miércoles, 16 de diciembre de 2015

UNA NOVIA EN UN MILLÓN: CAPITULO 12





Las doce de la mañana. Paula había decidido quedarse con la ropa informal que se había puesto aquella mañana en Alfonso’s Castle ya que iban a ir de picnic. Sin embargo, en aquel momento tenía más mariposas en el estómago que las que había dibujadas en la camiseta que hacía juego con la falda vaquera que llevaba. Y, cuando Marcos la llamó desde el vestíbulo gritando: «¡Ya está aquí, mamá! Tiene un todoterreno grande como el del tío Dany», Paula sintió que ese cosquilleo en el estómago se intensificaba aún más.


Un todoterreno… Seguro que a Marcela la llevaba en un lujoso deportivo cuando… «¡Basta ya, Paula!», se reprendió, «esto es un picnic, no una cita romántica». Además, como parecía dudoso que él tuviera una silla de niño en el coche, tendrían que ir en su viejo coche de todos modos.


Paula tomó de la mesa de la cocina la mochila donde había puesto todas las cosas que pudiera necesitar para Marcos, cosas que Pedro, no siendo padre, no habría previsto, por supuesto. Inspiró con fuerza y se dirigió a la puerta principal y salió de la casa con Marcos justo cuando Pedro estaba subiendo los escalones de la entrada.


Pedro se detuvo un instante frente a ellos, como si no estuviera muy seguro de qué estaba haciendo allí. ¿Estaba arrepintiéndose? Llevaba puestos unos vaqueros y un polo azul marino que resaltaba el color de sus ojos de tal modo que Paula no podía dejar de mirarlos, fascinada. Se notaba toda temblorosa por dentro, como si estuviera esperando un veredicto, pero entonces él sonrió, y los nervios de la joven se desvanecieron.


–¡Hola!, me alegra veros de nuevo –los saludó a ambos–. ¿Te acuerdas de mí, Marcos? Mi nombre es Pedro.


–Sí, me acuerdo de ti, no te asustó el sapo y me enseñaste los peces –contestó el niño.


Pedro se rio con ganas ante semejante reconocimiento.


–Bueno, vamos a guardar esta bolsa que trae tu madre…, y nos vamos –anuncio quitando a Paula la mochila del hombro y diciéndole–. No tenías por qué molestarte en preparar nada, Paula, Rosita ha tenido la amabilidad de hacernos…


–No, son cosas para Marcos. No estaba segura de si…


–Oh, eso… Bueno, yo he traído pollo frito, plátanos, helados… Creía que a los niños pequeños les gustaban esas cosas…. –le dijo él con un brillo burlón en los ojos–, ¿o me equivoco?


–No, es verdad, a Marcos le encantan todas esas cosas –asintió ella sin poder evitar una sonrisa.


Cuando iban caminando hacia la verja, de pronto Paula recordó el problema del transporte.


–Como no tendrás un asiento de niño para el coche he pensado que…


–Sí que lo tengo, he alquilado uno en un servicio de alquiler de coches.


Paula se detuvo, sorprendida por las molestias que se había tomado.


–Bueno, os invité a los dos, ¿no? –le recordó él en un tono suave.


–Sí –balbució ella sonrojándose como una colegiala. Desde que enviudara, no había encontrado a ningún hombre que se preocupara de su hijo, normalmente solo querían salir con ella, y cuando se enteraban de que había un crío de por medio se esfumaban.


Pedro aseguró al pequeño en su silla en el interior del Land Cruiser, y abrió la puerta del acompañante para que Paula entrara. Esta se encontró en una situación algo embarazosa, ya que el vehículo era bastante alto, y no sabía cómo subir de una forma elegante. Pedro le ahorró tener que averiguarlo alzándola en brazos y sentándola como había hecho con el niño.


–Ya está –le dijo sonriendo–, sin problemas –al mirarla a los ojos comprendió que ella estaba recordando ese mismo gesto de la noche anterior, cuando la había transportado en volandas hasta el lecho–. Lo siento, no he podido resistir la tentación –murmuró Pedro. Y, durante un instante electrizante, los ojos de él descendieron hasta sus labios. 


Paula no se atrevía a respirar. ¿Iba a besarla?, se preguntó ansiosa y expectante.


–¿Vas a ponerle el cinturón a mamá también? –preguntó Marcos.


El hechizo del momento se rompió, y Pedro, reaccionando rápidamente, respondió mientras hacía caso al niño:
–Listo, Marcos, tienes razón, la seguridad ante todo, hay que cumplir las normas, ¿verdad?


Y, acto seguido, cerró la puerta y dio la vuelta al coche para sentarse al volante, dando tiempo a Paula a recobrar la compostura, aunque por dentro se deleitó en haber podido comprobar que aún despertaba deseo en él.


–Pues tú no cumpliste la norma de recoger la ropa del suelo –apuntó Marcos en tono de crítica–. ¿No te enseñó tu madre que debías hacerlo? A mí mamá siempre me riñe cuando no lo hago.


El corazón le dio un vuelco a Paula. No había duda de a qué se estaba refiriendo su hijo, y esa vez no había forma de evitar el tema. Pedro le dirigió una mirada, cómo pidiendo auxilio, y ella se la devolvió, rogándole que no respondiera nada inconveniente.


–Sí… –comenzó Pedro inseguro–, sí, claro que tenía esa norma yo también de pequeño, pero es que anoche estaba muy cansado y me olvidé. Pero la recogí esta mañana, ¿sabes, Marcos?


–Ah, bueno, entonces no se enfadarán contigo –concluyó Marcos satisfecho.


–Sí, más vale tarde que nunca.


Pedro alargó una de sus fuertes manos para apretar afectuosamente la mano de Paula. Esta le sonrió agradeciéndole su delicadeza, y aquel simple gesto afianzó de algún modo lo que sentían el uno por el otro, acercándolos más.


–¿Todo bien? –murmuró él.


–Ya lo creo –contestó Paula sonriéndole–, has estado fantástico…, como ayer.


–Tú también lo estuviste –respondió él con un brillo travieso en los ojos.


Aquellas cuatro palabras, susurradas con voz cálida, hicieron que Paula se estremeciera. En aquel momento se olvidó de que Marcos estaba en el asiento trasero, de que iba a decirle a Pedro cómo llegar a Crystal Cascades… hasta de que iban de picnic.


Aparentemente Pedro debía haber mirado la ruta en un mapa antes de salir, ya que puso el coche en marcha y tomó la carretera correcta. Mientras conducía, Paula lo observó recordando la sensación de sus manos recorriéndola la noche anterior, sus musculosas piernas, la perfección de su cuerpo… Quería volver a sentir todo aquello y, de pronto, tuvo la certeza de que también él.







2 comentarios:

  1. Ayyyyyy, me tiene atrapada esta historia carme, es alucinante jajajajaja

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  2. Hermosos capítulos! pensé que se nos iba a hacer eterno hasta que Pedro le pudiera aclarar que había roto su compromiso! Menos mal!!!!

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