sábado, 12 de diciembre de 2015

UNA MISION PELIGROSA: EPILOGO





Parecía increíble, pero Paula había hecho muchos más amigos fuera de Conifer. Y la mayoría se encontraba allí, en la playa, donde ella bailaba descalza en la fiesta de celebración de su boda. También estaban Javier y Fernanda, junto a Clementina, Joey, Dougie y la madre de Cleme. Pero los invitados más inesperados fueron, sin duda, los padres de Paula.


–¿Os importa si os interrumpo? –su padre tomó la mano de Paula y, para sorpresa de ambos, la de Pedro y los miró con ojos llorosos–. Os debo una disculpa. Perder a Melisa ha sido lo más duro que he vivido jamás. Pedro, espero que algún día puedas perdonarme por permitir que mi dolor anulara mi sentido común. Golpearte fue deplorable, sobre todo cuando veo la alegría que has traído a la vida de mi dulce y hermosa Paula –hizo una pausa–. Paula, ni en los peores momentos dejaste de recordarnos que teníamos mucho por lo que vivir aún. Y, Pedro, eres un auténtico caballero. No se me ocurre nadie mejor para cuidar de mi hija.


–Para mí es un honor, señor –yerno y suegro se fundieron en un abrazo al que se unió Ana.


–No puedes hacer eso –por suerte, Javier y Fer estaban allí para contrarrestar tanta sensiblería.


–No sé por qué no –Javier sujetaba la copa de helado bajo la fuente de chocolate–. No sé de qué otro modo voy a conseguir salsa de chocolate en mi helado de vainilla.


–Eres imposible –declaró Fer–. No se te puede llevar a ninguna parte.


–Ni que tú fueras el primer premio –su marido admiró el vestido de rayas moradas, zapatos amarillos y rizos a lo Shirley Temple–. ¿Pero qué digo? Eres la mujer más sexy al oeste del Mississippi, o quizás estemos al este. Venga, un abrazo y un beso para tu papaíto.


Paula ocultó el rostro contra el pecho de su esposo, apenas incapaz de contener su felicidad. Incluso las niñas parecían divertirse con el hijo de Calder y Pandora.


–¿Te imaginabas cuando íbamos al instituto que terminaríamos así? –preguntó ella.


–Sinceramente, en aquella época estaba más interesado en robarte las galletas de la merienda –Pedro le acarició la barriga–. Pero ahora que te tengo a ti, y a todas tus futuras galletas, no me importaría conocer ese futuro.


–¿Y qué pasaría si te digo que tienes la mano apoyada en ese futuro?


–¿En serio? –preguntó él cuando al fin asimiló las palabras de Paula–. ¿Estás embarazada?


–¿Te parece bien? –ella asintió.


–¿Bien? –Pedro la levantó en vilo–. Es perfecto.


Ella, que había dedicado su vida a la búsqueda de la perfección, con Pedro a su lado, al fin la tenía a su alcance. 


Y solo había necesitado seguir el consejo de su hermana. 


«Sigue los dictados de tu corazón».


Que en su caso, le había llevado a los brazos de su adorable SEAL.







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