lunes, 7 de diciembre de 2015

UNA MISION PELIGROSA: CAPITULO 6






–¿Cuánto tiempo vas a estar enfadada conmigo? –preguntó Pedro mientras elegían una cajas del cuarto de herramientas del padre de Paula.


–Para siempre –ella ni siquiera podía mirarlo a la cara.


Tras cargar el coche con las ocho toneladas de cosas que necesitarían las niñas, se habían dirigido a casa de Ana. 


Paula apenas había pronunciado tres palabras.


Y cuando Benton había telefoneado para informarles de que pasarían tres semanas antes de que el juez de Valdez pudiera recibir a Pedro, los ánimos no mejoraron precisamente.


–Escúchame –insistió Pedro–. Yo no hacía más que constatar lo evidente. Lo que haces por Melisa es muy noble, pero también excesivo. ¿Qué hizo tu hermana por ti? Melisa era receptora. Tomó de ti y de mí.


–Cállate –las lágrimas rodaron por el rostro de Paula y Pedro se sintió al instante avergonzado–. ¿Qué te ha pasado? No te recuerdo siendo tan cruel.


–¿Cruel? –Pedro no pudo reprimir una carcajada–. ¿Hay limitaciones a mi derecho a pensar mal de la mujer que, básicamente, arruinó mi vida?


–Deja de ser tan dramático. Todo aquello sucedió hace años.


–Eso es –él añadió una caja al montón que habían apartado–, como cuando Melisa destrozó su coche y, en lugar de obligarla a ahorrar para uno nuevo, tus padres le dieron el tuyo. O como cuando tú conseguiste el papel de Julieta en la obra del colegio, pero Melisa habló con la profesora de teatro para que se lo diera a ella porque yo hacía de Romeo y estábamos saliendo y así se venderían más entradas.


–Me niego a esto –Paula desvió la mirada–. Melisa está muerta. Hiciera lo que hiciera entonces, ya es historia. Sus bebés necesitan una madre. Mi madre y la de Alex
tienen buena intención, pero tú, más que nadie, deberías saber lo que es criarse sin una madre.


–Deja mi pasado fuera de esto –espetó Pedro.


–Ya estoy harta de esta discusión –ella alzó la barbilla.


La mirada cargada de determinación le recordó a Pedro épocas mejores. Una determinación que les condujo a escalar montañas y a pescar en lugares de los que él juraba que jamás encontrarían el camino de regreso. Paula había sido una de sus mejores amigas, pero eso había cambiado, y le entristecía. Ya había perdido a Melisa, no quería perder a su hermana.


–Lo siento –se disculpó él–. Entiendo que mi comentario te haya enfadado, pero, reconócelo, no estás más preparada para ser madre que yo padre. Solo intentaba ofrecerte una salida.


–Eso es –Paula se enjugó las lágrimas–. No quiero una salida. Estamos hablando de mis sobrinas, no de un par de caniches. Si Melisa creyó que yo podía con ello, entonces puedo.


–De acuerdo. Entiendo tu punto de vista –¿siempre había sido una mujer tan hermosa?


La ira intensificaba el color de sus mejillas. Y en ese instante, Pedro estuvo convencido de que podría criar a las gemelas ella sola. Aunque ojalá no tuviera que hacerlo sola. Pero ¿estaba dispuesto a dejar el ejército y quedarse en Conifer para ayudarla?


No. Claro que no.


****


–Venga ya, Cleme, céntrate –Paula sacudió a su amiga–. ¿Puedes sustituirme esta noche?


–Recuerdo que Pedro era bastante atractivo, pero…


–Calla –Paula le propinó un codazo mientras Pedro cargaba con varias cajas–. No es para tanto.


–Y eso lo dice la chica que babeó por él toda su vida, hasta que se casó con su hermana.


–¿Podríamos hablar de esto en otro momento? –Paula cerró los ojos.


–Escucha, entiendo que tienes que estar pasándolo mal, pero Melisa lo abandonó hace mucho.


–Déjalo ya.


–Está soltero. Tú estás soltera. Los bebés se duermen temprano y tienes un montón de tiempo…


–¡Cállate! –Paula se sonrojó cuando los cinco clientes del bar se volvieron hacia ella–. No seas ridícula –continuó en voz baja–. ¿Puedes sustituirme esta noche o no?


–Lo siento, pero Dougie tiene un catarro muy feo. En cuanto termine aquí me voy a urgencias.


–¿Cómo está Joey? –Doug tenía tres años y Joey cinco.


–De momento está bien.


–Espero que se ponga bien pronto –Paula optó por trabajar ella. Alejarse de Pedro una noche le haría bien.


–Ya están todas las cajas –Pedro apareció en ese momento–. ¿Preparada para irnos?


–Sí –asintió Paula–, pero tengo que volver más tarde.


–¿Cómo estás, Cleme? –Pedro frunció el ceño antes de saludar a la camarera.


–Bien, gracias –Clementine se sonrojó violentamente–. He oído que te va bien –continuó ella mientras jugueteaba con sus cabellos–. Te hemos echado de menos.


–Gracias –él se encogió de hombros–. Sienta bien volver. Ojalá fuera en otras circunstancias.


–Lo comprendo –asintió Clementina–. Todos estamos muy alterados.


«¿En serio, Cleme?». Lo único que parecía alterarla era la distancia que la separaba de Pedro.


–Bueno… –Paula agarró a Pedro del brazo y tiró de él hacia la puerta–. Me gustaría sacar mis cosas de las cajas antes de recoger a las niñas.


En la calle les recibió un brillante sol, aunque el viento del norte revolvió los cabellos de Paula.


–Espera –Pedro se detuvo para observarla–. Te pareces al primo Itt, de esa serie…


–¿La familia Adams? –durante años habían visto esa serie a la salida del colegio.


–Eso es –él reanudó la marcha–. Me encantaba la serie.


–A mí también –y no solo por la serie en sí. Melisa la odiaba, y por tanto solían verla Pedro y ella solos ante el televisor y las Oreo.


–¿Quieres que conduzca yo? –preguntó Pedro al llegar al SUV de Paula.


–¿Por qué?


–Pareces cansada. Y mientras metías tus cosas en las cajas, te he visto llorar.


–Estoy bien –Paula se sentó al volante–. Es más, teniendo en cuenta que acabo de perder a mi hermana, creo que no lo estoy haciendo nada mal.


–Excelente apreciación –asintió él sentado a su lado–. Aparentas ser muy fuerte, Pau, pero te conozco y sé que solo es una pose. Pareces a punto de derrumbarte.


–Gracias por los ánimos, pero no me conoces, solías conocerme.






2 comentarios:

  1. Siento que va a ser una relación un tanto difícil la de Paula y Pedro. Está muy buena esta historia.

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  2. Me gusta mucho la historia!! Que situación mas difícil!!

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