció que sería… no sé, poco caballeroso, exigir que me lo devolviera.


–«¿Poco caballeroso?» –repitió Paula con una risa amarga. ¿A quién quería engañar con una excusa tan patética?–, ¿tan caballeroso como hablar con Marcela de tu deseo hacia mí?, ¿como aprovecharte de mí hasta que te hayas hartado, con el consentimiento de ella? ¿Qué soy para ti, Pedro?, ¿un pasatiempo, una forma de romper la monotonía?


–¿Marcela te ha dicho eso? –exclamó él. Su voz sonaba agitada. Agitación sin duda debía sentir, se dijo Paula, al verse desenmascarado de aquel modo.


–¡Sí! –contestó ella furiosa–, y también me explicó cómo ella también se había divertido con otro hombre el sábado por la noche, y cómo esos «deslices» no significan nada porque lo vuestro es muy sólido. Un poco de infidelidad por su parte, y un poco por la tuya… Creo que os va muy bien, ¿no es así? –le dijo con ironía.


–¡Esa… zorra! –exclamó él escupiendo la palabra. Su ira era palpable. Sus intenciones habían quedado al descubierto, pensó Paula. Le estaba bien empleado.


–Oh, no –replicó ella con mucha calma–, lo cierto es que le estoy muy agradecida por abrirme los ojos, por advertirme antes de que me hiciera ilusiones ridículas, ya que al final habría acabado siendo el hazmerreír de todos. ¡Qué lástima que tú no fueras tan honesto como ella!


–¿Honestidad, dices? ¡Marcela ni siquiera sabe lo que es eso!


–Tendréis un matrimonio maravilloso, saltando de cama en cama cuando os apetezca…


–¿Crees que es eso lo que yo quiero?


–No lo sé, parece que no sé nada de la vida que en realidad llevas. Y, por si estuvieras pensando en recriminarme que lo ocurrido ha sido culpa de los dos, déjame decirte que ya no siento nada por ti y que no quiero volver a verte nunca, ni mañana por la noche, ni ninguna otra noche.


–Paula, lo que Marcela te ha dicho es mentira, ella solo quiere manipularte…


–¿Manipularme? –se rio Paula incrédula–, ¿y con qué propósito?


–¡Solo Dios lo sabe! –exclamó él fuera de sí–, posiblemente solo para fastidiarme porque te preferí a ti.


–Oh, sí, para divertirte en la cama…


–¡No!, ¡porque te preferí a ti en todos los sentidos! –le aseguró Pedro apasionadamente.


–Y no puedes esperar para volver a acostarte conmigo, ¿verdad? ¿No era ese el motivo por el que me llamabas? –lo acusó ella con acritud.


Él volvió a quedarse callado un instante, como dudando. 


¿Por fin tal vez le estaría remordiendo la conciencia?, se preguntó Paula airada.


–Y seguramente seguirías llamándome mientras aún me desearas, ¿no es así? –se burló.


–¡No! Paula, por favor, escúchame, Marcela puede resultar muy convincente cuando está defendiendo sus intereses, pero te ha mentido. Durante mucho tiempo a mí mismo me tuvo engañado. Representaba un papel ante mí todo el tiempo y solo de vez en cuando se mostraba tal y como era. 
Pero ni siquiera en esas ocasiones quise verlo… Lo pasaba todo por alto porque su aura de sofisticación me tenía embrujado. Pero eso se acabó, Paula. Si piensa que arrancándote de mi lado voy a volver con ella está muy equivocada. La sortija solo le ayudó a dar a sus mentiras la apariencia de una falsa verdad.


Pero Paula no quería escuchar sus explicaciones


–Ojalá no nos hubiéramos conocido. Nunca me había sentido tan… tan utilizada.


–Por favor, Paula, no digas eso… Yo no…


–Lo cierto es que me deslumbraste. Paula la pobre, la viuda de los suburbios de Cairns… Caí rendida ante tus encantos. Pero Marcela tenía razón, ¿porqué iba a sentirse el heredero de los Alfonso atraído por una mujer como yo? He sido una ingenua…


–No, Paula, eso no es cierto… Yo encontré en ti a una mujer con corazón, algo de lo que Marcela siempre ha carecido.


–Pues si no estás contento con ella, búscate a otra persona que cumpla todos tus requisitos y déjame en paz. Adiós, Pedro.


–¡Espera, Paula!


La joven ya había apartado el auricular y estaba bajando la mano para colgar, pero aquel desesperado imperativo la hizo dudar un instante. ¿Hasta ese punto la tenía dominada?, ¿hasta el punto de que su sola voz iba a hacerle arrojar por la borda toda su sensatez? Paula cerró los ojos y, haciendo acopio de valor y amor propio, colgó el teléfono. Se había acabado, se había acabado…


Aún temblando, fue a su habitación y extrajo de un cajón una caja de somníferos. Necesitaba estar descansada para el día siguiente.


Sin embargo, estuvo dando vueltas en la cama un buen rato, recordando cada palabra de la conversación. Era imposible sacársela de la cabeza. No podía negar que se había sentido atraída por él, ni que la culpa en parte era suya, por haberlo dejado entrar en su vida, por haberlo invitado a su casa. Se había obcecado con retenerlo a su lado, se había dejado llevar por la absurda fantasía que Marcela había aplastado.


¿Habría mentido Marcela? Ciertamente parecía la clase de persona que haría cualquier cosa por conseguir sus propósitos, pero… Aunque así fuera, aunque le hubiese contado una sarta de mentiras, por primera vez pensó Paula que lo más probable era que Pedro sí se hubiera vuelto hacia ella despechado por las infidelidades de Marcela.


Y aun cuando él estuviera diciendo la verdad, si se había sentido atraído por el contraste entre las dos,Paula era muy consciente de que no bastaba con un buen corazón para que una relación prosperara. Él pertenecía a una clase social distinta y, por amable que él hubiera sido con Marcos, no era su hijo. Isabella Alfonso no permitiría que lo adoptara, que le diera su apellido.


¿Por qué seguía hilando aquellos sueños disparatados? 


Tenía que ocupar su mente con otras cosas… ¡Las canciones de la actuación! Eran todas canciones sobre el amor, los recuerdos, las esperanzas, el dolor, la pérdida… 


No le sería difícil interpretarlas, se dijo con ironía. ¿Vendía tal vez una cantante su alma al cantar? No, la música era solo una forma de expresión, nada más.









1 comentario:

  1. Aaaayy ojala paula le de otra opotunidad! Un tierno pedro llevandole rosas !! Me encanta esta novelaaa

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